BARCELONA / Decíamos ayer…
Barcelona. L’Auditori. 3-X-2020. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Catalunya (OBC). Maria Florea, violín. Sara Fernández, viola. Director: Kazushi Ono. Obras de Sor, Mozart y Beethoven.
Quizá lo más destacable del concierto que comentamos es eso, que fue, que se celebró, que la dramática y prolongada ausencia de la OBC de su casa, la sala Pau Casals de L’Auditori, tocaba a su fin. Y que el público, la otra parte de ese binomio fascinante que es el concierto, volvió a reunirse para escuchar a su orquesta, en una vuelta a la normalidad no sé si nueva o esperanzadoramente recobrada: “Decíamos ayer…” Cierto que ni escenario ni sala presentaban el aspecto tradicional que todavía vinculamos a la (¿vieja?) normalidad, distanciados en aquel los músicos unos de otros, medio vacía esta con tramos estratégicamente desocupados. Pero era nuestra orquesta y nuestro público renovando ese acto del concierto, que, acostumbrados a su reiteración tranquila en los fines de semana, solo ahora descubríamos como fascinante.
Se eligieron para la ocasión tres obras creadas en el pleno clasicismo, la más temprana, la Sinfonía concertante para violín, viola y orquesta en Mi bemol mayor K. 364/320d, de Mozart, es de 1779; la más tardía, la Obertura del ballet “Hercule et Omphale”, de Ferran Sor, es de 1827; entre ellas, la Sinfonía nº 2 en Re mayor op. 36, de Beethoven, es de 1802. Las tres obras se dan en un arco temporal de 48 años y se sitúan plenamente en la, para muchos, mejor época de la historia de la música, el Clasicismo, la Primera Escuela de Viena, de la que son o bien hitos fundamentales (Mozart, Beethoven, obviamente) o curiosas anécdotas periféricas (o no tanto, Ferran Sor, conocido en toda Europa como Fernando Sor, triunfó en todo el continente y fue llamado “el Beethoven de la guitarra”).
Solistas, orquesta y director dieron satisfactorias versiones de las obras y supieron poner de relieve que el Clasicismo puede decirse de muchas maneras, por ejemplo, lo que podríamos llamar el clasicismo ‘agradable’ del ballet de Sor, el Clasicismo puro y fundamental de la Sinfonía concertante mozartiana, y el Clasicismo que, fiel todavía a los logros de Haydn, trabaja con las formas clásicas para hacerlas capaces de un nuevo lenguaje, el de la Segunda sinfonía de Beethoven, que preludia ese nuevo lenguaje.
Buenas fueron las intervenciones de las solistas de violín, Maria Florea, y de viola, Sara Fernández, en la bellísima Sinfonía concertante de Mozart, si bien en el trascendenal Andante , esa prodigiosa página de melancolía mozartiana, faltó misterio y profundidad. Antes, Ono sacó bastante provecho de la Obertura de Sor, una obra menor pero de gran corrección y elegancia con atisbo de sensibilidad romántica. En la Segunda de Beethoven Ono encontró un tempo rápido muy adecuado en el primer y último movimientos; en general la versión fue clara, con excelentes prestaciones de maderas y trompas, pero un poco plana.
José Luis Vidal