Antonio Moral: “El Festival de Granada no es solo un festival para Granada, es un festival para el mundo”
No necesita presentación, y menos para los lectores de una revista que él mismo fundó hará pronto cuarenta años. Hablo con Antonio Moral vía telefónica el 1 de mayo, día festivo, mientras descansa un par de jornadas en su localidad natal de Puebla de Almenara (Cuenca). Falta poco más de un mes para que dé comienzo la septuagésima tercera edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, quinta y última de las que él ha programado.
Lo hemos visto las últimas semanas presentando el Festival en Londres y en París, y faltan algunas ciudades más…
Pasado mañana estaré en Toulouse, porque nos visita su orquesta y querían que estuviese, y el día 8 vamos a Viena.
¿Es una de las asignaturas pendientes del Festival, su internacionalización?
Absolutamente. Era uno de mis primeros objetivos y así lo dije el día de mi primera rueda de prensa, en el bar El fútbol, donde se comen los mejores churros de Granada. Allí dije que mi objetivo principal era devolverle al festival el esplendor que tuvo antaño, y la internacionalización era un primer paso, porque en los años 60-70, sobre todo, y hasta mitad de los 80, este fue un festival verdaderamente internacional, lo era en el sentido de que los artistas que se acercaban a Granada en aquel tiempo no se podían comparar con los que iban al resto del país… Allí veías a Karajan con la Filarmónica de Berlín, o a Celibidache con la orquesta de Stuttgart y luego la de Múnich, a Blomstedt con la Staatskapelle de Dresde, a Barenboim con la de París, recitales con Schwarzkopf, con Jessye Norman o Gundula Janowitz, y por supuesto a los grandes pianistas, Rubinstein, Brendel… En fin, había un desfile de grandes figuras y tenía bastante repercusión. Luego, por una serie de circunstancias, hacia el 85, cuando el Festival pasó a manos del Consorcio (porque desde el 52 al 85 estuvo regido por el Ministerio de Cultura; de hecho se programaba desde el ministerio, toda la gestión la hacían ellos), entró en una línea más conformista. El Consorcio se crea después de la dirección de Martín Moreno, que hizo tres años estupendos, e inmediatamente empieza a reivindicarse lo nacional, lo local, y a mi modo de ver, el Festival perdió mucho. Porque el Festival de Granada no es un festival para Granada, es un festival para el mundo, tiene unas condiciones que no tiene ningún otro festival en el mundo.
¿Qué puede ofrecer Granada de singular respecto a los grandes festivales internacionales?
Los espacios, sin duda. El hecho de que se haga en espacios tan extraordinarios como la Alhambra y su entorno (la danza en los Jardines del Generalife; los conciertos sinfónicos, en el patio de Carlos V; los conciertos de cámara y recitales de canto o pianistas y solistas, en el patio de los Arrayanes) es algo único porque los grandes festivales suelen tener lugar en sitios monumentales, patrimonios de la Unesco. En Salzburgo la ciudad es estupenda, pero los conciertos y las óperas se desarrollan en teatros de los años 70, sin ninguna particularidad. Una vez estás en una ciudad, cada una con su idiosincrasia, los teatros y los auditorios son todos muy parecidos, sobre todo los modernos. Lo que hace realmente diferente al Festival de Granada es que se hace en lugares excepcionales, bellísimos y que encima suenan bien, porque el patio de Carlos V tiene una acústica sorprendentemente increíble, que va contra todas las leyes de la acústica. En el Generalife hay que amplificar porque es un sitio completamente abierto y además el foso que había lo arruinaron hace unos años al colocar unas fuentes delante del escenario, con unos chorritos estupendos, que ponen antes y después de la función. Pero no sé qué sentido tienen unas fuentes cuando hay un espectáculo, como si no hubiera fuentes en la Alhambra. Esas obras arruinaron el foso, lo hicieron mucho más profundo, lo acortaron y, aparte de que no suena y hay que amplificarlo, se da la paradoja de que si el director ve los pies de los bailarines la orquesta no lo ve a él, y si él se coloca para ver a los músicos y que los músicos lo vean, no puede ver el escenario y por tanto los pies de los bailarines. Un desastre total. Espero que se vuelva a reformar ese foso, ya lo he hablado con el nuevo director de la Alhambra y sé que hay un proyecto para volver a cambiarlo, espero que se haga.
