WIESBADEN / ‘Turandot’: los fatales secretos familiares de Puccini
Wiesbaden. 4-V-2024. Internationale Maifestspiele Wiesbaden. Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Heather Engebretson, Young Doo Park, Erik Biegel, Christopher Bolduc, Ralf Rachbauer, Gustavo Quaresma, Mikhail Biryukov, Gabriele Ascani. Orquesta y Coro de la Ópera Estatal de Hesse. Director musical: Michelangelo Mazza. Director de escena y escenografía: Daniela Kerck. Vestuario: Andrea Schmidt-Futterer. Puccini: Turandot.
Firmada por la directora de escena Daniela Kerck, la nueva producción de Turandot presentada en el Festival de Mayo de Wiesbaden propone un nuevo final, tal vez más plausible, para el libreto de Adami y Simoni. Después de la muerte de Liu, un conjunto de cámara interpreta el Introito del breve réquiem -apenas cuatro minutos- que Puccini compuso en el cuarto aniversario de la muerte de Verdi en 1905. Liu ama a Calaf y, al no revelar su nombre, le protege de la venganza de la Princesa Turandot. Kerck hace de la notoria y trágica historia entre el compositor y su criada Doria, que socavó los cimientos de su vida familiar, el centro de su nueva y brillante introspección.
Estamos en la década de 1920. En su estudio en Torre del Lago hallamos a Puccini sentado al piano, ataviado con un sofisticado y elegante traje blanco, concibiendo Turandot. Puccini estaba buscando desde hacía tiempo una historia fantástica y embriagadora a la que poner música. Por casualidad, en una cena en Milán, sus dos libretistas, Giuseppe Adami y Renato Simoni, mencionaron el tragicómico cuento de hadas de Gozzi, el mismo que inspiró a Friedrich Schiller y a Bertolt Brecht -entre otros- a crear sus propios dramas. Puccini leyó la versión en italiano del drama de Schiller: “Creo aconsejable permanecer cerca del cuento original y al mismo tiempo crear una Turandot que releje nuestra propia época”, afirmó el compositor. Después de trece exitosas óperas, Puccini quería explorar nuevas, exóticas y coloridas orillas, manteniendo el espíritu de su tiempo. Su afán por la experimentación le llevó a dejarse influir por la música de Debussy, Stravinsky, Strauss e por el Parsifal de Wagner.
En el escenario de Wiesbaden, las figuras de Turandot parecen surgir de la partitura que Puccini está escribiendo al piano, encarnándose en personas de carne y hueso. El propio Puccini se transforma, soñándose en Calaf. Traumatizada por la violación de su antepasada, Turandot, puede identificarse con Elvira, la celosa cónyuge de Puccini. La criada Doria, a quien Elvira condujo al suicidio con sus calumnias, es la tímida Liù. Por su parte, reconocemos en las tres máscaras, Ping, Pang y Pong, a tres músicos, Alfano, Toscanini y Berio, quienes conceden a Turandot un final feliz, con Calaf y la princesa como amantes. La gente aplaude y celebra a la gélida Turandot, que se torna humana por amor gracias al beso de Calaf. La ambigua tragedia pucciniana se desarrolla pues en el maravilloso ambiente de Torre del Lago, con techos altos, grandes ventanales y paredes llenas de libros. El colorido y clásico vestuario, que recuerda al del estreno de la ópera en 1926, es obra de Andrea Schmidt-Futterer.
Un excelente equipo de cantantes-actores ofreció un espectáculo vocal de categoría mundial, digno del mejor festival. Por encima de todos, la soberbia Anna Netrebko, la ‘diva assoluta’, encarnó a una brillante Turandot, proyectando unos agudos resplandecientes y aportando un dorado fulgor a las embriagadoras profundidades del escabroso personaje. Yusif Eyvazov, como Puccini/Calaf, fue vitoreado tras su “Nessun Dorma”, que el tenor cantó con una dicción plena y limpia y una hermosa claridad. Profundamente abnegada y llena de ternura, la soprano Heather Engebretson interpretó a la amedrentada pero firme Liu/Doria. El joven bajo Doo Park cantó con nobleza el honorable y robusto papel de Timur, mientras que el tenor Erik Biegel ofreció un dulce y tranquilo Altoum. Christopher Bolduc (Ping), Ralf Rachbauer (Pang), Gustavo Quaresma (Pong) brillaron como un fantástico trío de músicos célebres. La Orquesta Estatal de Hesse, rebosante de vitalidad, sonó sutil y valiente bajo la inteligente dirección de Michelangelo Mazza, y celebró con el coro una Turandot musicalmente brillante y de sólido e intenso sonido. Los aplausos fueron extensos y prolongados.
Barbara Röder