ARANJUEZ / Jubilosa matiné bachiana a cargo de la Barroca de Sevilla
Aranjuez. Teatro Real Carlos III. 3-X-2021. XXVIII Festival de Música Antigua de Aranjuez. Orquesta Barroca de Sevilla. Director y clave solista: Alfonso Sebastián. Obras de Bach.
Alguien dijo una vez que la música de Bach es tan buena que lo soporta todo. Tenía razón ese alguien, aunque solo a medias: quedan todavía músicos tan extraordinariamente malos que son incluso capaces de destrozar la música de Bach (aclaración para los malpensados: no es el caso que nos ocupa). Pero si está bien hecha, da igual con qué se haga. Sus obras orquestales —conciertos y suites— se pueden hacer en gran formato (cada día menos, porque desde hace años la situación económica no permite grandes dispendios, al menos en España) o en pequeño formato, y nunca dejaremos de emocionarnos con la magia que encierran esas notas.
Se cumplen los trescientos años del alumbramiento de los Conciertos de Brandemburgo. En realidad, la fecha no coincide con la composición (durante su estancia en la corte de Anhalt-Cöthen, entre 1717 y 1721, sin que nadie pueda ser más preciso) ni con el estreno (ese dato es completamente desconocido), sino con la dedicatoria: Bach agrupó los seis conciertos en una colección, obra cimera del Barroco, y se los obsequió a Christian Ludwig, margrave de Brandemburgo, quizá buscando un contrato más lucrativo que el que tenía con el príncipe Leopold (contrato bien generoso, dicho sea de paso). Pero todo hace indicar que no se interpretaron nunca debido a que a su antecesor, Federico Guillermo I de Prusia, lo único que le gustaba era ir a la guerra, y no sentía el más mínimo aprecio por las artes (todo lo contrario que su hijo, Federico II el Grande, quien, entre guerra y guerra, tenía tiempo para tocar y para componer) y en aquella corte no había orquesta (y, si la había, no estaba en condiciones de tocar música como esta). Las seis partituras autógrafas de fueron a parar directamente a la biblioteca del margrave, hasta que, tras su muerte en 1734, fueron vendidas —no se sabe a quién— por veinticuatro groschen. El manuscrito original —del que no se había hecho copia alguna— fue descubierto en 1849 por Siefried Wilhelm Dehn, quien lo publicó un año más tarde.
La Orquesta Barroca de Sevilla ha querido conmemorar estos trescientos años con una gira por diversas localidades españolas. Algunos se han podido o se van a poder hacer con 17 músicos, que fue la plantilla en la que pensó Bach cuando compuso los Conciertos de Brandemburgo, porque eran los músicos que tenía a su disposición en la corte de Anhalt-Cöthen. Otros conciertos, como en este caso, los ha hecho con menos efectivos: tres violines, viola, violonchelo, contrabajo, clave, flauta travesera y dos flautas de pico. Y, como decíamos al principio, cuando la música de Bach tiene la dicha de caer en buenas manos, el resultado siempre es óptimo. A falta de un mayor volumen orquestal, la Barroca de Sevilla sonó con una transparencia inusitada, ayudada por la buena acústica (al menos para instrumentos, porque para voces ya es otro cantar, nunca mejor dicho) del Teatro Real Carlos III de Aranjuez. Y con una enorme frescura, porque esta música no se marchita nunca. Ni se marchitará.
El director en esta ocasión ha sido uno de los habituales colaboradores de la formación sevillana, el clavecinista Alfonso Sebastián, brillante no solo en su labor concertante, sino también en la solística, ya que brindó una excelente versión del Concierto de Brandemburgo nº 5 (el primer concierto para instrumento de teclado de la historia), solventando sin pestañear la demoníaca cadenza que se halla en el primer movimiento. Antes había sonado la Suite orquestal nº 2 (compuesta también en la etapa de Anhalt-Cöthen), en la cual el que se lució fue Rafael Ruibérriz, tocando el traverso no solo con absoluta seguridad, sino permitiéndose el lujo de ornamentar profusamente en el tercer movimiento. Y antes, a modo de apertura, sonó la que está considerada como ‘Suite orquestal nº 5’ (BWV 1070), que vaya usted a ser de quién diablos es, porque tiene mucho de engendro frankensteiniano: cada uno de sus cinco movimientos parece tener un padre distinto. Y entre eso cinco padres, no hay nada que recuerde a Bach. Ni tan siquiera a su primogénito, Wilhelm Friedemann, al que, en un ataque de osadía, algunos musicólogos se la atribuyen.
La matiné se cerró con el jubiloso Concierto de Brandemburgo nº 4, capaz de resucitar a un muerto, con esa especie de electrizante duelo que establece el violín solista —arropado por los dos violines in ripieno— con las dos flautas de pico. Excelente con el primero Leo Rossi y soberbios con las segundas David Antich (nunca me cansaré de alabar el sonido aterciopelado que es capaz de extraerle a la flauta el valenciano) y Alberto Domínguez.
Hubiera o no motivos para celebrar en este 2021 algún centenario bachiano, lo cierto es que el concierto fue una auténtica gozada, confirmándose que la Orquesta Barroca de Sevilla sigue tocada por una varita mágica.
Eduardo Torrico