“Que el Patronato hubiera aceptado convertirse en Fundación
es un factor importante que habría tenido en cuenta para renovar”
Me habla de dos grandes festivales como son Salzburgo y Aix-en-Provence. Nos quedan lejos en casi todo, ¿en qué liga juega Granada?
Aix-en-Provence reúne unas características muy parecidas a las de Granada, porque es una ciudad con los mismos habitantes más o menos, situada en el sur de Francia como Granada lo está en el sur de España, que además es una ciudad universitaria y monumental, hay muchos parecidos entre las dos ciudades. Aquel es dos años más antiguo que el Festival de Granada y de hecho Antonio Gallego Burín, el alcalde que promovió este festival, estuvo en Aix-en-Provence, y pensó que como en Granada estaban los conciertos del Corpus aquello era trasladable a su ciudad. Que por cierto una de las cosas que no se han hecho bien en Granada es la de empezar a contar desde que en realidad se inició el Festival, que fue en 1883, hace 141 años, con independencia de que el festival cambiara luego de denominación o de dueño. Pues el Festival de Aix-en-Provence tiene 26 millones de euros de presupuesto. El de Granada tiene este año un presupuesto de unos 4.100.000 euros. Allí se hace ópera, nosotros no, pero es que con nuestro presupuesto no podríamos hacerla. Y no vamos a hablar del Festival de Salzburgo que está en 65 o 66 millones. ¿En qué liga juega Granada? Pues dentro de la primera división de los festivales es el Girona, que con un presupuesto modesto está haciendo cosas a un nivel importante. Somos el Girona de los festivales de música clásica en el mundo.
Este año el Festival alcanza los 116 espectáculos en 33 días. ¿Era también uno de sus objetivos, hacerlo más grande?
Es que estaba infrautilizado. Con un equipo de once personas que trabaja todo el año no puedes estar haciendo tres semanas escasas de Festival como se hacía antes. Todos los festivales de estas características duran como mínimo un mes. Hasta la Quincena Donostiarra dura un mes. El Festival de Salzburgo dura mes y medio, el de Aix-en-Provence, casi cuatro semanas. Está claro que si quieres hacer un festival con una idea, un leitmotiv, necesitas tiempo para desarrollarlo, con conciertos y proyectos en torno a esa idea. Si lo que quieres es traer sota, caballo y rey, tres orquestas de prestigio y otras cuatro españolas, tres o cuatro grandes intérpretes y cuatro compañías de danza, que era el festival de antes, eso lo solucionas en tres semanas. Pero un festival tiene que ser algo más, tiene que tener otro objetivo, otras miras, tiene que intentar tener una identidad propia y una argumentación en cada edición. Este año estamos trabajando sobre la ciudad de Viena. Viena, punto de encuentro, porque es el bicentenario de Bruckner, que, desde mi punto de vista, representa la gran forma sinfónica con esas arquitecturas sonoras casi catedralicias. Y lo contrastamos con esa pequeña forma, ese minimalismo de las obras de Schubert, las sonatas, los últimos cuartetos, los lieder, la música de cámara en general. Planteamos ese juego de enfrentar a dos compositores, ambos austriacos, uno nacido en la propia Viena y el otro nacido muy cerca, pero que además vivió en Viena muchos años. Durante tres siglos Viena fue la gran capital de la música, la ciudad por la que ha pasado todo el mundo. No solo Mozart y Haydn, quienes convirtieron a Viena en el foco de la música europea. Es que allí estuvieron Schubert, Schoenberg, la familia Strauss, Webern, Berg, Krenek, Zemlinsky, más recientemente Cerha. Es que en Viena vivieron y murieron y están enterrados compositores tan importantes como Vivaldi, al que todo el mundo relaciona con Venecia, pero murió en Viena. Estuvieron Gluck, Beethoven, Brahms, Bruckner, Hugo Wolf, Mahler, Ligeti… un sinfín de compositores. Por eso, jugar con la idea de Viena era una idea muy interesante. Y una vez que juegas con eso y tienes la suerte de poder tener este año a la Filarmónica de Viena, que vendrá por primera vez al Festival, y contar con otra orquesta con residencia en Viena, que es la Gustav Mahler, la mejor orquesta de jóvenes del mundo, porque se nutre de orquestas de jóvenes de todos los países, en nuestro caso la Jonde, y este año tenemos a 22 o 23 músicos españoles, todo eso otorga al Festival una entidad y un contenido. Si además la Mahler la dirige Kirill Petrenko, que es el director de moda más importante del momento, eso es una gran noticia para Granada. Petrenko sólo dirige a la Filarmónica de Berlín, y a eso añade, una vez al año, a la Filarmónica de Viena, y alguna salida para dirigir ópera —ahora en octubre, por ejemplo, irá a la Scala de Milán— pero no dirige más orquestas. Que haya aceptado hacer esta gira con la Mahler donde además por primera vez va a hacer una sinfonía de Bruckner, en este caso la 5ª, es importante. Él siempre hace Mahler, pero la Filarmónica de Berlín va a abrir con la 5ª, por el Año Bruckner, y la va a pasear por todos los grandes festivales de verano: Salzburgo, Londres, Lucerna… En otra gira posterior irá a Estados Unidos, Nueva York, Chicago y Boston. Es muy interesante ver en Granada a un director de la talla de Petrenko, y además tendremos la suerte de que será el último concierto de la gira, con lo que tendrá ya madurado el concepto bruckneriano.
