BADAJOZ / Carmen Solís, la mejor pucciniana
Villafranca de los Barros. Casa de la Cultura. 27-XI-2021. Carmen Solís, soprano. Sisa Rojas, piano. Obras de Puccini.
Entre los grandes cantantes españoles de hoy y siempre, hay ciertos nombres que, por las razones que sea, y desde luego y sobre todo por la sordera escandalosa de tantos programadores y directores artísticos, mantienen carreras de proyección inferior a la de otros cantantes y artistas más mediáticos, pero de menos méritos y valores. La soprano pacense Carmen Solís es uno de estos casos. Dotada de medios vocales, expresivos y personalidad artística que la convierten en incuestionable grande de la lírica española —bien lo saben quienes la escucharon recientemente en el Teatro Maestranza de Sevilla dando vida a Madama Butterfly—, ahora ha actuado en la localidad extremeña de Villafranca de los Barros para rendir tributo y homenaje a la que fuera su primera —y única— maestra de canto, la gran soprano extremeña María Coronada.
Y lo hizo a lo grande. Con esa vocalidad poderosa, plena de fuste, carnosidad, matices y colores, que ella gobierna con fina inteligencia y un estilo macerado con una cultura vocal y artística trufada de sentido y talento. Bien acompañada por el piano de Sisa Rojas, Carmen Solís centró su intervención en cuatro caballos de batalla del repertorio pucciniano: en apenas lo que dura una parte de concierto, la antidiva extremeña se transformó en Madama Butterfly, Tosca, Mimì y la más dulce y conmovedora Lauretta de Gianni Schchi imaginable, con un O mio babbino caro que elevó la temperatura del homenaje a las más altas cotas de afecto y ternura. Desde la primera fila del público y visiblemente emocionada y entusiasmada, María Coronada, escuchaba a su exdiscípula cantar un repertorio que antes ella misma había interpretado por medio mundo. Fue la primera en soltar bravos y aplausos a la que, acaso, haya que considerar como la gran soprano pucciniana española de nuestro tiempo.
No creo que nadie cante hoy en España un Vissi d’arte como el que Carmen Solís regaló a todos los que el sábado la escuchamos con un nudo en la garganta. O las grandes arias de Butterfly o Mimì. Su voz, carnosa, densa, fresca, ágil, de perfecta afinación y poderosa proyección, se revela ideal para un repertorio de lírico y hasta lírico-spinto para el que su naturaleza artística y condiciones vocales se prestan a la perfección. Su canto admira por su delicadeza y belleza, sí, pero, sobre todo, por dirigirse y alcanzar de pleno al corazón sensible del melómano.
El momento más emotivo del homenaje llegó, cuando Maria Coronada (1945), en su día alumna de Conchita Badía y musa de maestros como Igor Markevich o Kurt Masur —quién la contrató en los años 80 para cantar Isolde nada menos que en Leipzig, la ciudad de Wagner—, abrazó entre lágrimas a su antigua discípula y se animó a cantar al alimón con ella La canción al árbol del olvido de Alberto Ginastera. Ninguna de las personas que estuvieron ayer en la Casa de la Cultura de Villafranca de los Barros —ciudad natal de María Coronada— olvidará jamás lo que mucho allí pasó.
Justo Romero