‘Achille in Sciro’ en el Teatro Real: un estreno con tres años de retraso
El 14 de marzo de 2020, tres días antes del estreno en el Teatro Real de Achille in Sciro del compositor italiano de origen francés Francesco Corselli (Plasencia, 1705-Madrid, 1778), el Gobierno de España decretó el estado de alarma y el confinamiento obligatorio de la población. El decorado para esta ópera quedó montado en el escenario durante tres meses, con los trajes colocados en los talleres y todo preparado para un ensayo general que no llegó… La ópera renace ahora en el Teatro Real, 278 años después de su estreno en Madrid, el 8 de diciembre de 1744. Serán cinco funciones, entre el 17 y el 25 de febrero, para esta coproducción del coliseo madrileño en colaboración con el Theater an der Wien, con dirección escénica de Mariame Clément y musical de Ivor Bolton, quien estará al frente de la Orquesta Barroca de Sevilla. El elenco vocal está integrado por Franco Fagioli (Achille / Pirra), Tim Mead (Ulisse), Francesca Aspromonte (Deidamia), Mirco Palazzi (Licomede), Sabina Puértolas (Teagene), Juan Sancho (Nearco) y Krystiam Adam (Arcade).
En la Europa del siglo XVIII las guerras religiosas habían dado paso a las contiendas territoriales, con constantes tratados, alianzas y pactos, muchos de ellos sellados con matrimonios reales. En este contexto se enmarca la boda de la infanta María Teresa Rafaela de España ─hija de Felipe V e Isabel de Farnesio─ con el delfín Luis de Francia, hijo de Luis XV, que se celebró por poderes en Madrid, el 18 de diciembre de 1744, y en persona, en Versalles, el 23 de febrero de 1745, y con la que se pretendía apaciguar las tensas relaciones entre ambos países. Para celebrar el enlace de los futuros reyes de Francia ─que finalmente no reinarían por la prematura muerte de ambos─ se estrenaron dos obras: este Achille in Sciro, en el Coliseo del Palacio del Buen Retiro de Madrid, abriendo los festejos de la boda en presencia de la infanta y de los reyes de España, y Platée de Jean-Philippe Rameau, presentada en la Grand Écurie de Versalles ante la familia real francesa. Un año después de la boda, fallecía en París la infanta española como consecuencia del parto de una niña que moriría a los 2 años. El delfín de Francia le sobreviviría casi 20 años, junto a su segunda esposa, aunque murió de tuberculosis antes de llegar a reinar. Achille in Sciro se verá por segunda vez en Madrid, 278 años después de su estreno. En 2028 se han ofrecido dos funciones de esta ópera en Dallas, gracias a la perseverancia del musicólogo Grover Wilkins, que dirigió la ópera al frente de la Orchestra of New Spain, en una producción con dirección de escena de Gustavo Tambascio.
Francesco Corselli, natural de la Plasencia de Italia, e hijo de Charles Courcelle, maestro de baile francés de Isabel de Farnesio en Parma, se formó y consagró como compositor en Parma y Venecia, donde estrenó sus dos primeras óperas. En 1733 vino a España, desempeñando años más tarde el cargo de maestro de la Capilla Real durante cuatro décadas. Su notoria influencia italiana en la vida cortesana se vio reforzada por la presencia del célebre castrato Farinelli (1705-1782), excelso cantante y consejero musical de los reyes a lo largo de más de 20 años. La producción de Corselli, con un notable catálogo de obras mayoritariamente religiosas, acompaña la evolución del Barroco musical europeo de mediados del siglo XVIII, ya tardío y sobrio, hasta entroncar con el clasicismo. De sus seis óperas conocidas, dos tienen, como Achille in Sciro, libreto de Pietro Metastasio (1698-1782), gran amigo de Farinelli que, según el musicólogo Álvaro Torrente, habría intervenido en los contactos con el libretista, la selección de intérpretes y otros detalles relativos a la producción de la ópera.
La ópera narra el jugoso episodio de la vida de Aquiles (Achille, contratenor, tesitura de soprano), en el que su madre, Tetis, decide enviarlo a la isla de Esciros para evitar que el valiente e impulsivo joven participe en la guerra de Troya, donde, según el oráculo, perderá la vida. Con la complicidad y vigilancia del viejo Nearco (tenor) y la ayuda del rey Licomedes (Licomede, bajo), Aquiles se oculta entre sus hijas disfrazado de mujer con el nombre de Pirra, lo que le permite conocer y disfrutar, de incógnito, del encanto y placeres de la juventud femenina. En ese juego erótico y camaleónico de travestismo esconde su secreta relación amorosa con Deidamia (soprano), hija de Licomedes, destinada a desposar al joven Teagene (soprano), que a su vez está enamorado de Pirra / Aquiles. En medio de estos hilarantes enredos, cuya ambigüedad sexual es acentuada por las tesituras, también travestidas, de los cantantes, llega a la isla el poderoso Ulises (Ulisse, contratenor, tesitura de mezzosoprano), advertido ya de la situación y decidido a rescatar a Aquiles para capitanear el ejército griego. Conociendo su ímpetu guerrero e intempestivo, simula un falso ataque a la isla que despierta, finalmente, el brío del futuro héroe de la epopeya.
A partir de ese momento la ópera adquiere su carácter épico de opera seria y Aquiles deja la fogosidad juvenil y se debate, hasta el final de la obra, con las grandes cuestiones éticas que subyacen en el mito: ¿una vida corta con gloria o larga sin ella? ¿el amor bienaventurado o la lucha por un ideal? ¿la inmortalidad en el Edén o la muerte heroica como un hombre?
La directora de escena Mariame Clément indaga sobre estas y otras cuestiones en su original dramaturgia, presentando Achille in Sciro a la verdadera infanta María Teresa Rafaela como una especie de éducation sentimentale, en la que los personajes y las sucesivas escenas de la ópera le harán reflexionar sobre los sentimientos, los placeres, los ideales, los deberes, los miedos y los atributos del hombre y de la mujer. Con la complicidad de la escenógrafa y figurinista Julia Hansen, con quien trabaja regularmente, Clément sitúa la trama de la ópera en una ‘gruta encantada’ de perfume rococó, que evoca las falsas ruinas de los jardines dieciochescos; o el vientre femenino, curvilíneo y libidinoso de una madre protectora; o la roca de una isla imaginaria. Ahí vive Aquiles disfrazado, imberbe y juguetón, en igualdad de circunstancias que las mujeres, y de ahí saldrá maduro y presto a luchar por su pueblo, investido de masculinidad y heroísmo, dispuesto a dejar a su amada después de la feliz boda que concluye la ópera. Un camino de iniciación y de nacimiento de un héroe y un viaje de la ópera del siglo XVIII desde la libertad sexual, abstracción y goce del barroco primigenio a los convencionalismos de género que se impondrían en los siglos siguientes.
(Foto: Javier del Real / Teatro Real)