Amandine Beyer: “Lo ideal es abrir las orejas y dejarse influir sin complejos”
Gli Incogniti es uno de los grupos especializados en música barroca más aclamados de los últimos años. Fundado por Amandine Beyer (Aix-en-Provence, 1974) en 2007, sus grabaciones con música de Vivaldi son paradigmáticas. La última, Il mondo al rovescio, obtuvo la E de ‘excepcional’ en el número de Scherzo del pasado diciembre. Con un programa similar (de ahí el título: Il piccolo mondo al rovescio), Gli Incogniti realiza los días 7, 8 y 10 de este mes febrero una gira por España, con paradas en Salamanca, Madrid y Sevilla. Para este mismo mes se espera la aparición de su último trabajo discográfico: las Sonatas del Rosario de Biber.
Viene de hacer una gira por Bélgica, Italia y Francia, y de aquí a marzo tiene programada una veintena de conciertos en Portugal, Bélgica, España y Francia. La verdad es que, con esa agenda, no se podrá quejar.
No, no me quejo, pero no siempre es igual, porque unos meses son más fuertes que otros. Gli Incogniti está muy activo, no lo voy a negar, aunque intentamos mantener un ritmo que no sea agotador y que permita a la gente del grupo tener su vida. Hemos estado girando tres programas: uno, con música de Vivaldi titulado Il piccolo mondo al rovescio, que vamos a hacer los días 7, 8 y 10 de febrero en Salamanca, Madrid y Sevilla; otro, con música de Bach, y el tercero, con las Sonatas del Rosario de Biber, junto a la compañía de danza Rosas, con la que colaboramos frecuentemente y que contribuye a llenarnos la agenda, pues a veces tenemos programas con ellos de los que hacemos hasta ochenta representaciones. La verdad es que aburrirnos, no nos aburrimos; no tenemos tiempo para ello.
Me imagino que lo vería, pero su reciente cd vivaldiano en Harmonia Mundi, Il mondo al rovescio, fue ‘excepcional’ en el número de diciembre de nuestra revista.
¡Sí que lo vi! Y, además, me encantó compartir la E de ‘excepcional’ de SCHERZO con el Nebra de Los Elementos y con el Lost in Venice de Infermi d’amore.
La Schola Cantorum Basiliensis impone su ley…
Sí, pero tengo que decir que tanto en mi grupo como en el de Alberto Miguélez (Los Elementos) y en el de Vadym Makarenko (Infermi d’amore) hay mucha sangre española. O sea, que no es solo Basilea la que impone su ley. La Schola está plagada de españoles y me alegro de que, una vez que han terminado sus estudios allí, las cosas les estén yendo bien y muestren todo lo que saben, que es mucho.
Me comentaban que desde hace ya algún tiempo el español es el segundo idioma ‘oficial’ de la Schola Cantorum Basilensis.
Yo diría que, actualmente, más que ser el segundo es el primero. Cuando yo estudiaba allí, la gente la llamaba jocosamente Schola Cantorum ‘Brasiliensis’, por la cantidad de brasileños que había. Va por épocas y ahora la comunidad más numerosa es la española, seguida de la alemana y la francesa. Y no solo es el castellano el idioma que más se escucha, sino que también se oyen mucho el catalán y el vasco. Y el gallego, lo cual les viene bien a los portugueses que estudian en la Schola, que no son pocos.
“Creo que ha llegado el momento de ‘resetear’ y de decidir a dónde queremos ir.
Me gustaría que Gli Incogniti evolucionara hacia repertorios más avanzados”
Usted sigue dando clases en Basilea.
Sí, tras enseñar durante diez años en la Escola Superior de Música e Artes do Espetáculo de Oporto (ESMAE), me incorporé luego a la Schola Cantorum Basiliensis y en ella sigo dado clases cada quince días. Precisamente me pilla usted recién llegada de Suiza. Me dio mucha pena tener que dejar lo de Portugal, ya que, residiendo en Vigo, me venía muy bien. Pero resultaba imposible compaginarlo con la Schola Cantorum. Portugal es un poco como mi segunda patria, pero no podía rechazar la oferta de Basilea habiendo estudiado allí y habiendo sido mi lugar de acogida, en el que aprendí tantas cosas. Chiara Banchini fue mi maestra; ella sigue viviendo allí y cada final de mes viene a mis clases para compartir con mis alumnos sus conocimientos, que son muchos. A pesar de estar jubilada, Chiara no ha dejado de tocar ni de investigar… y continúa dándome consejos. Cuando me escucha tocar, me dice: “Cuidado aquí el vibrato, ojo con ese glissando…”. Vamos, que está pendiente de todo.
¿Y usted hace lo mismo con los que han sido sus alumnos o, una vez que han abandonado el nido, les deja que vuelen solos?
