ARANJUEZ / Frenesí renacentista a orillas del Tajo
Aranjuez. Capilla del Palacio Real. 18-V-2019. María Cristina Kiehr, soprano. Ariel Abramovich, vihuela. Obras de Vásquez, Da Milano, Willaert, Arcadelt, Segni da Modena y De Rore.
Aranjuez. Capilla del Palacio Real. 19-V-2019. Ministriles de Marsias. Obras de García de Salazar, Francisco de Soto, Cabezón, Correa de Arauxo, Martín y Coll, De Tejada y Caroso.
El Festival de Música Antigua de Aranjuez ha tenido a bien dedicarle un fin de semana a la música del Renacimiento. El sábado, con un concierto intimista que evocaba a aquellas veladas musicales nocturnas que tenían lugar en las habitaciones privadas de reyes y de familias nobles. El domingo, con un concierto altilocuente de ministriles, en una recreación de la pomposa música que pudo sonar en catedrales e iglesias españoles en e las grandes festividades de calendario religioso e, incluso, en las calles de las ciudades durante las procesiones de Semana Santa o del Corpus. Dos programas que acaso sirvieron para recordar el origen del Palacio Real arancetano, mandado edificar en su primera fase por Felipe II, arquetipo de monarca renacentista: inflexible en los campos de batalla y ducho, hasta cierto punto, en los campos de la cultura y la ciencia.
Dos argentinos, la soprano María Cristina Kiehr (residente en Basilea desde hace tres decenios) y el vihuelista —también laudista, aunque aquí no tañó este instrumento— Ariel Abramovich (formado igualmente en Basilea, aunque vive en España desde hace tiempo) llevaron a la Capilla del Palacio el programa de su último disco, Imaginario de un libro de vihuela, en el fantasean sobre lo que pudo ser un ‘octavo libro de vihuela’ escrito como resaca de los siete libros que, entre 1536 y 1576, publicaron en España Luis de Milán, Luis de Narváez, Alonso de Mudarra, Enríquez de Valderrábano, Diego Pisador, Miguel de Fuenllana y Esteban Daza.
El eje sobre el que gira este programa es el compositor pacense Juan Vásquez (c.1500-c. 1560): Abramovich toma de él obras polifónicas y las arregla para voz y vihuela, siguiendo la práctica reduccionista habitual de aquella época. Junto a varias piezas de Vásquez, como las bellísimas O dulce contemplación, Qué sentís coraçon mío, Si no os hubiera mirado o la bien conocida De los álamos vengo, Kiehr cantó, con su inconfundible y cautivador estilo, otras no menos bellas de Adrian Willaert (O dolce vita mia o Se pur ti guardo) y de Jacques Arcadelt (Se per colpa del vostro fiero o Chiare fresche et dolci acque, la cual inspiró a Juan Boscán para escribir su poema Claros y frescos ríos, al que más tarde Mudarra transformaría en canción al ponerle música). Con una luz tenue sobre el escenario, Kiehr y Abramovich fueron desgranando primorosamente estas gemas, con un público arrobado ante tanta e inagotable belleza.
Lo que sucedió al día siguiente fue todo lo contrario: el recogimiento dio paso al desenfreno, no solo por el jaez de la música escogida para este concierto, sino por ese toque un tanto gamberro que le dan siempre a sus actuaciones los Ministriles de Marsias (Paco Rubio, corneta; Quim Guerra, chirimía y bajoncillo; Fernando Sánchez, bajón; Simeón Galduf, sacabuche, y Javier Artigas, órgano). Por momentos, lo que se vivió en la Capilla fue lo más parecido a una jam sesión; sin jazz, por supuesto, sino con obras de Antonio de Cabezón, de Juan García de Salazar, de Francisco Soto o de Francisco Correa de Arauxo (algunas, claro, interpretadas al órgano solo). Para subir la temperatura del recinto y el entusiasmo del público, los Ministriles de Marsias se (nos) trasladaron del Renacimiento al Barroco, con algunas de esas composiciones que aparecen en los libros recopilados por Antonio Martín y Coll (Tamborilero) y por Francisco de Tejada (Gitanilla, Zambomba, Marizápalos y Folías de España) y que inevitablemente invitan al baile, para acabar con una alucinante versión de los Canarios de Fabritio Caroso.
Antes, los Ministriles de Marsias habían recibido, por la mañana, a una buena parte del público, que viajó desde Madrid hasta Aranjuez en el famoso Tren de la Fresa y, ya por la tarde, ofrecieron tres breves conciertos, dos de ellos en los jardines del Palacio y otro, en la Escalera Principal de este. Es una lástima que este repertorio de ministriles, tan vinculado al glorioso pasado musical español, apenas tenga cabida en los grandes escenarios modernos, porque cuando está bien hecho —como es el caso que nos ocupa— proporciona una cascada de satisfacciones a quien tiene el privilegio de escucharlo.