‘Wozzeck’: Liceu frente a Les Arts

Accedía el escribidor al Liceu con el impacto fresco del Wozzeck de Valencia. Apenas tres días entre uno y otro. Si el Palau de Les Arts ha optado por la producción a saco y sin paños calientes de la Ópera de Baviera firmada en 2008 por Andreas Kriegenburg, Barcelona apuesta para el mismo título por el montaje ‘templado’ de William Kentridge, estrenado en el Festival de Salzburgo en 2017 con éxito tan inapelable como el de la propuesta muniquesa. En la ciudad de Mozart, fue dirigido musicalmente por Vladimir Jurowski, y protagonizado por el mismo barítono que lo ha hecho ahora en el Liceu, Matthias Goerne. En Múnich fueron Kent Nagano y Michael Volle.
No hay color entre una y otra, entre las reposiciones de Barcelona y Valencia. No por el hecho de ser la muniquesa más leal y consecuente con la descarnada causticidad de Wozzeck, sino por la sofisticación conceptual e intelectual de Kriegenburg frente a la lectura convencional de Kentridge, quien recurre a una consabida, neutra y muy bien iluminada escenografía de Sabine Theunissen que igual sirve para un roto que un descosido, para una Bohème que una Fanciulla, un Nabucco o un Gato montés. En Barcelona se ha interpretado Wozzeck. En Valencia, se ha vivido. Escuchar y sentir.
Musicalmente, Josep Pons, titular del Liceu, que ama y conoce al dedillo la compleja partitura, despliega su reconocida competencia y eficacia para sumergirse en una lectura que no pierde detalle ni minuto de tensión. Su trabajo, a todas luces sobresaliente, es, sin duda, lo mejor del conjunto. Pero se topa con problemas acaso infranqueables. Ni la mejorada Orquesta del Liceu ni su Coro admiten comparación con los cuerpos estables del Palau de les Arts, que, seamos francos, juegan en otra división. Por otra parte, la acústica del Liceu en absoluto contribuye a realzar la sonoridad del foso y del escenario, sino todo lo contrario. A diferencia de lo que ocurre en la Sala Principal del Palau de les Arts, cuya sonoridad favorable sí hace correr con brillante fidelidad voces y foso, en el Liceu el sonido se queda en la retaguardia, en el escenario, y el que se proyecta a la sala es absorbido sin misericordias por moquetas, cortinajes y tapizados. Este hecho mermó considerablemente el impacto sonoro. Los bravos entusiastas, intensamente emocionados, de Valencia fueron en Barcelona complacida ovación.
Vocalmente, el reparto liceísta se mostraba tan idóneo como el valenciano, dirigido por su titular, el estadounidense James Gaffigan. Si en Valencia el rol titular fue encarnado con evidente y reconcentrada solvencia por el barítono sueco Peter Mattei, en Barcelona fue el lírico barítono Matthias Goerne, quien cargó de fuerza y sentido el desdichado personaje de Wozzeck. Marie fue encarnada con solvencia incuestionable por la soprano Annemarie Kremer, holandesa como Eva-Maria Westbroek, la Marie de Valencia. Frente a la proyección exultante de la Westbroek, Kremer carga el personaje de acentos tenues y templados, que chirriarían en el dramatismo a carne abierta de Kriegenburg. El Tambor mayor de Christopher Ventris se mostró bastante más adecuado —escénica y vocalmente— al de Torsten Kerl, al igual que el histriónico Capitán de Andreas Conrad, claramente más convincente que el de Mikeldi Atxalandabaso. Por contra, el Doktor de Peter Rose (Barcelona) gana claramente al del célebre bajo alemán Franz Hawlata. En Valencia, el Niño, el hijo de Wozzeck y Marie, el punto de ternura y encuentro, adquiere esencial protagonismo. En Barcelona, transfigurado en muñeco, no existe.
Dos Wozzeck simultáneos y rotundamente diferentes. Alejados, en todos los sentidos, de Berlín, donde Erich Kleiber —padre de dios— lo estrenó en 1925. Ambos a orillas del Mediterráneo. Casi un siglo después. Uno, salzburgués, otro muniqués. Uno templado, otro reinterpretado a incandescente fuego de fragua. Josep Pons y James Gaffigan, dos oficiantes contrapuestos pero abrazados ante la pasión común por la obra maestra. Allí y aquí, aquí y allí, triunfa la música. Wozzeck, el desdichado.
Justo Romero
(Nota: La foto que abre la noticia corresponde al montaje de Valencia; la que va insertada en el cuerpo general, a la de Barcelona)
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