Allan Pettersson, el gran sueco olvidado
ALLAN PETTERSSON: Canciones completas (Seis canciones; BarfotaSanger [Canciones descalzas]) / Peter Mattei, barítono. Bengt-Ake Lundin, piano (BIS)
Suecia, a diferencia de sus vecinos nórdicos, no exhibe a ningún compositor de primerísima fila. Noruega tiene a Grieg, Finlandia a Sibelius, Dinamarca a Nielsen; Suecia… a nadie. El único autor que podría haber ocupado ese puesto fue tratado con tal desprecio por la educada sociedad de su país que vivió toda su vida en la más absoluta pobreza, sin poder permitirse ni siquiera la compra de un piano.
Allan Pettersson murió en 1980 a los 68 años, dejando 17 sinfonías que siguen siendo objeto de una lenta, lentísima recuperación. Aunque el gobierno le concedió una pensión vitalicia a los 50 años, la Filarmónica de Estocolmo prohibió su música “para siempre” tras una disputa acerca de una gira. Pettersson pertenecía a la clase proletaria y era muy pobre. Suecia no quería ser representada por su música.
La originalidad de su obra es incuestionable. En las últimas décadas del pasado siglo, el director de orquesta húngaro Antal Dorati fue un notable y entusiasta defensor de primera hora de Pettersson, y realizó una poderosa versión orquestal de las Canciones descalzas, tal vez la expresión más íntima y personal del universo creativo del músico sueco. Escritas entre 1943 y 1945, cuando la Suecia supuestamente neutral abastecía a la maquinaria de guerra de Hitler, las canciones comparten el sombrío escenario del Winterreise de Schubert, junto con una o dos frases de su texto. Como Schubert, el forastero en su propia tierra Pettersson se encerró en un invierno moral en el que sólo se podía sobrevivir apretando los dientes. Las canciones, tristes y tiernas al mismo tiempo, van conformando un retrato de la soledad, que no se ve aliviada por la fe en algo más grande que el poder de la música.
El barítono Peter Mattei, junto con el pianista Bengt-Ake Lundin, interpretan no sólo las canciones, sino también el silencio entre ellas, como un testamento de compasión artística. La escucha merece mucho la pena .
Norman Lebrecht