BARCELONA / Alba Ventura con la Franz Schubert Filharmonia: de irrupción y transiciones
Barcelona. Palau de la Música Catalana. 28-II-2023. Alba Ventura, piano. Franz Schubert Filharmonia. Director: Tomás Grau. Obras de Mozart y Schumann.
Un accidente infeliz (una lesión en la espalda Katia Labèque) impidió la prevista actuación del prestigioso dúo de pianos que esta forma con su hermana Marielle y que iba a estar dedicado a Mozart. Acudió al socorro, aceptando generosamente la invitación de última hora del Palau, la pianista Alba Ventura, una de las más destacadas discípulas de Alicia de Larrocha y alumna de la prestigiosa Academia Marshall, la escuela que transmite la tradición pianística de Enrique Granados, Frank Marshall y la mencionada Larrocha, y que ahora dirige la propia Ventura. El concierto, en fin, formaba parte del homenaje a la memoria de la gran Alicia.
El nuevo programa mantuvo a Mozart en la primera parte, en la nueva circunstancia con su Concierto para piano y orquesta nº 20 en Re menor KV 466; la segunda parte conservó la obra programada, la Cuarta Sinfonía op. 120 de Schumann, también en Re menor. En el caso del concierto, la elección de una tonalidad declaradamente dramática (la de la obertura de Don Giovanni, la del Requiem) la riqueza de la orquestación y “el sentimiento de grandeza trágica que oprime al auditor desde los primeros compases” (Parouty) apuntan a nuevas perspectivas en la evolución estética del compositor. Esto se hizo especialmente evidente en la vehemente y enérgica visión que el director Tomás Grau dio a la obra, ya desde la larga y dramática introducción orquestal que precede al primer solo del piano.
Algo indecisa en los primeros compases, la orquesta pronto respondió sin fisuras a la incisiva atención y rotunda gestualidad del director, aspectos estos externos que evidenciaban un conocimiento riguroso de la obra. La pianista abordó su primer solo con una limpidez y claridad que fueron características, concertando con las maderas, oboes, fagotes y luego la flauta. La cadencia, la escrita por Beethoven para este concierto, permitió a la solista desarrollar tanto sus dotes virtuosísticas —a destacar la rica contundencia de sus graves— como de su musicalidad. En el tiempo lento, Romance, Ventura desarrolló con acierto una de esas frases que Hocquard calificaba de “poesía mozartiana”, suspendiendo la melodía, ingrávida, como fuera del tiempo y entregándola luego a la orquesta. Estupendamente cuidó Grau de la agresiva irrupción de una diríamos que inesperada frase dramática, antes de retomar el tema principal del que la pianista se despidió con un exquisito pianísimo.
De nuevo volvimos al dramatismo con la introducción “Ziemlich langsam” (la indicación es de Schumann, y vendría a ser en el convencional italiano “Lento assai”), en re menor, como dijimos, del Allegro inicial de la Cuarta sinfonía de Schumann. La dirección de Grau supo enfatizar los rasgos cíclicos de la sinfonía, pues el tema de esa importante introducción aparecerá en tono mayor en el segundo movimiento (“Romance”) y determinará por completo la estructura del Scherzo. Si antes habíamos elogiado la manera como la orquesta había abordado lo que llamábamos “irrupción”, ahora destacará la transición al tercer movimiento, Scherzo (“Lebhaft”, “Vivace”) y, más tarde la transición de este a una nueva introducción lenta para el vivo cuarto movimiento, bien llevado por la orquesta en su rápida sucesión de nuevos motivos. La rapidez tuvo algo de precipitación al embocar el stretto final, un Presto coronado por una fuga épica. Un concierto interesante, tanto por la excelente solista como por las prestaciones de una orquesta y director cuyo positivo desarrollo es conveniente seguir.
José Luis Vidal