BARCELONA / Catártica Sinfonía ‘Titán’ en manos de Ádám Fischer
Barcelona. L’Auditori. 4-IV-2022. Elisabeth Leonskaja, piano. Orquesta Sinfónica de Düsseldorf. Director: Ádám Fischer. Obras de Beethoven y Mahler
Monumental concierto el programado en el Auditori de Barcelona como inicio a la gira que ofrece por España la Orquesta Sinfónica de Düsseldorf bajo la dirección de Ádám Fischer, acompañados por la gran dama del piano Elisabeth Leonskaja. En Barcelona tocaron el mismo programa que hoy miércoles repetirán en Madrid, con dos obras a las que sobra toda presentación: el Concierto “Emperador” de Beethoven y la Sinfonía “Titán” de Mahler.
Como es sabido, Leonskaja ha sustituido a última hora al solista previsto, András Schiff, a quien un percance personal le ha impedido realizar esta gira. Leonskaja fue la pianista escogida debido a que, meses atrás, como informó la organización, ya había actuado junto a la misma orquesta y el mismo director interpretando el Quinto concierto beethoveniano. En Barcelona hemos podido disfrutar de una Leonskaja en plenitud en un Adagio de muchísimos quilates por refinamiento, claridad y perfección tímbrica, recordando en algunos momentos al mítico Wilhelm Kempff. Se trata en todo caso de un refinamiento que magnetiza más por su dicción que por su fortaleza o, incluso, por la exactitud de sonido (en algunos momentos enturbiado por el pedal). Sensacional empaque de la orquesta, con un Fischer estelar que propició diálogos bellísimos con la solista.
Grandes aplausos para la pianista georgiana, quien, ya fuera de programa, ofreció la primera de las tres piezas D.946 de Schubert, obra que, justo medio año antes, había incluido en su recital de Madrid dentro del ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo.
A continuación, la Sinfonía nº 1 de Mahler emergió como un inmenso lienzo extático y descriptivo, como se espera en ese enorme poema sinfónico que, desde el amanecer de la naturaleza nos conduce hasta el grito desesperado del Titán que, condenado al infierno, renace para alcanzar el Paraíso.
Fischer y su magnífica orquesta recrearon una atmósfera en la que el alba, los sonidos de la naturaleza y la fanfarria fueron perfilando, en el inicio de la obra, una serenidad atemporal. Aires pastorales bosquejados con inocencia, de matices cálidos e íntimamente reflexivos, de tempi tendentes a la lentitud y, ante todo, fiel a su premisa de la interiorización de la obra, elaborando un discurso que se expandía bajo un remanso de plácida serenidad.
Esa languidez, esa belleza temática expresada impecablemente en la regulación de la proyección sonora, fueron el medio para entrar en una narrativa que conduciría hasta el, cuyo ritmo de danza fluía con rústica naturalidad, con un volumen controlado y, por encima de todo, concediendo el protagonismo al trío, con su inefable melodía, que Fischer iba dilatando en el tiempo para hacerla eternamente bella. Momento mágico dentro de esta fascinante interpretación.
La estupenda orquesta Düsseldorf (muy familiarizada con la música de Mahler, de la que Fischer es un especialista mayúsculo), exhibió la brillante calidad de sus atriles, desde el contrabajo solista hasta las sensacionales trompas o, por supuesto, una compacta y bien hilvanada sección de cuerda que respondió con exactitud y expresividad a las demandas de su director. Fischer concentró la intensidad dramática de su lectura en el último movimiento, agitado y tempestuoso, en el que algunos gestos recordaron al más puro Bernstein. El resultado fue una pura catarsis.
Profusión de bravos y triunfo para la orquesta alemana y para Ádám Fischer, que fuera de programa interpretaron como propina un pasaje del tercer movimiento de la propia Titán.
Lluís Trullén