ALICANTE / Esclarecida lectura de Mahler

Alicante. Auditorio de la Diputación. 10-I-2020. Ángeles Blancas, soprano. ADDA-Simfònica. Director: Josep Vicent. Obras de Mahler y Rodrigo.
El año que cierra la segunda década del siglo se ha iniciado para ADDA-Simfònica con un reto de alto virtuosismo orquestal como el que propone la Cuarta Sinfonía de Gustav Mahler, obra con la que el director titular y fundador de la formación alicantina ha querido demostrar una vez más sus progresos en la imparable proyección artística que se viene produciendo desde que fuera creada el año 2018.
Con el título El más allá, el concierto contenía en su programa dos obras que están relacionadas con la realidad celeste ya que, a la mencionada obra sinfónica, cuyo último movimiento contiene cinco canciones de consumado carácter lírico que evocan la vida del paraíso, la que lo iniciaba era una composición que Joaquín Rodrigo dedicó a los astronautas de la NASA para conmemorar el bicentenario de Estados Unidos que lleva por nombre A la busca del más allá. Este poema sinfónico fue interpretado bajo la estimulación visual que significó la simultánea proyección de un espectacular video del ilustrador artístico y escenógrafo Sagar Forniés, que implementaba el carácter contemporáneo de la obra estimulando y orientando la percepción del espectador, que así podía imaginar las sonoridades del universo.
ADDA-Simfònica entró de lleno en el colorido instrumental de esta página, escasamente interpretada, con una determinación técnica realmente significativa, pudiéndose distinguir matices, colores, fraseos y articulaciones propias de un instrumento orquestal de décadas de experiencia en conciencia colectiva de conjunción artística y técnica. El maestro Josep Vicent pudo sacar lo mejor de su cada vez más sonido propio haciendo que la obra se desarrollara en una atmósfera acústica sideral que reflejara su detallista escritura en la desintegración de su discurso, que hizo transitar con elocuencia por su compleja y paradójicamente bien sonante atonalidad, realzando la diversidad tímbrica y las curiosas mixturas que propone Rodrigo. Luz y sonido se fundieron en una especie de caleidoscópica performance que no dejó indiferente al espectador en momento alguno.
Nada más empezar la interpretación de la obra de Mahler, se pudo apreciar el sólido trabajo de análisis del que ha partido Josep Vicent para su interpretación. Así se puede decir que, afrontando el riesgo de impulsar el mesurado aire allegro del primer movimiento, leyó su contenido haciendo énfasis en los contrastes rítmicos dando la sensación siempre de que el tintineo cascabelero reconducía todo a su natural mensaje, en el que la sección de madera brillaba con perfección camerística, secundada por una cuerda que se manifestaba con homogénea respuesta, capitaneada por el experimentado primer violín invitado, el polaco Krzysztof Wisniewski, que sabe cómo orientar la escucha colectiva del grupo mejorando la capacidad de reacción de la sección, todo ello en manifiesta connivencia con el director, que resolvió este movimiento con enorme vitalidad.
La importancia del concertino quedó singularizada en esa especie de aire ‘scherzante’ del siguiente movimiento en el que tuvo que utilizar en algunos momentos un segundo violín afinado en distinta tonalidad. Como si de un referente guía se tratara, asumió el liderazgo que le encomienda el compositor haciendo una labor de oposición constructiva para que fluyera el hermoso y amortiguado mensaje de la cuerda, que alcanzaba un alto grado de virtuosismo colectivo. Se preparaba así el primer momento culminante de la obra; el sereno Ruhevoll (tranquilo) que ocupa el tercer movimiento.
Josep Vicent, con un paradójico tenso dinamismo gestual, transmitió este tercer tiempo con especial apaciguamiento rítmico, queriendo resaltar en todo momento el refinamiento de su belleza casi insoportable de experimentar por su pacífico contenido sagrado, alegría sentida e infinita espiritualidad, sentimientos que, con suma sapiencia, Mahler supo convertir en música. Se podía percibir cómo el maestro se sumergía en sus pentagramas con complaciente tensión en un acto de identificación estética que sólo se puede disfrutar de los directores muy experimentados, que transmiten una sinceridad expositiva fuera de toda duda. Su dirección aquí fue ejemplar en la forma y cautivadora en el fondo, logrando una vez más una interpretación que encumbra a ADDA-Simfònica en su constante proyección artística desde que fuera fundada.
Como si surgiera del fondo de la masa sonora, la soprano Ángeles Blancas, situada a la derecha trasera del escenario, abordó el primer lied del movimiento final, dialogando con una orquesta que parecía esfumarse en sonoridades impresionistas de inefable descripción. Su afianzamiento vocal a partir de los dos últimos grupos de versos permitió que este final creciera en tensión expresiva dejando una concluyente sensación en el espectador de haber sido testigo de un concierto preparado hasta en su más mínimo detalle con un planteamiento técnico de alto rango artístico, que redundó en una esclarecida lectura del pensamiento musical de Mahler.
Ante un público entregado, Josep Vicent quiso saludar el año Beethoven -ya que en 2020 se cumplen dos siglos y medio de su nacimiento-, con una esplendorosa explosión sonora del cuarto movimiento de la Quinta sinfonía, que terminó enardeciendo aún más al auditorio. Se terminaba así una cita sinfónica que vino a confirmar una vez más los sorprendentes progresos de esta orquesta que ocupa ya por sobrados méritos un lugar de distinción en el panorama orquestal de nuestro país.