VIGO / Voces arrebatadas y rotundas
Vigo, Teatro A Fundación, 31-X-2021. Arias y dúos de La fanciulla del West, La favorita, La forza del destino, Adriana Lecouvreur, Il trovatore, Sanson y Dalila, Pagliacci, Aida y Carmen. Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano. Alejandro Roy, tenor. Javier Carmena, piano.
Tras la muy lírica, cálida, efusiva y bien cantada gala protagonizada por Sabina Puértolas e Ismael Jordi el pasado 17 de septiembre, se esperaba con expectación la de Nancy Fabiola Herrera y Alejandro Roy, otras dos voces hispánicas de tronío, aunque muy distintas a las de sus dos predecesores. Su actuación, celebrada por un publico entusiasta, pero lejos de colmar el aforo (los ausentes se perdieron una velada de alto interés musical y vocal), merece plácemes y un análisis ponderado, que es lo que a continuación pretendemos realizar.
La verdad es que nos encontramos con dos de las voces más importantes y mejor emitidas de nuestro firmamento canoro, tan dotadas como las que nos suelen venir del extranjero; tan sólidas para que deban ser tenidas en cuenta por nuestros Teatros, lo que no suele suceder siempre por desgracia, bien que la de la mezzo canaria sí suele ser reclamada con cierta asiduidad. Con justicia por cuanto la suya posee timbre, colorido variado (gracias a un técnica depurada para la aplicación de reguladores), esmalte de buena calidad, extensión suficiente para la mayoría de sus cometidos, siempre a partir de un control de medios y un buen manejo de los resortes expresivos nacidos de un fraseo cincelado con inteligencia y conocimiento del métier. No siempre se encuentra cómoda en las notas graves de la tesitura, que emite con apoyos irregulares, y puede que en ciertos agudos, más allá del La natural, se encuentre pasajeramente apurada, aspectos que orilla con su estilo, su elegancia y su buen hacer general.
Es sorprendente que su compañero en esta ocasión no sea más solicitado por nuestros responsables artísticos y que no haya cantado nunca, que se sepa, por ejemplo, ni en el Real ni en el Maestranza, en donde a veces hemos escuchado cantantes de mucha menor envergadura y de voces más febles y deficientes. Roy podríamos decir sin temor a equivocarnos que es un tenor spinto dotado de recio timbre, oscuro y bien sombreado; de volumen, de potencia, de vibración, de extensión suficiente, con unos graves bien puestos y sonoros y unos agudos con mordiente, bien apoyados, amplios y contundentes. Frasea con mucha justeza, por derecho, con aplomo, bien que no sea siempre todo lo variado que se podría desear y encuentre ciertos problemas a la hora de apianar y hacer medias voces o falsetes, aspectos que compensa con la fuerza y precisión del ataque y con una excelente afinación.
Ambos cantantes nos ofrecieron una serie de arias y dúos, algunos muy espinosos, que pusieron a prueba sus instrumentos, su preparación y su profesionalidad; también su estupenda compenetración. De salida Roy nos causó excelente impresión con una recreación despaciosa, bien dicha y regulada, del lírico canto de Johnson en La fanciulla del West de Puccini, graduada a la perfección y coronada con vigorosos Si bemoles agudos. Enseguida Herrera dijo con muy lírica y concentrada expresión el canto nostálgico de Leonora de La favorita de Donizetti. Su O mio Fernando tuvo intimismo y dulzura, aunque en la cabaletta de cierre tuviera algunos problemas abajo y arriba nada importantes. Se notó que quizá no estaba al cien por cien: hace unos días acometió el personaje de Bernarda de La casa de Bernarda Alba de Miquel Ortega, de vocalidad bien diferente.
Claro que de inmediato nos encandiló con su buen decir y los ricos armónicos de su instrumento en la poco conocida pero muy interesante y reflexiva aria de la Princesa de Bouillon de Adriana Lecouvreur, Acerba voluta. La había dejado en suerte momentos antes Roy con una marmórea y bien labrada interpretación de La vita è inferno al infelice de La forza del destino de Verdi, en la que el tenor arrostró con valentía los peliagudos Si bemoles agudos. No habría venido mal, desde luego, una mayor matización en el recitativo inicial.