El Festival ha crecido en estas cinco ediciones y por tanto el presupuesto, pero ¿cómo lo ha hecho?
El presupuesto se sostiene en tres pilares: instituciones, taquilla y patrocinio. La aportación de las instituciones es prácticamente la misma desde 2010, 1.716.000 euros. Las únicas subidas fueron las de la Diputación hace dos años, que subió de 150 a 180.000 euros y este año el Patronato de la Alhambra, gracias al compromiso con el Festival de su actual director, Rodrigo Ruiz Giménez, nos han aportado 75.000 € adicionales, para coproducir el concierto de la Filarmónica de Viena. En cambio, tanto la taquilla como el patrocinio han crecido exponencialmente. En 2020, cuando llegué a Granada manejamos un presupuesto de 2.650.000 euros, de los que 1.670.000 euros eran de aportación institucional; de hecho, fueron las instituciones quienes sostuvieron el festival, sin ningún recorte. El patrocinio en aquel año fue de 492.000 euros, a pesar de la crisis, y la taquilla, 475.000, porque sólo se podía vender el 50% de los aforos. En el 21, en condiciones muy similares a las del 20, subimos el presupuesto a 2.860.000 euros: la aportación de las instituciones fue la misma, el patrocinio, prácticamente el mismo, 494.000 frente a 492.000, pero ya subimos la taquilla, porque pudimos tener en vez de un 50 % un 60 o 65 % de aforo, y ya la subimos hasta los 660.000 euros. El gran salto lo dimos en el año 22, que ya pasamos a un presupuesto de 3.400.000 euros, con la misma aportación de las instituciones, pero el patrocinio creció en unos 100.000 euros y los ingresos de taquilla llegaron a 1.125.000 euros. Y el año pasado batimos todos los récords en la historia del Festival, con unos ingresos de taquilla de 1.424.000 euros, con casi 700.000 de patrocinio y unas aportaciones de las instituciones de 1.900.000, ya que hubo un patrocinio extraordinario del Turismo Andaluz de la Junta de Andalucía de 200.000 euros, que nos vino muy bien porque nos posibilitó hacer una campaña internacional para presentar el Festival en varias ciudades europeas, no sólo a los medios musicales, sino a los agentes turísticos. De esta manera, de un presupuesto de 2.650.000 euros, que teníamos en 2020, pasamos el año pasado a 4.340.000 euros. El Festival ha aumentado su presupuesto en un 64 %, gracias a los recursos propios. Y esto nos ha permitido doblar la programación con las mismas aportaciones públicas, pero doblando los recursos propios. Este año el patrocinio, por primera vez en la historia, va a superar el millón de euros, en lugar de estar en torno a los 700.000, sumando los patrocinios privado y público (el Turismo Andaluz, organismo público de la Junta de Andalucía, a través de fondos Feder, nos dará por segundo año consecutivo una aportación extraordinaria de 180.000 euros). Creo que esta es la fórmula ideal para que el festival en el futuro pueda mantener una financiación equilibrada, pero las instituciones tienen que subir progresivamente su aportación. Este año las instituciones pondrán 1.716.000 euros, un 2,67 % más que en 2020 (y un 47,5 % menos que en 2010), lo que representa un 42,6% del total. El patrocinio privado y público ha llegado a 1.064.000 euros, que representa el 26,4 % del total del presupuesto y la taquilla la hemos estimado por prudencia en 1.200.000 euros, que supone casi un 30 %, aunque creo que sacaremos más. Así que estamos hablando de un presupuesto en torno a los cuatro millones cincuenta mil euros, cifras que doblan las que teníamos cuando llegué al festival en 2020.
