Antonio Pappano: “Me siento al principio de una nueva etapa en mi carrera”
El vínculo que une a Antonio Pappano con la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia no es sólo de larga duración —es su director musical desde 2005—, sino también profundo desde el punto de vista humano: se desprende de cómo sus músicos le saludan y le hablan, entre bastidores, y también del extraordinario entendimiento musical que tienen entre ellos. Por otra parte, Pappano es un hombre que ama la fidelidad musical, puesto que lleva aún más tiempo (2002) desempeñando el mismo cargo en la Royal Opera House de Londres. Ópera y repertorio sinfónico, pues, además del compromiso nunca abandonado con el piano, y una carrera discográfica excepcionalmente intensa, sobre todo para los estándares actuales. A sus 60 años, Pappano tiene la sensación de haber comprendido, quizá por primera vez, los verdaderos fundamentos éticos de su profesión: la reconquista de la batuta es el aspecto visual más evidente de este proceso.
Su primer concierto con la Orquesta de la Academia Nacional de Santa Cecilia se remonta al 28 de abril de 2002 y desde 2005 es su director musical. ¿En qué ha cambiado la orquesta durante este período?
Para contestar plenamente a esta pregunta es necesario destacar el cambio de lugar en donde la orquesta toca, de Via della Conciliazione al Parco della Musica: esta circunstancia ha dado una nueva dimensión a las actividades. El trabajo de mis predecesores ha sido verdaderamente óptimo, y más si consideramos que se habían visto obligados a trabajar en una sala, el Auditorio Pio, acústicamente problemática, donde falta brillantez e inspiración; el sonido había que crearlo cada vez. Cuando empezamos a colaborar, la orquesta era —lo digo con el máximo respeto— como una ‘bella durmiente’: el talento estaba ahí, pero faltaba la italianidad, la identidad colectiva. En estos años, han entrado muchos músicos jóvenes, se ha abierto una ventana en la que he podido contratar a varios de ellos: el trabajo técnico, la elección del repertorio y mi relación con los músicos, así como nuestro crecimiento en paralelo, han marcado la diferencia. Usted conoce mi trayectoria: siempre he vivido en el mundo de la ópera; hasta 2005 había dirigido sólo teatros y orquestas de ópera, por lo tanto era una primera vez también para mí. Mi objetivo era plasmar una vitalidad, una comunicatividad de la expresión musical: todo esto es mucho más evidente hoy, hay más colores, más energía, más ganas. Cuando llegué, Santa Cecilia ofrecía un concierto fuera de su sede de vez en cuando, mientras que ahora hacemos muchas giras: un hecho decisivo para el crecimiento de la orquesta, porque cada pequeño ensayo que se hace en salas nuevas permite pulir los detalles, mejorar con respecto al concierto del día anterior, para alcanzar un resultado, si no definitivo, sí cada vez más convincente a nivel técnico y musical.
Y luego están las grabaciones, muy numerosas…
Es cierto, porque Santa Cecilia ha estado históricamente ligada al mundo del disco, pero, antes de que yo llegase, llevaba muchos años sin hacer nada en ese ámbito, especialmente en estudio, que es otro mundo: tengo mucha experiencia en las grabaciones de estudio, sé cómo gestionar los imprevistos, pero para muchos músicos se trataba de su primera experiencia. Y luego se ha renovado la relación con los cantantes, que hace a la orquesta más reactiva, preparada para seguir la palabra y el ‘instinto’ que cada palabra estimula.
Se ha conseguido mucho. ¿Qué falta todavía en sus proyectos con la orquesta?
Ante todo, es preciso mantener el orgullo de la calidad alcanzada, ratificándola tarde tras tarde; otras cuestiones tienen que ver con el repertorio. Pero lo que estoy buscando sobre todo es una residencia estival para la orquesta, un lugar, en Italia o en el extranjero, donde concentrar las energías, dar vida a un festival siguiendo el modelo de Tanglewood o Ravinia (¡pero más pequeño!).
El pasado 6 de marzo salió al mercado en Sony Classical su registro de Otello. El reparto empareja a un divo contrastado, Jonas Kaufmann, con una joven promesa, Federica Lombardi. ¿Cómo fue la grabación?
El periodo de la grabación fue muy positivo y creativo: utilizo este término porque, pese a que cada día en el estudio está cuidadosamente planificado, todo depende del estado de las voces y, por lo tanto, estábamos listos para cambiar nuestros planes de grabación sobre la marcha según las sensaciones que percibíamos. La orquesta ha estado fantástica: no teníamos ninguna relación previa con la partitura, pero es una música italiana del más alto nivel. Su fantasía se ha visto estimulada al máximo, y yo no me he cansado nunca de empujarlos. (…)
Nicola Cattò
[Foto: Musacchio & Ianniello]
(Comienzo de la entrevista publicada en el nº 361 de SCHERZO, de abril de 2020)
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