BADAJOZ / La Orquesta de Extremadura, venezolaneando
Badajoz. Palacio de Congresos. 11-III-2021. Pacho Flores, trompeta. Leo Rondón, cuatro venezolano. Orquesta de Extremadura. Director: Manuel Hernández Silva. Mendelssohn-Bartholdy, Sinfonía “Italiana”. Flores, Cantos y revueltas, fantasía para trompeta, cuatro venezolano y cuerda.
Más que sobrecogedor –que también-, fue un concierto luminoso y radiante, iniciado con una clara, calibrada y cuidadosamente matizada versión de la Sinfonía italiana de Mendelssohn-Bartholdy y coronado con la música de Ástor Piazzolla, de quien precisamente se cumplía este día el centenario de su nacimiento. La Orquesta de Extremadura cristalizó el jueves uno de sus conciertos más imborrables, en el que el genio venezolano, representado por tres de sus más ilustres musicazos, se impuso con esa vitalidad soleada tan distintiva del que por tradición, naturaleza y realidad es uno de los países más musicales del planeta.
La confluencia de tres talentos venezolanos como el director Manuel Hernández-Silva (“vienészolano” lo llama el prologuista José Francisco Burgos en alusión a sus fecundos años de formación en Viena), el trompeta Pacho Flores (¿se puedo tocar mejor?) y el virtuoso del cuatro venezolano Leo Rondón (corcheas y ritmo en vena) convirtieron el décimo programa de abono de la Orquesta de Extremadura en una fiesta para los sentidos en la que la música fue felicidad y emoción. Sobrecogedora, sí, pero, sobre todo, gozosa y rebosada de arte, inspiración, talento y fina calidad.
Es inverosímil pensar que se pueda tocar mejor la trompeta de lo que lo hace Pacho Flores (1981), catapultado desde el venezolano Sistema al estrellato mundial. La afinación portentosa, la calidad del sonido, su proyección y precisión, rozan lo increíble. También su musicalidad, innata, claro, pero pulida y potenciada por un cerebro privilegiado, capaz de gobernar y estilizar tal derroche de medios. Cuenta para ello con instrumentos de primera, construidos muy cerca de él, los Stomvi, en València, de la mano del gran iluminado Vicente Honorato, que además es su suegro. A Badajoz llegó también como compositor, con sus Cantos y Revueltas, “fantasía concertante” de tintes populares y ancestrales evocaciones folclóricas, en las que la trompeta solista –cuatro tipos- y el cuatro venezolano desarrollan un pentagrama que, como recuerda Pablo J. Vayón en las notas al programa, “integra elementos jazzísticos y de salsa caribeña”. Más venezolano que caribeño, en el que, como matiza el propio Vayón, “los cantos del título aluden a cantos de trabajo ganaderos, mientras las revueltas son una variante del joropo, típica danza venezolana”.
Desde la ‘portamentosa’ cadencia inicial, preludio de pasajes con pintorescas resonancias en la trompeta –incluso de la Sinfonía Alpina-, a la prodigiosa cadencia, en la que los dos solistas improvisan y venezolean con el concurso de Hernández Silva como inesperado virtuoso de las maracas, y en la que Leo Rondón tuvo el detalle de introducir un conocido motivo del rico folclore extremeño –el oliventino Fandango del Candil, que no guarda relación con el de Granados de Goyescas-, se impone la apoteosis del ritmo, del color y de la melodía. Evocación en forma rapsódica en la que el Flores-compositor tiene la oportuna lucidez de tratar al cuatro como ingenioso remedo del papel del clave en el concerto grosso barroco, como guiño y tributo al mestizo poso barroco y clásico que tiñe la música venezolana, “nuestros valses y joropos con todas sus variantes”, como dijo el propio Hernández Silva.
El éxito fue clamor. Poco importó que por razones de la puñetera pandemia el aforo limitado del Palacio de Congresos de Badajoz no estuviera a tope. El ambiente era cálido y ardía de entusiasmo ante el derroche de música y virtuosismo. Un arreglo del Revirado de Piazzolla para conmemorar el centenario calentó aún más los aplausos y bravos de un público multiplicado por el entusiasmo. El joropo El diablo suelto, de Heraclio Fernández fue definitivo punto final a la gran noche en la que Venezuela y sus tres maravillosos músicos reafirmaron la universalidad del arte y sus sentimientos. Sobrecogedor.
Justo Romero