Coge el Festival a principios de 2020, estalla la pandemia y tiene que cambiar todo sobre la marcha…
Me incorporé el 9 de enero, el 4 de marzo estábamos presentando un festival en Granada que tuve que terminar de hacer porque Pablo Heras-Casado lo dejó incompleto, el 10 lo presentamos en Madrid, y ese fue el último acto público que se hizo en Madrid. Aquel día era el concierto de las víctimas del terrorismo, que dirigía justamente Heras Casado. Cuando terminó la presentación nos dijeron que se había suspendido el concierto de Pablo con público, sólo se grabó para televisión. Y me encontré con un festival en las manos con el que no sabía qué hacer, nadie sabía qué podía hacer con sus proyectos ni con nada. A finales de abril el presidente del Gobierno anunció aquellas fases de la desescalada: en el mes de junio podrían empezar los espectáculos al aire libre con un 50% de ocupación y un máximo de 800 espectadores, y el 1 de mayo me puse manos a la obra, hace de esto exactamente cuatro años. Empecé a llamar a todo el mundo, hablé horas y horas por teléfono, y ocurrió un detalle muy simpático porque por la tarde me fui a dar un paseo y a comprar el periódico, y cuando volví a casa miré por curiosidad lo que había andado y el móvil daba 13 kilómetros, pero eso era imposible, mi paseo fue como mucho de 3 o 4, así que me había hecho casi diez kilómetros por el pasillo de mi casa mientras hablaba por teléfono.
Ante las restricciones apostó por los pianistas y aquello impresionó al mundo. Porque Granada fue el primer festival que abrió tras la pandemia y con una nómina de pianistas incomparable.
Un crítico tan exigente como Norman Lebrecht dijo que era el mejor festival de piano de ese verano y de muchos veranos. Es que no podíamos traer ni orquestas ni ballets, solo solistas. Y nos sacamos las nueve sinfonías de Beethoven con orquestas españolas, que estuvo muy bien, porque lo conseguimos. A la vez me percaté de que teníamos una oportunidad de oro, porque todo el mundo llevaba tres meses sin hacer nada y con una agenda en blanco, porque todo estaba cancelado. Yo llamaba y me preguntaban, pero tú estás seguro de que vamos a poder hacer el concierto, y yo les respondía a todos lo mismo, no, seguridad no tiene nadie. Pero teníamos que marcar unas pautas, y apostamos, si luego los conciertos no se podían hacer pues no se hacían y punto. Y al final no hicimos una versión reducida, sino ampliada, en lugar de diecinueve días, treinta y dos, con 76 actuaciones.
Eso sin sus contactos, imposible…
Sin no tienes un contacto personal con los artistas no es nada fácil. Tienes que llamar personalmente a cada uno, sin intermediarios. Llamé por ejemplo a Krystian Zimerman, porque yo sabía que se le habían caído todos los proyectos, incluidos los cinco conciertos de Beethoven en gira por cinco ciudades, porque luego los iba a hacer con el Concertgebouw en otoño. Lo llamé y estaba desolado. Le ofrecí hacerlos en Granada en junio con la Orquesta de Granada. Me pidió tiempo para ensayar y estuvo aquí 15 días trabajando para hacer tres conciertos. Se trajo a la concertino que él quería e hizo los cinco conciertos y además por primera vez se puso delante de una orquesta dirigiendo con batuta la 4ª sinfonía de Beethoven, que me faltaba para completar la integral: se lo ofrecí, estuvo dudando un rato, pero se animó y lo hizo. Vino Argerich, que llevaba cuarenta años sin pisar el Festival, vinieron Sokolov, Levit, que se presentaba en España, Leonskaja… Vino Barenboim, que en principio no estaba, pero lo pidió él porque estaba en Málaga, y además tocó gratis; pero tuvimos que hacer encaje de bolillos para meterlo porque estaba todo hecho, tuvimos que cambiar el concierto de Bertrand Chamayou y adelantar el suyo a las nueve de la noche, le dijimos además que su concierto no podía durar más de una hora y media porque después había un recital con Miguel Poveda en el Generalife, que lo retrasamos media hora. Y Barenboim tocó las Variaciones Diabelli, igual que en su debut en el Festival en 1980, un programa que luego hizo en Salzburgo, igual que repitieron Levit o Argerich, porque Salzburgo fue el único festival que, quince días después de nosotros, anunció que se haría, aunque hicieron una versión reducida.
