ARANJUEZ / El rey Felipe V danza
Aranjuez. Palacio Real. 26-IX-2021. XXVIII Festival de Música Antigua de Aranjuez. Delirivm Musica (Beatriz Amezúa, violín; María Alejandra Saturno, viola da gamba; Jorge López-Escribano, clavecín; Ramiro Morales, guitarra; Juan Portilla, flauta y dirección). La Floreta (Jaime Puente y Guillaume Jablonka, bailarines, Diana Campóo, bailarina y coreógrafa). Obras de Hotteterre, Marais, Campra, Jacquet de la Guerre, De Murcia, Sanz, Nebra, Corbetta, Purcell et al.
Tras perpetrar en 1996 la película Farinelli, il castrato (muy exitosa en cuanto a la taquilla, eso sí), el cineasta belga Gérard Corbiau quiso aprovechar el tirón y dirigió, cuatro años más tarde, Le roi danse (literalmente, El rey baila, aunque el título fuera estúpidamente traducido en España como La pasión de rey, pues se supone que la palabra pasión aporta siempre una buena dosis de morbo). Le roi danse fue lo que literalmente se califica un truño. Con escenario y vestuario espectacularmente versallescos, sí, pero un truño. Con el filme, Corbiau pretendía describir la obsesión (a veces enfermiza) que Luis XIV sentía por la danza. Se salvaba una bella banda original, con música casi toda de Lully, interpretada por la irremplazable Musica Antiqua Köln de Reinhard Goebel.
La roi danse o, mejor, El rey baila podría haber servido también de título a este magnífico espectáculo presentado por el Festival de Música Antigua de Aranjuez, al que ha preferido dársele el más descriptivo epígrafe de Danzas para dos reinas: María Luisa de Saboya e Isabel de Farnesio. Es decir, las esposas de Felipe V de España, nieto de aquel Luis XIV. Gracias el ímpetu mostrado por el movimiento historicista en nuestro país en las dos últimas décadas, hemos sabido cuáles eran las músicas que sonaban en aquella España del primer Borbón que padecimos. Y nos ha quedado muy claro, porque así se nos ha presentado, que a Felipe V, en sus episodios de melancolía (que hoy, técnicamente hablando, no se calificarían de melancolía, sino de bipolaridad), lo único que le agradaba era que el castrato Farinelli (sí, el de la película de Corbiau) le cantara en sus aposentos las mismas arias noche tras noche, semana tras semana, mes tras mes, año tras año…
Sin embargo, nada se sabe (o nada se sabía, hasta hace poco) sobre el aprecio o el desprecio que Felipe V, como descendiente del Rey Sol, tenía por la danza. Gracias a la investigaciones de Diana Campóo, directora de la compañía de danza La Floreta (entre otras muchas ocupaciones), ahora sabemos que Felipe V también sentía, como su abuelo, pasión por la danza; que fue sabiamente instruido en esta arte en la corte Versalles y que se le daba bastante bien bailar (alguna virtud debía de tener el hombre, digo yo), todo lo cual contribuye a desterrar esa falsa visión de que al monarca solo le gustaba lo que le cantaba Farinelli, pues en las residencias reales (especialmente, en La Granja de San Ildefonso) se organizaban con frecuencia espectáculos en los que música y danza iban de la mano, y en los cuales participaba de manera activa el rey.
Danzas para dos reinas: María Luisa de Saboya e Isabel de Farnesio (Saraos, bailes y minuetes en tiempos de Felipe V) es un encargo de Patrimonio Nacional a Juan Portilla, director de Delirivm Musica, y a Diana Campóo, estrenado el pasado verano en La Granja y reeditado ahora en el Palacio Real de Aranjuez. En concreto, en el Patio de Caballos, dato que no es baladí, porque esa parte del palacio fue manda construir en tiempos de Felipe V. Musicalmente contiene obras de autores franceses (Hotteterre, Jacquet de la Guerre, Marais, Destouches, Campra…) y españoles (Sanz, De Murcia, Nebra…), pero también de un inglés que, en cuanto a música, fue más francés que los franceses (Purcell) y de italianos que trabajaron en lo que eran posesiones de la Corona española en aquella península (Falconieri) 0 que estuvieron en la corte de Versalles (Corbetta, que llegó a ser profesor de guitarra española de Luis XIV). Con ello se pretende (y se consigue) demostrar que la influencia de lo francés en España fue igual de intensa que lo que antes había sido la influencia de lo español en Francia (el gusto por lo español se acrecentó en la corte de París y, luego, en la de Versalles porque las esposas de Luis XIII y Luis XIV eran españolas: Ana de Austria y María Teresa de Austria).
Con ser bueno ese aspecto musical (que lo es y mucho, no solo en la selección de las obras, sino en cuanto a la interpretación), la danza se lleva en esta ocasión la palma, gracias al profundo conocimiento histórico y el buen hacer de Diana Campóo y sus dos colaboradores (Jaime Puente y Guillaume Jablonka). Más allá de que sirva para comprobar que a Felipe V le placía esta arte, lo que sirve es para constatar qué tipo de danzas eran las que se estilaban en aquella España de principios del XVIII, lo que equivale a decir que aquella Europa, porque la danza francesa conquistó todo el continente (las danzas que se trajo de Viena el archiduque Carlos, rival de Felipe V en la Guerra de Sucesión, eran prácticamente las mismas).
Eduardo Torrico