BARCELONA / Apoteósica Davidsen en un gran recital junto al bravo De Tommaso
Gran Teatre del Liceu. Barcelona. 11-1-2024. Lise Davidsen y Freddie De Tommaso. James Baillieu, piano. Arias, dúos y canciones de Wagner, Verdi, Giordano, Puccini, Cilea, Chaikovski, Tosti, Strauss, Cardillo, Loewe y Lehár.
La pasión lírica, el poderío vocal y la entrega absoluta de la soprano noruega Lise Davidsen y el tenor británico Freddie de Tommaso, acompañados con brillantez y eficacia por el pianista sudafricano James Baillieu, provocaron el entusiasmo del público en el primer recital del año. La cita lírica, organizada con el apoyo de la Junta de Benefactores del Liceu, fue gran éxito artístico, pero no de público; se esperaba un lleno total, pero quedaron varios centenares de butacas vacías. Cosa rara en un teatro cuyo público más fiel ama las grandes voces y, en este sentido, Lise Davidsen –el mayor fenómeno vocal de la última década– es una de las verdaderamente grandes.
La joven soprano noruega ya tiene una legión de admiradores en el coliseo barcelonés, donde causó sensación la pasada temporada en Il Tabarro –Puccini es uno de sus favoritos– y en el concierto dedicado a los dos compositores en los que actualmente es la más intérprete más deseada por todos los teatros y festivales del planeta –Richard Wagner y Richard Strauss–, en los que compartió escenario con otras dos grandes, Iréne Theorin y Waltraud Meier, bajo la dirección de Josep Pons. En su primera intervención en ese memorable concierto, desató el entusiasmo con un “Dich, teue Halle” que dejó al público con la boca abierta. Abrió también el recital con la apasionante aria de Tannhäuser (Elisabeth es uno de sus roles fetiche, y ha sido clave en su fulgurante ascenso internacional) y, aunque al piano el efecto no es comparable, volvió a impresionar la potencia, seguridad y brillo en toda la extensión de un instrumento fuera de serie que nos hace recordar a su gloriosa compatriota Kirsten Flagstad, o a la sueca Birgit Nilsson, otra leyenda con quien Davidsen comparte la curiosidad por explorar otros repertorios.
De hecho, en su nueva y triunfal actuación liceísta –días después de su apoteósico recital en el Teatro Real de Madrid–, Davidsen ha cantado ópera alemana, italiana y rusa, canciones de Strauss, operetas de Franz Léhar y un célebre musical, My Fair Lady, de Frederick Loewe; por cierto, Nilsson cantó I Could Have Dance All Night, en su colaboración en la grabación de Die Fledermaus dirigida por Herbert von Karajan.
Freddie De Tommaso –que dos días antes de este recital anticipó su debut liceísta al reemplazar al protagonista de Carmen–, abrió su turno con La mia letizia infondere, de I Lombardi, de Giuseppe Verdi, luciendo de entrada su gusto por los acentos intensos, apasionados, con un instinto dramático de corte verista. La voz es poderosa, pero en la técnica y, de forma especial, en los matices y el dominio del estilo, tiene aún camino por recorrer. Verdi fue el primer punto de encuentro con Davidsen, en una versión explosiva del dúo Teco io sto, de Un ballo in maschera, título que De Tommaso, afrontará en febrero en el Liceu. En la misma línea temperamental, el joven tenor cantó con mucha intensidad dramática el aria Cielo pietoso, rendila, de Simon Boccanegra y culminó sus intervenciones en la primera parte con un repertorio en el que brilló su canto apasionado: Amor ti vieta, de Fedora, de Umberto Giordano, y el Lamento de Federico, de L’arlesiana, de Francesco Cilea.
Davidsen interpretó otras dos arias verdianas que también ofreció en el Teatro Real, Morrò, ma prima in grazia, del citado Ballo in maschera, y el Ave Maria de Otello. Maravilla su capacidad de apianar y controlar un instrumento tan caudaloso y potente, y hacerlo sin dañar la línea de canto, con un control del fiato espectacular. En este sentido, hizo maravillas en el Vissi d’arte de Tosca.
Para abrir la segunda parte, Davidsen escogió una joya del repertorio ruso, la gran aria de Lisa, de La dama de picas, de Chaikovski. Aquí brillaron los colores vocales y los matices expresivos más intensos y desgarradores. Después llegó lo más memorable de la velada, cuatro de las más conocidas canciones de Richard Strauss, muy bien acompañada por Baillieu: estuvo sensacional, desde la expansión y generosidad vocal en Zueignung y Cäcilie a los acentos más íntimos de Allerseelen y un Befreit que nos llevó al cielo.
Por su parte, De Tommaso se entregó a fondo en un repertorio muy propicio para lucir su temperamento lírico: tres canciones de Francesco Paolo Tosti (L´alba separa dalla luce l’ombra, Non t´amo più e Ideale) y el popular Core ‘ngrato, de Salvatore Cardillo. Después, Davidsen, con mucho desparpajo escénico, cantó una deliciosa versión de I Could Have Dance All Night, y, como cierre del programa, apostaron por el encanto del célebre dúo de La viuda alegre. Ante el entusiasmo del público, y tras otra napolitana, la inmensa Davidsen regaló como única propina una explosiva versión del aria de Sylva de La princesa de las czardas, de Emmerich Kalman. Un final electrizante para un recital memorable.
Javier Pérez Senz
(fotos: A. Bofill)