BARCELONA / Cautivador Kavakos
Barcelona. Palau de la Música. Temporada Palau 100. Miércoles, 13 de noviembre de 2019. Leonidas Kavakos, violín. NDR Elbphilharmonie Orchester. Alan Gilbert, director Programa: B. Bartók: Concierto para violín núm. 2, BB 117 A. Bruckner: Sinfonía núm. 7, en Mi mayor. Palau de la Música Catalana.
El retorno a Barcelona del violinista Leonidas Kavakos, acompañado en esta ocasión por la NDR Elbphilharmonie Orchester dirigida por su nuevo titular, Alan Gilbert, se saldó con un éxito rotundo. El concierto estaba incluido en el ciclo Palau 100 y se presentaba como inauguración de la temporada del Palau de la Música Catalana, con un programa que ya pudo escucharse la noche anterior en el Kursaal de San Sebastián y que durante esta semana se repetirá en Múnich y Hamburgo.
Un Palau lleno como en las grandes ocasiones se rindió una vez más ante el genio del violinista griego, quien, empuñando su Stradivarius Willemotte (1734), volvió a emocionar con su mágica sonoridad interpretando el Concierto para violín núm.2 de Béla Bartók de forma tan emotiva como desgarradora, interiorizando un mensaje cuya ambigüedad tonal, sus particularidades rítmicas, su potente fuerza expresiva merced a sus aires folklóricos, llega a dominar en su más alto grado de perfección.
El solista estuvo magníficamente arropado por una orquesta de una gran solidez y consistencia que luego daría lo mejor de sí con su interpretación de esa auténtica catedral sinfónica que es la Séptima de Bruckner.
Definida como un milagro musical, con su transcendental Adagio en que la sublimación sinfónica de Bruckner alcanza su zénit expresivo, la Sinfonía núm.7 es un reflejo de perfecta construcción estructural que debe alzarse con solemnidad y profunda majestuosidad. Y fue esta concepción de marmórea solidez, muy al estilo de una versión de referencia como la de Günter Wand –Gilbert optó por el golpe de platillos en el Adagio– la que se elevaba con toda su magnificencia sonora en el recinto modernista del Palau.
La orquesta hamburguesa, ahora bajo la tutela del director neoyorquino –heredando el trabajo de su predecesor en el cargo Thomas Hengelbrock- posee una cuerda compacta, unas maderas cálidas y un metal brillante. La NDR Elbphilharmonie ha profundizado al máxime en los pormenores de la obra –no en vano en junio de este año y bajo la batuta de Gilbert la ha grabado para Sony- poniendo su engrasada maquinaria al servicio de un Bruckner majestuoso que no rehuía de la interiorización y que halló en el Adagio su cúspide interpretativa.
Desde el sutil trémolo inicial hasta la brillante conclusión que rememora el tema inicial de la obra, la versión de Gilbert y la NDR Elbphilharmonie cautivó por la coherencia de su discurso narrativo, planteado como un gran poema sinfónico. El director supo reflejar la emotiva melancolía que se desprende del primer movimiento, la profunda reflexión que emana del hermosísimo Adagio, el bullicio de un Scherzo en que la orquesta desplegó un sinfín de sonoridades sabiamente matizadas y equilibradas, así como el majestuoso coral del último movimiento, en el que la orquesta dio muestra de una cohesión que transmitía de modo natural toda la esencia bruckneriana que emerge de esta colosal arquitectura sinfónica.
Lluís Trullén