Desde el punto de vista de la programación, ¿qué se queda sin hacer, que le hubiera gustado hacer y no ha sido posible?
No me voy con sensación de dejarme cosas, aunque sí me hubiera gustado hacer alguna ópera en condiciones.
Para eso Granada necesita una infraestructura que no tiene, imagino.
Necesita un teatro. Hemos hecho ópera semiescenificada, con iluminación y vestuario. En el Carlos V no podemos poner ni un clavo, por lo que no se puede hacer ópera de verdad. Pudimos hacer el año pasado la producción de El retablo de maese Pedro de la compañía Etcétera, porque eso lo hice yo para el Real y se pensó para poder viajar con ella y encajaba muy bien en el Carlos V. Para el 70 aniversario pensé en una producción bastante sencilla de la Deutsche Oper de Berlín del Sueño de una noche de verano de Britten, y mi idea era abrir con esa producción, porque era muy minimalista y no había que colgar nada, y el Carlos V podía acogerla perfectamente. Pero no la pudimos hacer por la pandemia, como tampoco pudo estar el Ballet de Hamburgo, que hacía El sueño de una noche de verano, que era el leitmotiv de ese año.
Teniendo Granada una infraestructura como el Auditorio Manuel de Falla, con una acústica espléndida, ¿por qué el Festival programa tan pocos conciertos allí?
Porque el público de Granada no quiere ir, les gusta la idea antigua de los festivales al aire libre y el calorcito. Y el Manuel de Falla lo tienen todo el año. Tiene una acústica excelente y yo haría allí ocho o diez conciertos, pero la gente no va. A pesar de eso, lo sigo manteniendo.
El público de Granada es sensible a los conciertos en el Carlos V, a la danza en el Generalife… En sus programaciones aprecio un esfuerzo por potenciar la cámara, el lied, que al público del Festival le suele costar más.
Sí, le cuesta mucho. Pero un festival que se precie tiene que tocar todos los palos, si no, se queda cojo. Tenemos espacios sensacionales para música de cámara, como el Patio de los Arrayanes, el de la Universidad, el de los Mármoles, el de los Inocentes, algunos con acústica extraordinaria como el de los Mármoles… Pero lo cierto es que la música de cámara en Madrid, en Sevilla, en Salzburgo o donde sea no es un género de masas, es para un público específico, entendido. En Granada no teníamos tradición alguna de música de cámara, se programaba algún concierto de algún cuarteto, y no hablo de grandes solistas, que eso es otra cosa. Había algún botón de muestra, pero no había ningún ciclo como tenemos ahora de quintetos, cuartetos, tríos, lieder, aunque cuesta mucho que el público venga. También estamos hablando de aforos de 300 personas. Sin embargo, el Patio de los Arrayanes se llena pongas lo que pongas, porque la gente quiere ir ahí. Este año tenemos dos conciertos de Paul Lewis en los Arrayanes y otros dos en el Patio de los Mármoles haciendo la integral de las sonatas de piano de Schubert. Pues ahora mismo los conciertos de los Arrayanes están prácticamente llenos y los de los Mármoles a la mitad. Cuesta, sí, pero tenemos que tener música de cámara y prestar atención a la música actual, a la que se le había dado la espalda. Este año, está Sánchez-Verdú como compositor residente. El año pasado fue Tomás Marco. En 2021 fue George Crumb, del que programamos sus trece obras relacionadas con Granada y Lorca. Fue un hito reunir todo ese repertorio en un solo festival, justo seis meses antes de morirse. Él no pudo venir a Granada, porque no estaba ya en condiciones de viajar, pero me dijo: “Me puedo morir tranquilo al ver que se ha hecho toda la obra relacionada con Granada, una ciudad que me fascina, y al ver que se ha hecho toda en un Auditorio que usted me dice que es de la Fundación Lorca. No puedo pedir más”. Aquello fue emocionante.
