BADAJOZ / Lucero Tena, frente a la brocha gorda
Badajoz. Palacio de Congresos. 27-XI-2021. Lucero Tena, castañuelas. Orquesta de Extremadura. Director: Miguel Romea. Obras de Johann Strauss, Giménez, Albéniz-Frühbeck de Burgos, Vives y Músorgski-Ravel.
Hay instrumentos que la memoria relaciona automáticamente a intérpretes muy concretos. Y viceversa. Ocurre con el piano y Rubinstein, la guitarra con Segovia o Casals y el violonchelo. También con Lucero Tena y las castañuelas, instrumento que ella ha convertido en solista de concierto. Nacida en México, en 1938, Lucero Tena y sus castañuelas legendarias han debutado en Badajoz, en el Palacio de Congresos, junto con una Orquesta de Extremadura que, ramplonamente dirigida por Miguel Romea, se mostró muy por debajo de lo que es o fue. Pese a todo, y exclusivamente gracias a la presencia de Lucero Tena, el concierto, promovido por el dinámico Conservatorio Superior de Música de Badajoz dentro de las actividades programadas en la Semana Musical de Santa Cecilia, ha constituido uno de los éxitos más resonantes de la actual agenda cultural extremeña.
No se anduvo con chiquitas la gran Lucero Tena en su debut en la capital extremeña. Armada con sus castañuelas legendarias, y en un sentido del color, de las dinámicas, registros, fraseo y ritmo verdaderamente portentoso, la reina de las palillos se volcó en una actuación que, sin interrupción, cursó por algunos de los pilares de un repertorio de absoluto carácter español, desde la conocida Marcha española de Johann Strauss al prodigio ineludible del arrollador intermedio La boda de Luis Alonso, que acabó con el público pacense puesto en pie para tributar una ovación regada de bravos y piropos, que reconocía su excepcional actuación, sí, pero también la trayectoria excepcional de una artista que ha sabido evolucionar desde sus orígenes junto a la gran Carmen Amaya a la gran dama de la escena que es hoy.
Lucero Tena, emocionó en El baile de Luis Alonso, sedujo con las seguidillas albenicianas de Castilla según la orquestación extraña de Rafael Frühbeck de Burgos, fascinó una vez más en el milagro del Fandango de Doña Francisquita y puso patas arriba la platea con el broche espectacular del intermedio de La boda de Luis Alonso, que ella, con sus pequeñas pero inmensas castañuelas, carga de luz, color y magia rítmica. Lástima que el acompañamiento correcto y rutinario de Miguel Romea estuviera tan corto de la inspiración, el detalle y el virtuosismo expresivo de una artista cuyo arte mayúsculo transitaba por un universo remoto a la solfa que desprendía el podio.
En la segunda parte, ya sin la diva de las castañuelas, llegaron los Cuadros de una exposición de Mussorgski orquestados por Ravel. Fue una versión tan banal como pretendidamente grandilocuente, que hizo aguas por los cuatro costados. Hacía tiempo que no se sentía tan desajustada y roma la Orquesta de Extremadura. Los Cuadros de una exposición sonaron en esta descartable ocasión como si de una lectura a vista se tratara. Con gesto monocorde y los dos brazos rutinariamente movidos siempre al alimón, Miguel Romea apenas alcanzó a pergeñar una pintura de trazo grueso y brocha gorda, trufada de deslices y carencias de todo tipo, en la que apenas se salvaron las estupendas intervenciones del saxofón y muy poquito más. Lastimoso.
Justo Romero