Adiós a Roger Alier, apasionado divulgador de la ópera
La pasión por la ópera define la trayectoria vital y profesional del historiador, crítico y divulgador Roger Alier (Los Teques, Venezuela, 28-07-1941- Barcelona, 29-06-2023). Una pasión desbordante, como lo eran su saber enciclopédico, su memoria prodigiosa, su entusiasmo, humanidad y sentido del humor. Crítico musical de La Vanguardia desde 1987, profesor de Historia de la Música en la Universidad de Barcelona, autor prolífico en el campo de la divulgación operística e infatigable conferenciante, Alier disfrutaba hablando de ópera y ese amor se ha mantenido intacto hasta el último día. Ha muerto hoy en su domicilio de Barcelona, a la edad de 81 años, a causa de una disfunción orgánica que le había mantenido hospitalizado en las últimas semanas. Esperaba, con mucha ilusión, recibir la Medalla de Oro que el Gran Teatre del Liceu tenía previsto entregarle este mes de julio. Una distinción bien merecida porque durante toda su vida divulgó la historia del coliseo de la Rambla en libros, fascículos, artículos y programas de radio y televisión.
Inició su colaboración con el Liceu en 1963, por encargo del empresario Joan Antonio Pámias, impresionado ante sus conocimientos y dominio del catalán en los duros años de la dictadura franquista. Lo aprendió de niño, cuando su familia vivía en Nueva Guinea. ‘Mi madre no tenía otra labor que enseñar al niño que era yo. Me enseñó castellano, catalán e inglés, todo a la vez, y también a escribir a máquina y tocar el piano. A los cinco años lo tocaba mejor que ahora’, cita la periodista Maricel Chavarría en el artículo que le dedica en La Vanguardia.
La infancia determinó su pasión por los idiomas, los viajes y el arte lírico. Hijo del psiquiatra Joaquim Alier i Gómez, exiliado en Venezuela, Roger vivió con sus padres en Estados Unidos, Australia, Nueva Guinea y la Isla de Java, donde cursó la escuela primaria en inglés y holandés. Poliglota, pues, desde la infancia y juventud, y amante de la música, el arte, los viajes y la buena vida. Al trasladarse a Barcelona, en 1951, estudió piano en el Conservatori del Liceu, hizo la carrera de Historia Moderna y obtuvo el premio extraordinario de doctorado en 1979 con la tesis Els orígens de l’òpera a Barcelona (Los orígenes de la ópera en Barcelona), que fue publicada por el Institut d´Estudis Catalans. Conocía como nadie la historia de la música en Cataluña- fue profesor de Historia de la Música en la Universidad de Barcelona desde 1979 hasta su jubilación- y la divulgó con entusiasmo en la Gran Enciclopedia Catalana, la revista Serra D´Or y el diario Avui, medios en los que se inició como crítico de ópera.
Bibliófilo y coleccionista empedernido -su biblioteca era espectacular y parecía tener a mano todos los libretos del mundo- también fue un escritor prolífico que publicó muchas biografías de compositores y libretos de ópera en la editorial Daimon, de la que fue director de la sección de música. Posteriormente, publicó libros como la Historia del Gran Teatre del Liceu (La Vanguardia, 1983), el Diccionario de la Ópera (dos volúmenes) en la editorial Ma non troppo (2007), donde también público La Zarzuela (1984), Historia de la Ópera (2002) y Pavarotti (2008). Hay que sumar a su amplio catálogo las biografías El trobador: retrat de Josep Carreras (Dau, 2007) y Montserrat Caballé (L´Arca, 2008)
En el campo del periodismo, fundó en 1991 junto a Fernando Sans y Marc Heilbrón la revista Ópera Actual y, para dar rienda suelta a su pasión por la lírica, consagró muchos esfuerzos a la traducción de óperas al catalán y a la producción y dirección de escena de algunas óperas en el Teatro Principal de Barcelona. También hizo sus pinitos en el escenario como hilarante notario del Don Pasquale en varios teatros y desde su fundación, compartía su experiencia con los jóvenes cantantes en la Escola d´Òpera de Sabadell creada por Mirna Lacambra y els Amics de l´Òpera de Sabadell.
Personaje entrañable, generoso con sus colegas, cuidadoso y ponderado en sus críticas, de trato siempre afable. Le encantaba viajar y compartir experiencias – fue un inolvidable cicerone en mi primera visita al Festival de Bayreuth- y disfrutaba cada velada operística con absoluta felicidad. Por eso, a Roger Alier siempre le recordaremos con esa sonrisa y esa desbordante humanidad que le caracterizaba. Descanse en paz.
Javier Pérez Senz