Si el Patronato hubiera aceptado convertirse en Fundación, ¿habría renovado su contrato?
Hubiera sido uno de los factores importantes que hubiera tenido en cuenta para renovar el contrato.
¿Ha sido la causa principal para no seguir?
Sí, hay varias, pero esa pesa mucho porque hay una cosa que está clara: el hecho de disponer de una fundación permite una capacidad de crecimiento muy notable, porque ahora el patrocinio, que ha superado el millón de euros, no puede desgravarse ni un euro. En la nueva ley de fundaciones, que está a punto de salir, se contemplan desgravaciones de entre el 40 y el 70 %, y los patrocinadores no se van a poder beneficiar. Y luego la agilidad que tiene una fundación a la hora de gestionar el festival es mucho mayor que la de un consorcio, porque te da mucha más libertad y autonomía. Ninguna institución, por unas u otras razones, quiere hacerse cargo de adscribir la fundación, y llevamos cinco años con esto. Desde el primer día lo intenté, como hice en Cuenca nada más llegar. La Semana de Música Religiosa de Cuenca era un patronato igual que el de Granada. En tres meses hubo voluntad política y se hizo una fundación, y sigue teniéndola. Con el Festival de Almagro pasó lo mismo; en ese caso se adscribió al Ministerio de Cultura. Y aquí el Ministerio dijo que no, porque de alguna forma era centralizar algo que estaba descentralizado. Es una opinión. Y a la Junta de Andalucía Hacienda no le permite crear nuevas fundaciones, porque han tenido malas experiencias. El alcalde anterior, Paco Cuenca, mostró interés por adscribir el Festival al Ayuntamiento como fundación, pero eso suponía hacer un desembolso económico y aportar más que el resto de las instituciones, aunque hubiera sido un euro. Y el Ayuntamiento tiene problemas económicos y no podía doblar su aportación. Así que unos por otros, cada uno con su problemática, que yo respeto, no se ha podido hacer. Estoy convencido de que Granada terminará siendo una fundación porque es la única forma. Y cuando salga la ley de patrocinio estará muy claro porque son las mismas empresas las que nos reclaman todos los días esta fundación para poderse desgravar, que es algo lícito y lógico.
El Festival de 2025 no puede ser ya más que un festival de transición, ¿no?
Será un festival de transición, no puede hacerse ya un festival como el de este año, es imposible. Porque el festival de este año lleva preparándose desde hace tres. No te puedes traer a la Filarmónica de Viena o la gira con Petrenko o Mäkelä con la Orquesta de París: estos son proyectos que vienen como mínimo de dos años atrás.
La Filarmónica de Viena pasa por Sevilla. Ese tipo de colaboraciones apenas se ha probado en Granada, pero parece una fórmula interesante…
Es fundamental. Cuando la Filarmónica de Viena decidió que venía teníamos un problema, porque se tenían que desplazar al sur de la península y solo tenían un programa, porque Viotti hacía el último programa en Viena y no podían montar un segundo programa en gira, porque es la primera vez que dirigía la orquesta. Ellos eran reticentes a venir a España para hacer solo un concierto. Por eso llamé a Javier Menéndez, al que le pareció una idea estupenda para clausurar la temporada del Maestranza. A los vieneses les encantó la idea. Y hubo suerte, porque Montecarlo que iba a ser el concierto anterior a Granada, se cayó, y al final harán un tercer concierto en Oviedo. Es fenomenal que se aproveche esta visita y que la Filarmónica venga a tres ciudades españolas a las que no va nunca, porque cuando viene siempre va a Madrid y Barcelona. Está muy bien que el Festival cree sinergias para hacer proyectos en ciudades cercanas. El año pasado hicimos una primera salida a Jaén con la JONDE y con Inbal. Fue el primer concierto en la historia del Festival que se hacía fuera de la provincia de Granada, y para Jaén fue un regalo, porque estoy convencido de que la 7ª de Bruckner fue un estreno absoluto en la ciudad. Y además fue un concierto impresionante. En Granada lo hicimos en el Auditorio Manuel de Falla, y para mí fue uno de los cinco mejores de todo el Festival. Este año repetimos la experiencia en el Auditorio Maestro Padilla de Almería, donde vamos a llevar a la Metropolitan Youth Symphony, que es la joven orquesta de Oregón, que está de gira por Europa, que van a hacer la Pastoral y obras americanas de Copland, Bernstein y otros compositores… Me gusta mucho establecer sinergias con provincias cercanas a Granada. El año pasado hicimos una primera colaboración con Málaga, con la Filarmónica de Málaga, que hacía veinte años que no venía al Festival, en un concierto con Carlos Álvarez y María José Moreno. Siempre ha habido presencia de artistas y orquestas andaluces porque Andalucía tiene una muy buena cantera, además están la OBS, la OJA, el Coro Joven, que el año pasado ofreció un concierto maravilloso. Marco García de Paz está haciendo un trabajo excelente con estos chicos; el año que viene los invito a abrir el Festival Atrium de Cáceres. Y por ejemplo el concierto de clausura de la OJA en Granada con la 5ª de Mahler y Víctor Pablo Pérez fue una interpretación excelente.