Depende de quién se trate. Me encanta que Chiara siga dándome consejos, pero yo prefiero no meterme mucho en lo que hacen los que han sido mis alumnos, pese a que varios de ellos tocan conmigo. En Gli Incogniti procuramos que el núcleo del grupo sea siempre el mismo: Alba Roca, Anna Fontana, Marco Cecatto, Baldomero Barciela… Pero luego, cuando necesitamos refuerzos, recurro a mis alumnos de Basilea. En estos momentos son colaboradores habituales nuestros Vadym Makarenko, Natalie Carducci, Katia Viel o Nacho Laguna, un tiorbista fantástico de Monzón, de donde también es el violista Ricardo Gil, que ocasionalmente toca con nosotros.
Usted fundó Gli Incogniti en 2006 y, desde entonces, ha contado con la misma gente en la medida de lo posible. Pero imagino que, como en todos los grupos freelances, eso tiene que ser muy complicado.
La base, como le decía antes, es prácticamente la misma, lo cual es una suerte. Nos conocemos bien y, además, nos llevamos bien. Cuando creé Gli Incogniti no me sentía con fuerza ni capacidad para que fuera un grupo con gente fija, porque que en el mundo de la música barroca eso es bastante complejo. Y no nos ha ido mal así. Por otro lado, creo que es importante que cada miembro del grupo tenga otras actividades musicales fuera de Gli Incogniti, ya que considero que eso ayuda a no caer en la rutina. Somos como una familia amplia y, cuando uno no puede venir, procuramos que venga alguien que ya ha estado antes, de tal forma que el ADN no se ve nunca alterado.
A pesar de las varias nacionalidades, ese ADN es muy latino, ¿no?
En buena medida el núcleo de Gli Incogniti han sido siempre Francia, Italia y España. Otras dos integrantes, la violista Marta Páramo y la violinista Yoko Kawakuko, no han nacido en países mediterráneos (son colombiana y japonesa), pero llevan muchos años residiendo en París y Lyon, respectivamente. He intentado a lo largo de este tiempo mantener un mismo lenguaje musical, pero en la música antigua hay mucho de especulación, mucho de investigación y mucho de intentar hacer cosas nuevas, por lo que procuro incorporar poco a poco gente de fuera.
Le hacía esa pregunta porque, desde hace algún tiempo, en la manera de entender e interpretar la música barroca se confronta lo que se ha dado en llamar meridionalidad o mediterraneidad con lo que se estila en el centro y el norte de Europa. ¿Cree que realmente hay dos maneras distintas de entender la música barroca?
Es una muy buena pregunta. Cuando voy a Italia y escucho tocar a violinistas italianos, percibo en ellos algo diferente al resto. Me refiero a violinistas como Giuliano Carmignola, Enrico Onofri o Fabio Biondi, por citar solo unos nombres. Hay en ellos algo que me fascina. Italia es, además, una gran fuente de repertorio para todos nosotros. Y del lenguaje, de la retórica… Pero, por otro lado, está ese movimiento del que nos nutrimos, es decir, el historicismo, que es algo que vino de Bélgica y Holanda, principalmente. Los planteamientos de estos eran —y puede que aún lo sigan siendo— muy hippies, por decirlo de una forma gráfica. Pero, al mismo tiempo, son muy reflexivos, lo cual también me gusta. Ojo, que no se me malinterprete: no quiero decir que los del sur no seamos reflexivos, pero fueron los centroeuropeos los que comenzaron esta revolución. Y lo hicieron de una forma muy concienzuda, muy documentada… La base de Gli Incogniti es del sur, pero contamos con gente del norte y del centro de Europa igualmente. Cada uno llega con su formación y con sus gustos, y eso nos enriquece a todos. Somos una mezcla, pero es que yo misma soy una mezcla: nací en el sur de Francia, mi apellido es de origen alemán y vivo en Galicia desde hace 23 años. Lo ideal es abrir las orejas y dejarse influir sin complejos.
Pero ¿usted es capaz de distinguir, en una cata a ciegas, si el que toca es un grupo francés, italiano o alemán, por ejemplo?
Puedo fiarme de mi oído, sí. Está claro que, si escucho a Europa Galante y luego escucho a Il Gardellino, no estamos hablando de la misma cosa. Pero luego te encuentras con un grupo como el que tenía Chiara Banchini, el Ensemble 415, y ahí te pierdes, porque no sabes dónde está lo suizo y dónde lo italiano, es cuestión de matices. En eso de distinguir la procedencia del grupo que toca, quizá yo tenga una ventaja sobre otros colegas, porque adoro ir a conciertos y eso me proporciona un conocimiento amplio de lo que se hace aquí y allá. Lo curioso es que al final casi todos, vengamos de donde vengamos, le ponemos a nuestros grupos nombres italianos.
Se dice que el gran pecado de los músicos es que apenas escuchan música. Quizá usted es una excepción.
