ALMADA / Mario Hossen, Lena Belkina e I Solisti Veneti : trío ganador en el Festival dos Capuchos
Almada. Festival dos Capuchos. 27-V-2023. Teatro Municipal Joaquim Benite. I Solisti Veneti. Violín: Mario Hossen. Mezzo-soprano: Lena Belkina. Obras de Haendel, Geminiani, Tartini y Vivaldi.
Dos días después de haber podido aplaudir al fabuloso Cuarteto Hermès y al gran pianista portugués Filipe Pinto-Ribeiro, el Festival de Música dos Capuchos abandona su sede histórica (el Convento dos Capuchos, situado en una zona residencial de Almada, en un promontorio rocoso frente a la famosa playa de Caparica) para instalarse por primera vez en el Teatro Municipal de Almada (Teatro Joaquim Benite), situado en pleno centro histórico de esta ciudad de casi 200.000 habitantes que se encuentra en frente de Lisboa, al otro lado del Tajo.
Para este segundo concierto, en presencia de la alcaldesa de la ciudad (Inês de Medeiros), Filipe Pinto-Ribeiro ha invitado al violinista austro-búlgaro Mario Hossen, a la mezzo ucraniana Lena Belkina y a los famosos “I Solisti Veneti”, orquesta fundada en 1959 por el difunto Claudio Scimone, cuyo pan de cada día es tocar música barroca (y de principios del siglo XIX, sobre todo Rossini), pero con instrumentos modernos (no barrocos). Gozan de una gran reputación, con no menos de 300 grabaciones en su haber, muchas de ellas de referencia (como el legendario Orlando Furioso de Vivaldi con Marilyn Horne en el papel principal).
Lena Belkina hechizó al público con una de las más bellas voces de mezzo del momento. Cautivó con dos arias haendelianas de Serse: primero la célebre (y delicada) “Ombra mai fu”, antes de la veloz (y agitada) “Crude Furie degli orridi abissi”. En ambos registros, la mezzo navegó como pez en el agua por los intensos estados emocionales que son la base de toda aria de ópera barroca. Y si el tormento, la plegaria, la dulzura, el desprecio, la belleza o la furia no tienen secretos para el inspirado aliento de Lena Belkina, el conjunto barroco que le sirve de telón de fondo le dio el contrapunto perfecto, acompañándola además con un virtuosismo poco común. A continuación, Antonio Vivaldi, el compositor “favorito” de la falange veneciana -como es fácil comprender-, del que la cantante ucraniana interpretó dos arias, la primera de su oratorio Juditha Triumphans (“Armatatae face et anguibus”) y la segunda de su ópera Il Giustino (“Vedrò con mio diletto”). En la primera, deleitó al público tanto por su suntuoso registro grave como por la luz que proyectaba, la ductilidad y la dulzura contenidas en su excepcional timbre. Y es poco decir que pasa por alto las impresionantes vocalizaciones de esta aria, que arrebatan al público después de haberse deleitado con los colores desplegados, la riqueza de las entonaciones dramáticas y las variaciones ofrecidas, ¡hasta el agudo final que deja estupefactos! La segunda aria, mucho más dulce, es una romanza de amor, la que Anastasio dirige a su amada Arianna, con la que acaba de casarse pero a la que ya debe abandonar para ir a la guerra. Belkina la interpreta con gran emoción y sensibilidad, imponiendo unos segundos de silencio a un público atento y hechizado… ¡antes de romper en furiosos aplausos!
En la primera mitad del concierto, Mario Hossen fue el gran virtuoso encargado de las brillantes e imaginativas interpretaciones del Concierto La Folia de Geminiani y la Sonata El trino del diablo de Tartini. Pero el momento culminante de la velada fue la interpretación de I Solisti Veneti de las (imperdibles) Cuatro Estaciones de Vivaldi, el “hit” absoluto de la música clásica, que han grabado en numerosas ocasiones. La interpretación de Mario Hossen sigue los pasos de una cierta tradición establecida por los violinistas italianos en los años 90, en particular Fabio Biondi y Giuliano Carmignola, con su insistencia en el carácter descriptivo de estas piezas. Hossen se sitúa así entre la teatralidad escandalosa de Biondi y la delicadeza de Carmignola: su lectura es rica en armónicos, fresca y despierta, pero no exenta de manierismos. Impresiona por su brío y sugestividad, que combina con poesía e intensidad. A veces, el fraseo se entrega en toda su sencillez, otras veces está salpicado de acentos más o menos fuertes, ofreciendo a pesar de todo una narración coherente. Aquí no hay tics cortos, ni dogmatismo en este enfoque musical, pero tampoco mucho humor…. El discurso es serio y, a veces, centrado únicamente en el virtuosismo, del que el violín solo de Mario Hossen ofrece numerosos ejemplos, en el transcurso de los cuatro Conciertos, cada uno correspondiente a una temporada (a su vez subdivididos en tres movimientos) – sobre el telón de fondo de un acompañamiento diversificado en cuanto a la paleta de tonos y matices dinámicos….
Pero terminó el concierto como solista, lanzándose a una interpretación diabólica y frenética del Capriccio nº 24 (el último) de Niccolò Paganini, que le valió una merecida ovación de parte de un público que rugió de alegría y admiración.
Emmanuel Andrieu
(fotos: Rita Carmo)