ÁVILA / Allende el oro de unos sonoros estorninos
Cuando llueve en agosto, llueve miel y llueve mosto. El Festival Internacional de Música Abvlensis terminó el pasado viernes 30 de agosto por la noche en la Catedral de Cristo Salvador de Ávila. Con él, si bien escasa, había llegado la anhelada lluvia y con él marchó el mes de agosto con sus mieles sonoras y sus musicales mostos. Ya hablamos en anterior crítica de los tres primeros días del festival en los que los maestros Paul Hillier y Jordi Casas junto con las voces de Ars Nova Copenhagen y Antica nos transportaron hasta el infinito y más allá con canciones que viajan y permanecen en el alma de los afectos y las pasiones. Ya entonces referimos que si la muerte no nos lo impedía, allí estaríamos para contarlo. Pues bien, para contárselo aquí estamos, con los oídos aún llenos de miel y mosto y ya marchado ese mélico mes de agosto. :
La primera cita de esta segunda mitad de Abvlensis tuvo lugar extramuros el pasado miércoles 28 de agosto en la pequeña Iglesia de San Andrés, un templo románico del siglo XII con especial encanto, en cuya capilla mayor, tenuemente iluminada para la ocasión con azulada luz, parecía levitar el pequeño crucifijo que colgaba de la bóveda. Un efecto extraño que preparaba al espectador para el inusual concierto ceremonial o espectáculo que iba a poder ver y escuchar. En alas del espíritu es el programa que el contratenor valenciano José Hernández Pastor ofreció al público del festival. ¿Quién iba a acudir a un concierto de un cantante que canta a cappella canto llano con voz de mujer? Más que un concierto al uso, se trataba de una vivencia espiritual. De hecho, no hubo aplausos hasta el final. Las melodías que brotaban de la voz del contratenor invitaban al silencio. José Hernández Pastor lleva años practicando la meditación y eso le llevó a investigar en busca de cantos de cariz meditativo en la música occidental que ayudasen a la mente a conectar con el estado contemplativo. Hemos de decir que cumplió con su objetivo. En este concierto ceremonial, Hernández Pastor, completamente vestido de blanco, deambula, apareciendo y desapareciendo, cantando e invitando al silencio con unas melodías que sumergen a quienes las escuchan en un estado de introspección espiritual único. El programa se divide en cuatro partes que vienen a durar un total de 45 a 50 minutos: I La luz: de la esperanza en la certeza, II Nacer, renacer, III El carisma milagroso y IV En a las del espíritu. ¡Toda una vivencia sonora que se nos hizo corta!
La noche siguiente llegó el turno del conjunto portugués O bando de surunyo [en la foto] que nos sorprendió muy gratamente por su excepcional calidad y original repertorio. El recital se celebró en la Iglesia del Real Monasterio de Santo Tomás, de cuyo retablo toma los colores el emblema del Festival Abvlensis. Antes de comenzar la actuación de O bando de surunyo, Oscar Arroyo, coordinador del Centro de Estudios Tomás Luis de Victoria, dijo unas sentidas palabras que nos desvelaron a todos un pequeño secreto. El Plus Ultra que este año habían añadido al nombre de Abvlensis para conmemorar el inicio de la primera circunnavegación Magallanes-Elcano, en realidad era un homenaje a la memoria del tenor burgalés Ricardo Allende (Plus Ultra = Allende), asiduo al festival y fallecido en 2018. Desvelado el secreto, subieron al altar los integrantes de O bando de surunyo, un conjunto formado por cinco voces (dos sopranos, alto, tenor y bajo), laúd y viola de gamba. Presentaban un programa titulado Una ensalada ibérica, un hermosísimo y fascinante recorrido por la música compartida en España y Portugal durante el Siglo de Oro. Hugo Sanches, laudista y director artístico del conjunto portugués, ilustró al público explicando cada una de las cuatro partes del programa: I Del agua y del fuego (con obras de Mateo Flecha “El Viejo”, Duarte Lobo y Manuel Cardoso), II Del amor terrenal (con obras de códices del Monasterio de Santa cruz de Coimbra y del Cancionero de Elvas), III Del amor divino (con obras de Tomás Luis de Victoria y de códices del Monasterio de Santa Cruz de Coimbra) y IV De la condición humana (con obras de Pedro Escobar, de códices del Monasterio de Santa Cruz de Coimbra y de Mateo Flecha “El Viejo”). La interpretación de O bando de surunyo fue de lo mejor del festival. Este conjunto toma su nombre de un verso de la canción A Minino tam bonitio de un códice del Monasterio de Santa Cruz de Coimbra —allí se encuentran dieciséis códices que contienen más de dos mil páginas de música manuscrita, gran parte de ella inédita— y que interpretaron maravillosamente durante el recital. Bando de surunyo significa “bandada de estorninos”. Estos “estorninos” portugueses dignificaron la música ibérica del Siglo de Oro elevándola a poesía sonora, popular, culta y llana. Disfrutaban cantando, conjuntando sus hermosas voces en distintas combinaciones vocales y, lo mejor de todo: nos emocionaron e hicieron disfrutar. ¡Cómo olvidar esa emocionante interpretación de Gaude Maria virgo de Tomás Luis de Victoria! ¡Y esa cadencia de Clamabat autem mulier cananea de Pedro Escobar! Ni una sola de las obras con que nos deleitaron tiene desperdicio. ¡Ni una sola! ¡Y ojalá hubiéramos tenido más! ¡Que nadie se pierda el oro de estos estorninos portugueses y sonoros!
Y llegó la última noche con el Coro de la RTVE (veintitrés voces mixtas) dirigido por Christoph König en la catedral. Para la ocasión, el Officium Defunctorum de Tomás Luis de Victoria, el plato fuerte de la semana… ¡en teoría! Hemos de decir que fue el único concierto del festival que comenzó con retraso, muy probablemente por toda la parafernalia desplegada para la grabación del concierto que eventualmente, al parecer, distribuirá el sello Warner como CD y película. Bien porque las expectativas fueran altas, bien porque nuestro oído no supiera apreciarlo, el caso es que la interpretación nos pareció solo correcta, propia de un coro obviamente formado por experimentados profesionales, pero no nos emocionó por muy buenas que fueran algunas de las cadencias finales. Incluso hubo alguien del público que se levantó a llamar la atención a uno de los técnicos que operaba una grúa con cámara y al que se le oía hablar dando o recibiendo órdenes. No diremos más al respecto. Y dejaremos que quienes eventualmente compren la película juzguen por sí mismos la interpretación. En cualquier caso, la música de Victoria siempre es maravillosa y muy mal tiene que interpretarse para que no suene bien. Sí, el broche lo puso el Coro de la RTVE con Christoph König, pero el oro lo habían puesto otros la noche anterior.
Abvlensis terminó con éxito y volverá en años sucesivos con retos nuevos. Confiamos en que nos lleve Allende el oro de aquellos sonoros estorninos…
Michael Thallium