BADAJOZ / Alejandro von Büren: desde el alma de la melodía
Badajoz. Salón Noble de la Diputación. 1-XII-2021. Temporada de Conciertos de la Sociedad Filarmónica de Badajoz. Alejandro von Büren, barítono. Juan Fernando Díaz, piano. Obras de Strauss, Wolf, Rachmaninov, Schubert y Mahler.
Alejandro von Büren es barítono de voz torrencial y delicadezas extremas, cualidades gobernadas por una inteligencia apasionada que adora la música y su fascinante emotividad. Con estos mimbres no es difícil imaginar la catadura expresiva y vocal del recital con el que el miércoles debutó en la Sociedad Filarmónica de Badajoz, junto con el pianista pacense Juan Fernando Díaz. El programa, en sí mismo, era ya una declaración de intenciones sin concesiones demagógicas, con una primera parte íntegramente compuesta por lieder de Strauss y Verborgenheit de Hugo Wolf, y la segunda centrada en Schubert y cerrada con tres números de los mahlerianos Des Knaben Wunderhorn.
Nacido en Venezuela y con antecedentes germánicos, Alexander von Büren delineó con sutilezas y estilizada intención cada una de las maravillas straussianas que conformaron el inicio del recital, con puntos álgidos en Cäcilie, Ruhe, meine Seele y un luminoso Morgen cantado desde el alma de la melodía, y aún agrandado por el pianismo empático y en momentos al borde del silencio de Juan Fernando Díaz. Fue el preludio de una versión cargada de intención y sugerencias de Verborgenheit, duodécimo episodio de la extensa colección Mörike-Lieder, que compone Hugo Wolf en 1888 sobre poemas de Eduard Mörike.
Tras una vibrante y apasionadamente cantada romanza de Rachmaninov (la cuarta de las op. 4), Büren y Díaz se adentraron en el inconfundible universo schubertiano de La bella molinera, ciclo del que se escucharon cargados de atmósfera y evocaciones Am Feirabend y Halt! El broche final llegó alla mahleriana, con ambos artistas embarcados sin complejos y con rigurosos medios en los lieder Das irdische Leben, Urlicht y Revelge, todos ellos de la serie Humoresken, compuesta en 1899 dentro de la gran colección Des Knaben Wunderhorn (El muchacho del cuerno de oro).
Con vigor expresivo y calidez que evocaron las mejores tradiciones de la interpretación mahleriana, la generosidad expresiva, perfecta afinación, carnosidad vocal e interiorizada gestión de las tensiones emocionales se volcaron en un Urlicht (el prodigioso tema que Maher luego tomó para el cuarto movimiento su Segunda sinfonía) que rozó las más elevadas cotas de emoción. La contención en el gesto, nunca exagerado, jamás gratuito o forzado, revelaba la mesura, inteligencia y proximidad de Von Büren con un repertorio cuya cercanía va allá de la circunstancia filológica.
Como remate y contrastado cierre del más que exitoso recital, llegó El Polo, de las Siete canciones populares españolas de Falla. Lo que en antes fue introspección se mutó ahora en canto extravertido, intenso, desgarrado y jondo. Las paredes del Salón Noble del antiguo Casino de Badajoz, cubiertas con románticos frescos del pintor pacense Adelardo Covarsí, temblaron tanto como el público que tuvo la fortuna de disfrutar de esta inesperada soirée musical de cinco estrellas.
Justo Romero
(Foto: Santiago García Villegas)