ALMERÍA / Una orquesta para una ciudad

Almería. Auditorio Maestro Padilla. 17-X-2021. Daahoud Salim, piano. Orquesta Ciudad de Almería. Director: Michel Thomas. Obras de Ravel y Beethoven.
A punto de cumplir veinte años, la Orquesta Ciudad de Almería ha ido consolidando, paso a paso, de forma callada y a base de trabajo, un nivel de calidad de muy alto estándar de calidad pocas veces imaginable por quienes tuvieron la feliz, pero también loca idea, de crear una orquesta sinfónica en aquella ciudad. De la mano de Michel Thomas, un auténtico mago a la hora de formar y consolidar orquestas, especialmente con jóvenes (a sus logros de los últimos treinta años con la Orquesta de Cámara Andaluza, la Orquesta Joven de Andalucía, la Orquesta Bética de Cámara o la Sinfonietta San Francisco de Paula me remito), la OCAL va mucho más allá de una orquesta al uso para convertirse en un proyecto artístico y pedagógico del primer nivel.
Un poco como los equipos de fútbol, Thomas ha creado como soporte de la orquesta mayor una orquesta infantil y una orquesta juvenil a modo de canteras que alimentan en un momento dado a la orquesta adulta, como así es en la actualidad. Una feliz idea que involucra, a la postre, a toda la ciudad alrededor de la música y de las orquestas y que bien merecería un mejor trato por parte de la administración autonómica andaluza a la vista de los resultados musicales constatables en cada concierto.
El concierto que aquí nos trae tuvo que ser suspendido en su momento por la pandemia y corresponde al ciclo de homenaje a Beethoven a los 250 años de su nacimiento. Pero antes se ofreció una vibrante versión del Concierto en Sol mayor de Ravel, con un pianista especial. Daahoud Salim combina en su formación y su carrera la dedicación al jazz, la composición y la música clásica. Nada mejor, pues, que este concierto, tan abierto a las influencias jazzísticas asimiladas por Ravel durante su estancia en Estados Unidos, fuese abordado por este pianista sevillano que tan bien se mueve entre esas dos aguas musicales.
Salim posee una pulsación impecable, precisa y limpia, y una sólida técnica de pedal que le permite jugar con el color a su gusto, algo que quedó de manifiesto en su manera de variar la tímbrica del instrumento en cada pasaje. Con pleno dominio de los ritmos cruzados y con absoluto swing, el primer tiempo fue un derroche de juegos con el sonido y con el tiempo. En el Adagio assai supo contener un exceso de expresividad dulzona controlando el rubato y centrándose en las posibilidades cromáticas del teclado y así pudo sellar una versión muy bella de sus pasajes de fusas mientras el espléndido corno inglés deshojaba su melodía. Para finalizar con una explosión de rápidas figuraciones en el Presto, de la mano de un Thomas que imprimió a su dirección un tempo incansable, vibrante y brillante al mismo tiempo.
El homenaje beethoveniano vino de la mano de una espléndida versión de la Eroica que se abrió con dos fulgurantes acordes ejecutados con enorme precisión por una orquesta poseedora de un empaste y de una riqueza de sonido sobresalientes. El fraseo enérgico, rico en sforzandi y en acentuaciones se mantuvo a todo lo largo del Allegro con brio (hay que reseñar aquí la calidad del sonido de la trompa en el famoso pasaje en el que parece adelantarse a los demás), para llevar a una Marcia funebre llevada con solemnidad, dándole relieve a las pequeñas figuras de la cuerda grave, pero sin morosidad, marcando el paso quedo pero sostenido de una marcha. El crescendo central de este movimiento estuvo medido al máximo y acabó con una explosión sonora en el clímax expresivo del arco melódico. Fue muy relevante la articulación saltarina, especialmente en las cuerdas, del arranque del Scherzo, así como el medido y preciso unísono orquestal del inicio del Finale. Aquí a la meticulosidad en el fraseo de las primeras variaciones le siguió la furia en la cabalgada subsiguiente, rematada por la orquesta con precisión milimétrica en un subito piano. El pasaje fugado sonó con enorme transparencia en el desarrollo de las voces y, con la colaboración de unas espléndidas maderas, se arribó a una reprise contundente, monolítica y monumental.
(Foto: Juan Sánchez)
Andrés Moreno Mengíbar