Alberto Triola (director del Festival della Valle d’Itria): “Hay que reavivar la luz con que vemos el mundo después de dos años de trastorno”
El Festival della Valle d’Itria lleva 47 años iluminando las tardes de Martina Franca en las dos semanas finales de julio. Una de las características principales de este festival es la recuperación de títulos poco habituales, principalmente de compositores de la Escuela Napolitana. Este año, tras los largos y oscuros meses de confinamiento durante la fase más dura de la pandemia de la Covid, un rayo de luz vuelto a brillar en el horizonte. El título de la edición de 2021 es emblemático: Fiat lux. Es decir, hágase la luz. Con este título se pretende recalcar la transición del mundo imaginativo del Barroco a la racionalidad del Clasicismo, como consecuencia de la Ilustración. En la presente edición se destacan los profundos lazos que unen a ese mundo imaginativo del primero con la racionalidad del segundo. Es una especie de humus en el que se asentaron las raíces que harían florecer la Primera Escuela de Viena. Pero ¿cómo no pensar en ese Fiat lux también como la esperanza de que estos tiempos oscuros sean, por fin, iluminados por la luz? La metáfora se despliega en un refinado programa en el que destacan títulos como la Griselda de Alessandro Scarlatti (en una nueva edición crítica editada por Luca della Libera), la Angelica de Nicola Porpora y La Creación de Franz Joseph Haydn (en una versión escénica cantada en italiano). El director artístico del Festival della Valle d’Itria, Alberto Triola, habla en esta entrevista de ‘su’ Pinocho con el entusiasmo propio de Geppetto.
¿Cuál es el hilo conductor de la presente edición del Festival della Valle d’Itria?
Poner de relieve el vínculo que existe entre la gran época del Barroco napolitano y la luminosa explosión del Clasicismo vienés —en concreto, de la Primera Escuela Vienesa—, a través de conexiones que enlazan de forma casi directa a Scarlatti con Haydn, pasando por Porpora. Por ello, recurrimos a dos partituras escritas prácticamente en los mismos meses: la Angelica de Porpora, que se estrenó en septiembre de 1720, y la Griselda de Scarlatti, que vio la luz en enero de 1721. Sin embargo, a pesar de esta escasa distancia cronológica, son dos mundos completamente diferentes. Ambos nos acompañan en la explosión de La Creación de Haydn, la cual marca el inicio del Clasicismo musical. Sabemos que Haydn fue uno de los alumnos de Porpora. Esta es la primera conexión, lo cual es especialmente importante para un festival que, como este, siempre ha favorecido a los compositores de la escuela napolitana. La segunda conexión es temática, simbolizada en el lema Fiat lux, que proviene directamente del Génesis, de donde Haydn extrae el material dramatúrgico de La Creación y que, en cierto modo, sintetiza dos aspectos.
¿A qué aspectos se refiere?
