Weinberg, maestro de la emoción intimista
MIECZYSLAW WEINBERG: Sinfonías de cámara 2 y 4; Trío con piano / East-West Chamber Orchestra. Dir.: Rostislav Krimer / NAXOS
A principios del presente siglo era muy difícil encontrar grabaciones de música de Weinberg, salvo en viejos LPs soviéticos rayados. Dos décadas después, la oferta discográfica en lo que respecta a este autor ha crecido hasta tal punto que resulta complicado aconsejar a un nuevo oyente por dónde empezar.
Weinberg es uno de esos compositores -como Martinu y Milhaud, por ejemplo- que siguieron escribiendo música, mediase o no un encargo, incluso cuando los editores se negaban a publicarla. Hacia el final de su vida, con sus 26 sinfonías prácticamente inéditas en concierto, el autor compuso sinfonías de cámara y cuartetos de cuerda con la esperanza de que los conjuntos más pequeños se interesaran por ellas.
Refugiado de la Polonia ocupada por los alemanes, Weinberg se convirtió en amigo y seguidor de Shostakovich sin perder por ello los elementos vitales, judíos y mahlerianos, que hacían de su obra algo profundamente personal. Las sinfonías de cámara números dos y cuatro, interpretadas con ímpetu en esta grabación por la Orquesta de Cámara Este-Oeste de Minsk, dirigida por Rotislav Krimer, trepidan con una mezcla de inquieta energía y ambición frustrada. La segunda, de 1987, humea con ansias de desintegración. La cuarta, de 1992, es casi irresistible. Escrita para orquesta de cuerda, clarinete y triángulo, está a medio camino entre el lamento y la danza del tipo klezmer, y su tema es indudablemente el colapso de la Unión Soviética.
El trío con piano de 1945 es en realidad una sinfonía comprimida, magnificada en esta interpretación por el violinista alemán Linus Roth, el pianista argentino José Gallardo y el chelista Danjulo Ishizaka. En el fondo, esta pieza se antoja un ejemplo de periodismo musical: un ensayo sobre el final de una guerra existencial. Pero Weinberg es más sutil que los simples periodistas y su trío se convierte rápidamente en una historia de refugiados, tan inquieta como inquietante.
Dos dolientes canciones sin palabras de 1947 nos informan de que el cielo se oscurece de nuevo. Weinberg es un maestro absoluto de la emoción intimista.
Norman Lebrecht
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