Enseguida escuchamos el primer dúo, Non son tuo figlio de Il trovatore, también de Verdi, en el que Azucena y su falso hijo intercambian impresiones e imprecaciones. Buen feeling, adecuada exposición del arioso Mal reggendo por parte del tenor y buenas réplicas, a falta de una mayor amplitud en la zona grave, de su partenaire, aspecto que denotamos asimismo por parte de la mezzo en su por otro lado espléndida delineación del aria de Dalila de Saint-Saëns, dicha con especial arrobo (para encandilar a Sanson, claro). Nos metimos de lleno en harina (nunca mejor dicho) al escuchar la rotunda recreación de Roy de Vesti la giubba de Pagliacci de Leoncavallo, donde el tenor mostró sus buenos graves y su poder arriba, haciendo las grandes frases finales, con subida al La natural, en dos respiraciones, para mayor comodidad. Musicalidad antes que histrionismo.
Llegamos así el segundo dúo de la sesión, el tan dramático, variado y melódico de Amneris y Radames de Aida. Dos voluntades, dos sentimientos, dos maneras de amar frente a frente. Aquí Herrera se resintió un tanto en las invectivas, pero se unió con pasión a su oponente en las frases más rotundas. Nos quedaba aún lo que probablemente fue lo mejor, o de lo mejor, de la noche: los tres fragmentos de Carmen de Bizet: la Habanera, el Aria de la flor y el dúo final. Aquí Herrera dio lo mejor de sí misma: línea, expresión, sensualidad, pasión, arranque, despecho y valentía. Tiene dominado el personaje y lo recrea con talento y verdad, con un canto ceñido y alado al tiempo. Se movió con soltura, gracia y elegancia en la Habanera y se entregó al fatum en el dúo, donde Roy le dio una magnífica y dramática réplica, fraseando con hondura después de haber cantado muy honorablemente la siempre espinosa romanza, donde echamos de menos un poco más de abandono y matización. Formidable Si bemol de cierre; no filado como se pide, pero eso no lo hace nadie. Ni lo hacía Fleta curiosamente.
Los cantantes regalaron una muy apasionada romanza de La tabernera del Puerto de Sorozábal (él) y una bien recreada, quizá con un exceso de caricatura, Tango de la Menegilda de La Gran Vía de Chueca (ella). Y gozaron en todo momento, hay que resaltarlo, de la ajustada, musical, atenta, cuidadosa, medida y expresiva colaboración desde el piano de Javier Carmena, un artista discreto, a veces quizá demasiado, que sabe estar, respirar y servir como se precisa la línea vocal de manera impecable y que tocó, puede que a falta de un gesto musical más expresivo, dos Intermedios: el de Manon Lescaut de Puccini, bien diseñado, aunque a juicio del firmante, algo exento de amplitud, y el de Goyescas de Granados, al que otorgó el sentido lírico profundo y cantabile que demanda.
Por tanto un buen concierto que esperemos que preludie un próximo Otoño Lírico ya con representaciones y manteniendo las mismas demás actividades (proyecciones, conferencias, recitales de nuevas figuras…). Un Otoño que pueda recuperar músculo. Para eso, claro, es imprescindible que las instituciones que costean estas actividades líricas –taquilla, siempre problemática, aparte- no se llamen Andana. Es curioso que, pese a los excelentes resultados artísticos de este y de otros años, las aportaciones del Ayuntamiento y de la Xunta, entre otras, hayan menguado aún más. Se corre el peligro de que los esforzados aficionados y profesionales que llevan a buen puerto estas actividades líricas dejen el testigo. Sería dramático, nunca mejor dicho, cortar una espléndida y esforzada trayectoria de 62 años, que son los que tiene de vida esta histórica Asociación. Un poco más de sensibilidad, por favor. ¶
Arturo Reverter
[Foto: Ricardo Grobas]
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