VILABERTRAN / ‘La bella molinera’ en la voz de Boesch y el piano de Koch

VILABERTRAN. Canónica de Santa María. Jueves, 20 de agosto de 2020. Schubertíada de Vilabertran. Florian Boesch, barítono. Christian Koch, piano. Schubert: La bella molinera.
La Canónica de Santa María de la localidad ampurdanesa de Vilabertran volvió a convertirse en templo schubertiano para acoger en esta ocasión el ciclo La bella molinera en la radiante voz de Florian Boesch y el piano de Christian Koch, debutantes ambos en la Schubertíada.
Por fortuna la Covid-19 no se ha llevado por delante esta vigesimoctava edición, que se está celebrando bajo estrictas medidas de seguridad -con un aforo máximo de 140 personas- y que una vez más reúne algunas de las voces más rutilantes del lied, del piano y de la música de cámara, que comparten cartel con artistas emergentes. La ausencia del pianista Malcom Martineau -a causa de las restricciones del gobierno británico- constituye la única baja artística del plantel. Precisamente Martineau debía actuar junto al barítono Florian Boesch, siendo finalmente sustituido por Christian Koch.
El enfoque conceptual de Boesch a lo largo de todo el ciclo estuvo marcado por una fuerte carga emocional, plasmando en los primeros lieder la ingenuidad y ternura del molinero. El austriaco posee una voz elocuente, de clara proyección y dotada de un refinamiento que, a modo de ejemplo, quedó plasmado en el bellísimo motivo musical sobre las palabras ‘Bächlein, liebt sie mich?’ (‘Arroyuelo, ¿ella me ama?’), cantado con una subyugante dulzura y una cristalina emisión. Boesch conoce a las mil maravillas este ciclo de Schubert, que ha interpretado en innumerables ocasiones, y es capaz de enarbolar un discurso en el cual la dulzura trágica cobra una justa dimensión introspectiva en la parte final del relato.
El epicentro del ciclo lo constituye el lied ‘Tränenregen’, único momento de encuentro entre molinero y molinera, al que sigue el complejísimo (por sus arriesgados intervalos) ‘Mein!’. A partir de este punto de inflexión la voz de Boesch enfatizaría los tintes dramáticos, emergiendo su faceta más melodramática, e incluso operística. La claridad de dicción, la precisión en la afinación y la bravura con las que afrontó el lied ‘Der Jäger’ (‘El cazador’) subrayaron a las mil maravillas el componente trágico, visceral y vehemente del ciclo. Boesch cantó con tremenda introspección ‘Der Müller und der Bach’, en el cual el joven molinero se funde con el arroyo, metáfora del amor y la muerte. Después, música y palabra se fusionarían en una emotiva versión de ‘La canción de cuna del arroyo’, con un sublime Boesch haciendo alarde de una gran delicadeza expresiva.
Por su parte, Christian Koch (pianista curtido como pocos en el universo del lied) hizo gala de un pianismo delicioso y sumamente agradecido para la voz. Un feliz debut en Vilabertran de dos artistas que a buen seguro repetirán en próximas ediciones.
(Foto: Martí Artalejo)