El primero es la necesidad, la exigencia y el deseo de reavivar la luz o de cambiar la luz con la que vivimos o con que vemos el mundo después de dos años de trastorno de nuestra aparente seguridad. Debemos empezar a tomar conciencia de que el arte, la cultura y la música son el reflejo más profundo de nuestras raíces y la esencia más auténtica de lo que significa ser seres humanos capaces de expresar y disfrutar de la belleza de la creación, del entorno en el que vivimos y del arte que hemos conseguido producir a lo largo de siglos de historia. Hemos de cambiar la mirada y ser conscientes de los valores que hay que preservar y alimentar. El segundo aspecto es un poco más oscuro, y ciertamente está ligado a uno de los mayores dilemas que se nos plantean, a uno de los mayores dramas de la historia de la cultura occidental: la luz a veces se apaga o, al menos, parece apagarse. El eclipse solar nos recuerda que la luz también puede apagarse, que la oscuridad también puede volver cuando menos lo esperamos. Se trata de un fenómeno natural, porque la Naturaleza siempre nos está enseñando. Pero también es un fenómeno de lo profundo: en centro del Génesis, en el culmen de la creación, están el hombre y la mujer. Con ellos, Dios corona y perfecciona su proyecto. Y esto se comprueba muy bien en la puesta en escena de Fabio Ceresa: ese dios del que estamos hablando se da cuenta de que le falta algo para ser perfecto. Le faltan el hombre y la mujer. Y los pone en el centro de todo, los convierte en el Dominus y la Domina de la creación. Pero un momento después —subrayo: solo un momento después—, casi sometiéndolos a una prueba que todavía no podemos entender, se caen y los expulsa del paraíso, los aleja de esa perfección. Desde ese momento, Adán se convierte en el vagabundo que encontramos en el Winterreise de Schubert, mientras que a Eva la encontramos en la Griselda: primero es sacada del barro y para convertirla en reina, pero, de repente, todo le es arrebatado y se la arroja de nuevo al barro. Estos son los macrotemas que, obviamente de forma simbólica, se han podido seguir en el festival. Pero hay más: en la ópera de cámara de Pauline Viardot Le dernier sorcier, en un momento dado ese aprendiz de brujo repite una fórmula mágica para realizar un hechizo. Viardot, entre mil posibilidades, le hace repetir de manera obsesiva dos palabras: Fiat lux.
¿Qué destacaría de la Griselda de Scarlatti?
Hemos querido recuperar este título exactamente trescientos años después de su estreno, aunque reorganizando los materiales existentes. Hasta ahora, sólo existía una edición de referencia, la de Bärenreiter, de los años 70 del pasado siglo, la cual fue la utilizada por René Jacobs para la grabación que hizo en el sello Harmonia Mundi. Posteriormente, se encontró en Gran Bretaña una partitura autógrafa de la obra, la cual reveló muchos aspectos nuevos. Por ejemplo, la fecha concreta de la composición de esta obra. Scarlatti escribe de su puño y letra: “noviembre de 1720 – enero de 1721”. Da, también, algunas indicaciones acerca del color y añade música que no figura en la edición previa. Por ejemplo, la famosa sinfonía del desembarco. Igualmente, modifica algunos aspectos sobre la interpretación que han de seguir los cantantes. Por desgracia, a este manuscrito le falta el segundo acto. Por tanto, para esta ocasión hemos pedido a Luca della Libera, que lleva veinticinco años trabajando en esta materia, que establezca una comparación entre la partitura autógrafa y la edición de Bärenreiter, brindando de esta manera al director musical, George Petrou, un amplio abanico para que elija lo que considere más conveniente.
¿Con qué presupuesto ha contado en esta edición el festival?
El presupuesto total ha sido de 1.100.000 euros, de los cuales 400.000 se han destinado a pagar los cachés de los artistas. Lamentablemente, no hemos conseguido nunca que el Ministerio de Cultura Italiano nos asigne ese fondo especial de un millón de euros que sí otorga a los festivales musicales más reconocidos en el ámbito internacional. Contamos con muy pocos patrocinadores y su contribución es muy limitada debido a un hecho histórico y cultural. Por desgracia, en la región del Mezzogiorno no se percibe la importancia que realmente tienen las actividades culturales, y se considera que han de ser una prerrogativa exclusiva del Estado. Se piensa que la cultura es un lujo y que el lujo se lo tiene que pagar quien quiera disfrutar de él. Por otro lado, al no existir aquí un tejido industrial importante como en el Norte de Italia, el problema de encontrar patrocinadores se acentúa.
¿Es Fiat lux también la esencia de la metáfora que marca el paso de la oscuridad del mundo onírico, de ese torbellino de sorpresas que es el Barroco, a la fría lucidez de la racionalidad ilustrada del Clasicismo?
Es una metáfora estupenda. No lo había pensado, pero es absolutamente cierto.
Franco Soda
(Foto: Masiar Pasquali)