MADRID / OCNE: reciclar la música
Madrid. Auditorio Nacional (Sala sinfónica). 18-III-2022. Ana María Valderrama, violín. Orquesta Nacional de España. Director: Pablo González. Obras de Núñez Hierro, Wieniawski y Mahler.
El reciclaje continuo de materiales y procedimientos es algo que ha caracterizado muchas veces a la composición musical de cualquier época, y este programa del ciclo OCNE ofrecía tres ejemplos de ello (cuatro, con la propina). Previamente, el Aria de la Suite en Re de Bach recordó a las víctimas de la guerra de Ucrania.
La jerezana residente en Berlín Nuria Núñez Hierro (1980) estrenaba una obra de encargo titulada Umvollendete Wege (Caminos inconclusos), muy en la línea de la actual investigación sonora que se está llevando a cabo en Centroeuropa. Núñez maneja la orquesta como si fuera un conjunto de un tipo parecido a un enjambre de abejas o bandada de pájaros, en un trabajo de honda búsqueda tímbrica que aúna técnicas de hoy con el reciclaje de materiales muy típicos de las vanguardias de los años sesenta y setenta del pasado siglo. Así, las cuerdas en la línea de la escuela polaca de aquellos años, o la presencia de instrumentos no sinfónicos, como los kazoos que tan profusamente emplearan compositores como David Bedford, o las cajas de música tan caras a Aldo Clementi. Pero aquí lo reciclado adquiere un aspecto nuevo; la obra transcurre con naturalidad y lógica compositiva, y hacia el final acaba por imponerse la personalidad que sin duda la compositora posee, haciendo que la obra fuera muy bien recibida.
Un clarísimo reciclaje decimonónico es el Concierto nº 2 en Re menor del violinista y compositor polaco Henryk Wieniawski. Lo escribió para otro virtuoso, Pablo Sarasate, que contribuyó mucho a su difusión. Su técnica y su estilo dependen tanto del reciclaje que la obra parece un corta y pega de la música de la época, uniendo ecos de un romanticismo de primera época (weberiano y mendelssohniano, para entendernos) a cierta influencia francesa de los continuadores de Reicha, bajo la inevitable sombra de Paganini. Hoy en día la obra se antoja una reliquia polvorienta del romanticismo de serie B, pero su escritura solista es extraordinariamente difícil y se presta a la exhibición. Ana María Valderrama tiene más que acreditada su gran valía como solista internacional, y si la obra se acerca menos a ese bellísimo sonido que tiene y a su solvencia en la expresividad sonora, le permitió en cambio demostrar una deslumbrante técnica que desarrolla espectacularmente, arrebatando con justicia al público.
Interesante para el tema del reciclado que nos ocupa fue la propina, que la solista ofreció acompañada por un quinteto de cuerda extraído de la orquesta (por cierto, excelente). Se trataba de un klezmer, un tipo de composición folclórica de los judíos askenazi, en este caso la pieza titulada Let’s be happy del argentino de origen besarabio Giora Feidman, en arreglo del suizo Reto Bieri. Música más espectacular que buena, obtuvo una deslumbrante y aclamada ejecución.
El gran reciclador del postromanticismo fue Mahler, quien desarrolló sus grandes construcciones sinfónicas absorbiendo todo lo realizado en su época y devolviéndolo como música grande y genuina. Ejemplo preclaro es la Sinfonía nº 1 en Re mayor, quizá la mas tocada de las suyas, que recicla al principio sus propios lieder, luego la esencia del ländler e incluso monta un enorme artefacto sonoro a partir de un sencillo tema popular como es el Bruder Martin (Frère Jaques para los francófonos) para avanzar en la orgía sonora final más allá de Wagner o Bruckner.
Desde el punto de vista interpretativo, no resulta fácil de unir conceptualmente todos estos materiales, pero lo consiguió Pablo González, un excelente director que es actualmente el titular de la Orquesta de RTVE y que en esta ocasión actuaba como invitado de la ONE. González montó con cuidado el estreno, acompañó irreprochablemente el concierto y demostró en la sinfonía su capacidad musical y su dominio técnico en una de las obras mayores del repertorio sinfónico. La ONE respondió maravillosamente bien a los retos, dando como resultado un concierto variado y muy bien ejecutado que además nos devolvía, dos años después, a una formación que rozaba los cien profesores. Nos normalizamos. A ver si dura.
Tomás Marco