Deme motivos para ir a Granada este año.
Hay 116 motivos.
¿Es posible que para algunos artistas sea la última ocasión de verlos?
Eschenbach tiene 84 años, ha venido mucho a Granada, pero es la primera vez que lo hace con una orquesta española, la de RTVE. Charles Dutoit tiene 87; Jordi Savall, 82. Entre esos tres directores suman 253 años, y la suma de tres jóvenes directores como Peltokoski, Viotti y Mäkelä es de 84 años, es decir, la edad de Eschenbach. Aparte de esos tres directores tenemos a Marta Argerich, que tiene 82 años, y no será fácil volver a escucharla, o a Leonskaja que pronto cumple 79. Es decir, hay una serie de artistas que por edad, ojalá vuelvan, pero no será fácil. Por otro lado, no sé cuándo podremos ver de nuevo a Kirill Petrenko en Granada; en Madrid, sí, pero en Granada, no sé.
¿Algunas primeras visitas relevantes?
Pues así rápidamente y que recuerde, Peltokoski, Viotti, Mario Brunello, Alexei Volodin, Paul Lewis, Petrenko, la Filarmónica de Viena, la Joven Gustav Mahler, la Orquesta de la Suisse Romande, la Sinfónica de Castilla y León. Hay bastantes novedades. Siempre he querido que cada año viniera una orquesta española de las importantes, y este año le toca a Castilla y León, que tiene un gran nivel y su principal director invitado es Vasily Petrenko. Además vienen con un programa precioso: la 4ª de Bruckner y el Concierto nº4 de Beethoven con Leonskaja, que es un concierto que ella borda desde siempre, creo que ella y Pires son actualmente las dos pianistas que hacen ese concierto con una delicadeza especial. En principio pensaban hacer 1ª de Sibelius y 2º de Brahms. Pero yo les pedí que hicieran Bruckner, porque Petrenko había dirigido ya 5ª y 7ª en Valladolid, y a Elisabeth le pedí que hiciera el 4º de Beethoven, porque como además yo me despedía, me quería despedir con esa obra. Luego, hay otro debut: András Schiff, que lo hará como director con la Orquesta de la Escuela Reina Sofía, con la Sinfonía italiana de Mendelssohn, el Concierto de trompeta de Haydn con uno de los chicos de la escuela, además de que él tocará un concierto de clave de Bach.
Antonio Moral deja Granada, ¿y qué va a hacer ahora? ¿Cuáles son sus proyectos?
No hay proyectos. De momento, terminar el Festival, irme de vacaciones y no pensar en nada hasta octubre. Nunca he dejado un proyecto porque tuviera otro. Bueno sí, una vez, cuando me fui al Teatro Real. En el resto he cumplido los tiempos y los contratos. Cuando me fui del Real, Félix Palomero tuvo la idea del CNDM. Me fui del CNDM y apareció Granada, pero nunca dejé una cosa a medias para irme a otro sitio. Por otro lado, ya tengo edad de jubilado, aunque eso no quiere decir que me vaya a jubilar, pero no me meteré en proyectos complejos, que requieran mucho esfuerzo, dedicación y desgaste. Me interesan proyectos como el Atrium de Cáceres, este festival de bolsillo o festival boutique en el que aúnas patrimonio con música y gastronomía. Ahí estaré seguro y ya veremos luego dónde nos lleva el futuro.
Pablo J. Vayón
[Imagen superior: Antonio Moral. Foto: Fermín Rodríguez]