ARANJUEZ / La Ritirata celebra con Brunetti y Boccherini su décimo cumpleaños
Aranjuez. Capilla del Palacio Real. 12-V-2019. XXVI Festival de Música Antigua de Aranjuez. La Ritirata. Obras de Boccherini, Brunetti y M. Haydn.
Dentro del marco del XXVI Festival de Música Antigua Aranjuez, el célebre violonchelista Josetxu Obregón y sus compañeros Hiro Kurosaki (violín) y Herbert Lindsberger (viola) celebraron el décimo aniversario de La Ritirata con una íntima velada de música hecha a medida para el Palacio Real. El programa, de perfecta duración, mostraba un equilibrio admirable: un trío de Boccherini y un dúo para violín y viola de Michael Haydn, entre dos tríos de Gaetano Brunetti.
Contemporáneo exacto de Boccherini que también trabajó para la familia real, Brunetti es uno de los diversos compositores del siglo XVIII afincados en España que hoy gozan de un redescubrimiento muy merecido. Como en la música de Boccherini, se percibe un entendimiento perspicaz del estilo popular español y un dominio absoluto del material. Nos toca esperar una recuperación completa (buscando grabaciones de las obras del concierto, he dado solo con un puñado de discos de cuartetos de cuerda; muy bueno, por cierto, del Schuppanzigh-Quartett en CPO, y sinfonías a cargo del siempre excelente Concerto Köln).
El trío proyectaba una presencia agradable desde el inicio. Kurosaki y Lindsberger tocaban de pie, con Obregón en el centro, y elevado al nivel de sus colegas. Se apreciaba a lo largo del concierto el joie de vivre de Kurosaki, la sobria intensidad de Obregón y la elegancia casual de Lindsberger.
Lamentablemente, la acústica de la Capilla del Palacio Real dificultó una percepción precisa del sonido, hasta el punto que me resulta problemático comentar la primera obra, el Divertimento nº 5 en Mi bemol L 149. Si afectaba a los músicos, no lo aparentaban. Apunté un interesante solo de viola que salió de la masa pastosa de sonido que escuchaba desde la quinta fila, y nada más. No puedo sino fijarme en la imagen de Brunetti y Boccherini buscando sitios en el palacio para una sesión semejante de música cámara, y evitando a toda costa esa capilla.
Mi oído iba acostumbrándose poco a poco, y ya para el trío de Boccherini podía distinguir mejor el diálogo musical. Se notaba que el Trío en Do menor op. 14 nº 2, G. 96 era vehículo personal para el compositor, sobre todo en el primer movimiento. Obregón brilló, despachando ráfagas de tresillos por todo el diapasón, y explorando los registros extremos del violonchelo, rodando arriba y abajo de los otros instrumentos. El tormentoso y pulsante movimiento final extrajo un aplauso entusiástico del público que correspondía a una interpretación de tan magistral naturalidad.
Parece ingenua opinar que entre las excelentes obras apenas conocidas de Brunetti, el Dúo en Do mayor nº 1 MH 335 de Michael Haydn fuera la verdadera revelación del concierto. Todos sabemos del hermano menor de Joseph, pero pocos nos hemos puesto a escuchar con mucha atención las grabaciones de orquestas y coros de segunda fila que evoca su nombre. Kurosaki ofreció una amable introducción de la obra antes de tocar. Habló (creo, porque el eco no me dejaba oír) de un disco que se había grabado recientemente de quintetos de cuerda. Aparte de volver a escuchar el dúo, acabo de escuchar con asombro el disco entero (otro de CPO): Kurosaki había acertado. Los seis dúos son más conocidos por los dos que compuso Mozart a petición de Haydn. Kurosaki y Lindsberger dieron razón a la estima mutua de los dos compositores: el dúo de Haydn me recuerda las muchas veces que Mozart citó, de manera consciente o no, a su amigo (ecos del Divertimento K. 563 o la Sonata para violin K. 526 en esta instancia). De esta audición, mencionaré también un adagio sumamente expresivo, y un rondó de danza campesina germánica, que recuerdan (cómo no) al hermano mayor.
Si bien el primer Brunetti había carecido de cierta coherencia para mí, pude apreciar más plenamente las maravillas de esta última obra del concierto, el Divertimento nº 1 en La mayor L 145. Los intérpretes destacaron un fraseo que se asemejaba al canto de pájaro en el primer movimiento, y subrayaron el drama del tercero, con su chocante sección minore. El público se puso de pie al final, y el trío salió una vez más para tocar un bis perfecto: un tiempo de gavota del Divertimento nº 4 de Brunetti en el que cada músico nos regaló con un solo nítido, terminando con una coda de bajo Alberti en el violonchelo de Obregón, metáfora justa para el líder de La Ritirata, este conjunto de iguales tan excepcional.