Es verdad. O, al menos, es una verdad a medias. Si estamos haciendo música todo el día, cuando llegamos a casa quizá lo que menos nos apetece es ponernos a escuchar más música. En mi caso, más que la propia música, lo que me interesa por encima de todo es lo que la rodea. Es decir, me gusta ir a conciertos no solo para ver cómo es la música, sino para comprobar cómo es la sala, para vivir no solo el espectáculo sino también el antes y el después. Pero sí, si llegamos a casa tras haber estado trabajando todo el día, es verdad que lo de escuchar un disco no es lo habitual en ninguno de nosotros. Por lo menos, a mí me cuesta trabajo. Y si me apetece escuchar música, antes que un disco prefiero un vídeo, ya que me interesa mucho el gesto musical. Veo un montón de vídeos para fijarme en cómo tocan mis colegas. Por eso, siempre digo que con YouTube soy feliz como una perdiz. Sin ir más lejos, en Navidad vi un montón de vídeos de Nicola Benedetti, que es una violinista a la que admiro y con la que me he puesto a recibir clases online recientemente.
“Me interesa mucho el gesto musical.
Veo un montón de vídeos para fijarme en cómo tocan mis colegas”
Como decía antes, lleva 23 años viviendo en Vigo. ¿No le parece una paradoja que en el país de Europa que menos toque Gli Incogniti sea España?
Tocamos muy poco. Me gustaría hacerlo más, claro, pero que conste que tampoco me quejo. Por ejemplo, en Sevilla hago bastantes cosas. Sobre todo, colaboraciones con gente de danza contemporánea. Otro lugar que siempre me ha ayudado mucho es Torroella de Montgrí, con su festival. Pero es verdad que España es una excepción en nuestra agenda. Tocamos mucho en Francia, Bélgica y Holanda, y bastante en Suiza y Alemania. Pero en Italia apenas tocamos, casi tan poco como en España. Creo que es algo que tiene también que ver con los tiempos de trabajo: en España igual te llaman para que hagas un concierto dentro de seis meses, mientras que en Francia se planifica a dos años vista o, incluso, a tres. Y en Alemania, cuatro años antes del concierto ya quieren saber cuándo vas a hacer el ensayo general. Pero, ojo, eso también es lo que me gusta de España y por lo que vivo España, pues a veces resulta un poco agobiante tener que estar preparando lo que vas a hacer dentro de cuatro años, ya que me impide responder a impulsos creativos de último momento. La pena es que en ocasiones tengo que rechazar ofertas que me llegan de España porque la agenda está ocupada desde hace mucho tiempo, y eso es algo que me parte el corazón.
Sus últimos programas están dedicados a Vivaldi, Bach y Biber… Para un violinista, ¿hay algo que esté por encima de eso?
No sé si por encima, pero sí hay otras cosas. Yo tengo la suerte de poder tocar todo lo que me gusta. Entre ello, música de autores poco conocidos y obras que apenas se interpretan. Biber y Vivaldi son, quizá, la cumbre del violín barroco, pero ahora hemos estado tocando un programa con música de Carl Philipp Emanuel Bach y he quedado fascinada. Por desgracia, un compositor como este es bastante complicado de vender. Para mí, Carl Philipp es lo máximo para un ensemble de cuerda, aunque me temo que los programadores no van a opinar igual. Me gusta la diversidad y me gustan los retos: hace poco, sin ir más lejos, he tocado el Concierto para violín de Beethoven con una orquesta de estudiantes, lo cual me viene muy bien porque así estamos todos aprendiendo. Soy feliz de esta manera, aunque lamento que no me dé más la vida para poder hacer cosas nuevas. Hay muchas joyas que están durmiendo y que están esperando a que llegue alguien y les dé un beso para despertarlas.
Entonces, ¿con qué nos va a sorprender próximamente? ¿Qué proyectos tiene? ¿Más Vivaldi?
Hemos grabado ya cinco álbumes de Vivaldi, así que creo que, por ahora, se impone una pausa. Tenemos grabado, y saldrá este mes de febrero, las Sonatas del Rosario de Biber. Creo que ha llegado el momento de ‘resetear’ y de decidir a dónde queremos ir. Me gustaría que Gli Incogniti evolucionara hacia repertorios más avanzados, especialmente porque hacer música del Clasicismo implica una plantilla más grande y eso supone dar trabajo a más gente, que es algo que me encanta. Tocar con diez violines en lugar de tres resultaría un gustazo. Carl Philipp o Haydn son un buen objetivo, por supuesto. Siento, igualmente, pasión por los violinistas de finales del XVIII y principios del XIX, pero para hacer eso tengo que convencer antes al resto de la orquesta. Me refiero a compositores como Viotti, Maddalena Lombardini o Spohr. ¶
Eduardo Torrico
(Fotos: Óscar Vázquez)
(Entrevista publicada en el nº 392 de SCHERZO, de febrero de 2023)