Vitalidad francesa y espiritualidad renacentista en los Marcos Históricos del Festival de Santander
Noja. Iglesia de San Pedro. 10-VIII-2024. La Spagna. Viola de gamba y director: Alejandro Marías. Obras de Morel, Couperin, Forqueray, Rameau y Marais. Mazcuerras. Iglesia de San Martín. 13-VIII-2024. Cantoria. Director: Jorge Losana. Obras de Victoria y Juan Navarro “Hispalensis”.
La música antigua sigue siendo el motor de los Marcos Históricos del Festival de Santander y en ellos se están dejando ver algunos de los grupos punteros de nuestro país, dando cuenta de un pasado que no debemos olvidar. La Spagna (con Irene Benito al violín, Alejandro Marías a la viola de gamba y Jordan Fumadó al clave) desembarcó en la preciosa localidad costera de Noja con su programa Si Versalles pudiera hablar, un viaje al barroco francés que ilustraba la relación entre los compositores de la corte en tiempos de Luis XIV y Luis XV. Lo integraban la Chaconne en trio del Premier livre de pièces de violle de Morel, el Quatrième Concert Royal y La Superbe ou La Forqueray de Couperin, La Couperin de Forqueray (como maravilloso reflejo), el Cinquième Concert de las Pièces de clavecin en concert de Rameau y la Sonnerie de Sainte-Genoviève du Mont de Paris de Marais, piezas todas ellas compuestas en la primera mitad el XVIII y representativas de la música francesa de entonces.
Esta no era tan homogénea como a veces se nos presenta, sino que era capaz de desarrollarse desde una gran variedad de enfoques. Ni la luminosidad era exclusiva de los italianos ni la delicadeza lo era de los franceses. Fueron varios los que intentaron unir en su música ambos estilos, empezando por el propio Couperin, que admiraba igual a Lully que a Corelli. Sus Concerts royaux fueron ejecutados ante Luis XIV y esconden una gran vitalidad entrelazada con la melancolía y el misterio que Debussy veía en su música. Esa melancolía latente se manifestó de manera privilegiada en la Sarabande, dándole los tres intérpretes una expresividad tan medida como la ligereza del Rigaudon o el aire aristocrático hallado en las dos courantes.
Presentadas sus credenciales, se mantuvieron el resto de la velada en un nivel impecable de estilo y sonido. Las miradas cruzadas entre Couperin y Forqueray mostraron ese gesto entre desdeñoso e irónico pero también reverencial que caracterizaba la relación entre los compositores de la época. Rameau elevó la idea a lo más alto en su Cinquième Concert, sumando a la inagotable galería de figuras y personajes de sus óperas sus homenajes a Forqueray, Marais y la bailarina Marie-Anne de Cupis. A la obra le sentaba bien la elegancia de Benito y Marías, envuelta por la vivacidad rítmica que aportaba el clave como instrumento con una autonomía mayor que en la mayor parte de las obras precedentes. La Sonnerie de Sainte-Genoviève du Mont de Paris de Marais culminó la velada con su imponente bajo ostinato y sus majestuosos intercambios entre la viola y la viola de gamba resonando en la iglesia, interpretada con pasión y entrega admirables.
Tres días después el Festival se trasladó al encantador municipio de Mazcuerras, que fue el hogar de Concha Espina y de Josefina Aldecoa, para acoger el concierto de Cantoría destinado a explorar la influencia de Juan Navarro “Hispalensis” en la obra de Tomás Luis de Victoria. Navarro es uno de esos nombres más presentes en los círculos de la musicología que en las salas de conciertos. Natural de Marchena, formó parte de la capilla musical de los duques de Arcos cuando era Cristóbal de Morales su maestro, y en adelante recorrería las capillas de diversas ciudades andaluzas y castellanas, entre ellas la de la Catedral de Ávila, donde coincidió con el joven Victoria. Esa circunstancia llevó a Cantoría a encontrar en la figura de Juan Navarro una de las claves que permiten entender el secreto de la polifonía del gran compositor abulense, mezcla de la influencia sevillana (heredada de Navarro) y de la italiana adquirida junto a Palestrina en su estancia en Roma.
Si las obras de Navarro -o las que le fueron atribuidas- conservaban la espiritualidad, la moderación y la pureza en la expresión que vinculamos a la polifonía sacra española de la época del Renacimiento, las de Victoria añadían una transparencia en las texturas y un poder de concentración excepcionales, íntimamente ligados a su objetivo de servir al texto con la máxima claridad. Las ocho voces de Cantoría reunidas para la ocasión (Rita Morais, Victoria Cassano, Oriol Guimerà, Daniel Folqué, Martí Doñate, Jorge Losana, Lluís Arratia y Víctor Cruz), con el acompañamiento de Marina López al órgano, constituyeron un conjunto homogéneo, de afinación pulcra, pletórico de fuerza expresiva a lo largo de toda la velada y con cimas de máxima emotividad en el Ave Maria, el Alma redemptoris o el Vidi speciosam de Victoria, dejando patente que se puede ser vital sin renunciar a ciertas dosis de intimidad.
Asier Vallejo Ugarte
(fotos: Pedro Puente Hoyos)