ARANJUEZ / Scarlatti y María Bárbara, en su hábitat natural
Aranjuez. Teatro Real Carlos III. 5-XII-2020. XVII Festival de Música Antigua de Aranjugez. Andrés Alberto Gómez, clave. D. Scarlatti: Sonatas K 322, 456, 227, 87, 213, 472, 370, 253, 58, 251, 427, 30, 366, 463, 234, 214, 67 y 262.
María Bárbara de Braganza tuvo un trato más prolongado con Domenico Scarlatti que con su propia familia o, incluso, con su esposo, el rey Fernando VI. El músico napolitano llegó a Lisboa en 1720 para convertirse en maestro de la princesa portuguesa, que entonces tenía solo nueve años. En 1729, Scarlatti formó parte del séquito de María Bárbara que se trasladó a Sevilla cuando esta fue a contraer matrimonio con el heredero del trono español. Y en 1733, ambos se instalaron en Madrid, donde Scarlatti fallecería en 1757. Un año más tarde, María Bárbara dejaría de existir en el Palacio Real de Aranjuez. La relación maestro-alumna del principio se convirtió luego en un largo patronazgo y, sobre todo, en una sincera amistad.
Dicen las crónicas que María Barbara era una buena intérprete de clave. Al menos, hasta que la progresiva degeneración de su cuerpo se lo permitió (era tal su obesidad que, al parecer, ya ni siquiera podía cruzar las manos sobre el teclado). Scarlatti compuso 555 sonatas para clave. Tal vez alguna más; pero estas son las que se han conservado. Es un suponer, pero tal vez la princesa y, más tarde, reina tocaría un buen número de ellas. A buen seguro, en Aranjuez, durante aquellas placenteras veladas vespertinas de primavera, cuando la corte española se trasladaba a la localidad ribereña.
No se me ocurre, por tanto, ningún sitio mejor para interpretar estas sonatas que Aranjuez. Lo hizo ayer el clavecinista albaceteño Andrés Alberto Gómez, en el marco del XVII Festival de Música Antigua. Gómez conoce como pocos la música para teclado de Scarlatti. Lleva muchos años explorándola. Hace dos años publicó un magnífico disco en el sello Vanitas con algunas de esas sonatas que rara vez son grabadas o tocadas en concierto. Varias de ellas las repitió anoche, mezclándolas con otras igual de infrecuentes. Parece mentira que con tan desmesurada producción (repito: 555 sonatas), el ramillete con el que se manejan clavecinistas y pianistas no supere la treintena. Sobre todo, teniendo en cuenta la calidad de todas ellas.
En la selección de Gómez, encontramos esos aires folclóricos de los que Scarlatti se imbuyó en las calles de Sevilla o de Madrid, pero también de su Nápoles natal. Igualmente, encontramos sonatas tan contrapuntísticas que hasta el mismo Bach podría haberlas firmado. Fueron dieciocho las incluidas en el programa, interpretadas de un tirón por Gómez, sin más pausa entre una y otra que la de pasar las páginas de las partituras. Un auténtico tour de force, parangonable, en tiempo e intensidad, a unas Variaciones Goldberg. Impresionó el grado de concentración del clavecinista manchego, y su rigor. Apenas falló una nota, en medio de un clima mágico que iba aumentando en intensidad a medida que avanzaba el concierto. Fue un sincero homenaje a María Bárbara de Braganza, a Domenico Scarlatti y a esa relación musical tan fructífera que ambos mantuvieron, por mucho que la gélida noche acabara recordándonos que no estábamos en aquellas felices veladas primaverales de antaño.
Eduardo Torrico