VENECIA / La nueva danza reflexiva en la Bienal
Venecia. Bienal de Danza 2024. 17-VII/3-VIII
La Bienal de Danza de Venecia concluye su 18º festival internacional con espectáculos de alta calidad y la voluntad de abrir un diálogo interdisciplinar en el que participan varios elementos en juego: desde la música de encargo hasta el formato de exhibición y su extensión en el tiempo. A pesar de un calor estival capaz de derrotar campanarios, el público fiel llenó teatros y otros espacios alternativos.
La Bienal de la Danza de Venecia culminó ayer su 18º festival internacional, aunque, si nos atenemos a una más justa cronología, vamos por la edición número 27 o 28. Primero, la danza en Venecia se exhibió asociada al teatro (muy importante fue el papel de Franco Quadri, que trajo hasta la cita lagunar a Pina Bausch) y a la música contemporánea, ya con una sólida tradición de eventos a sus espaldas. Luego, llegó como un verdadero ciclón la estadounidense Carolyn Carlson y fundó un primer ciclo anual, al que acudieron muchas figuras punteras de aquellos años. Después, una sucesión de directores artísticos ha ido dotando al evento de una visión prismática y siempre con sorpresas en su programación. Frederic Flamand, Ismael Ivo, Virgilio Sieni, Marie Chouinard, Karole Armitage y hoy el británico Wayne McGregor resultan programadores de lujo y convicción, con criterios que siempre pueden ser discutibles y discutidos, pero honestos y con la intención de que el público veneciano se mantenga vibrantemente actualizado.
McGregor ha sido ratificado por dos años más al frente del sector Danza de la Bienal, lo que le permitirá ahondar y redondear propuestas latentes en su trabajo y el de los creadores que convoca. Su mentalidad es abierta, su trabajo riguroso y su sistemática demuestra una organización cerebral y práctica eficiente, hasta el punto de que en esta edición de 2024 el festival ha durado una semana más de lo habitual. El College estacional de 16 bailarines jóvenes venidos de muchos sitios del mundo y seleccionados en rigurosa audición, ha devenido en una plantilla de sólidos y tenaces intérpretes puestos en manos de varios coreógrafos experimentales. Otra de las características de la etapa de McGregor es que se ha estabilizado una convocatoria paralela a la creación, donde se escogen varios creadores, tanto italianos como extranjeros. Así, la Bienal pone en manos de los nuevos creadores una plantilla disponible y subvenciona la producción de la obra de creación, su vestuario, su música y su técnica.
Hubo espectáculos de un gran refinamiento y que son muestra de los muchos y diferentes caminos que siguen hoy abriéndose en la escena de danza actual. El performer, director teatral y artista visual Shiro Takatani presentó su pieza Tangent, donde persiste la música siempre envolvente de Ryuchi Sakamoto para completar una acción tan metafísica como ambiciosa en su voluntad de abstracción. La propuesta está clara: la danza está en el éter, lo evanescente que nos rodea y discrecionalmente, o nos aísla o nos conjunta. La artista Miyu Hosoi se expresa pausadamente, se mueve casi en una alegoría celeste e inspirada. Una obra que es poesía toda ella y que arrastra al espectador hacia un culmen celeste.
Destacaría también al colombiano Rafael Palacios con su compañía Sankofa Danzafro, venidos de Medellín y buscando transitar por un puente que ya estaba tendido entre lo ancestral africano, su herencia transmitida y sus valores. Cercano a la indagación antropológica y con gran plasticidad, Palacios propone acercarnos a la historia en toda su rudeza y crueldad, entresacar los vuelos artísticos que emanan de un dolor que también, muchas veces, ha sido transmitido con la rítmica y con sensuales movimientos que remiten a la madre continental, la sufriente África.
Del programa para jóvenes coreógrafos, en esta edición de 2024 ha surgido una sorpresa especialmente señera para la danza española contemporánea: un tándem de creadores bajo el bastante enigmático nombre “Recuerdo Número 7” [RN7]. Son Enrique López Flores (Barcelona, 1995) y Javier Ara Sauco (Huesca, 1993). Hoy se produce más coreografía que nunca, y se contabilizan más obras de danza en todos los géneros posibles más que en ninguna otra etapa de esplendor cultural, pero los coreógrafos no crecen como setas. Los artistas creadores de danza verdaderos, que progresan y se instalan en la industria, son pocos, muy escasos. Tal como se producen, un abrumador (por elevado) por ciento de la coreografía que se hace se olvida con cruel rapidez, se sustituye tanto en el imaginario colectivo como en las programaciones; muchos de esos materiales –y sus gestores– ya saben que están destinados al más raso efímero. Flores y Sauco no parecen moverse en el arco de este planteamiento extremo pues su obra, This was meant to find you (con música original de Alex Aller) carece de prisas y de cualquier aspaviento oportunista. El tándem RN7 están en una fase de alineación en el paisaje de salida, no han hecho muchas coreografías pues sus carreras han estado marcadas por sus tareas de bailarines, pero el trabajo deja ver varios asuntos con claridad: el movimiento es un idioma de honestidad y en los destaques íntimos suele haber mensajes de la botella más legibles. Es un lugar común decir aquello de habrá que seguir de cerca lo que hacen estos chicos, pero en este caso, está claro.
El festival se cerró en el Palacio del Cine con una producción coreográfica monumental del propio Wayne McGregor donde reunía sobre la escena a los artistas de su propia compañía británica y a los 16 bailarines del College en una enorme fiesta de luz y sonido electrónico que intentó servir de metáfora a todas las ofertas futuribles.
Roger Salas
En la imagen de arriba: una escena de This was meant to find you, de RN7.
En la imagen de abajo: los coreógrafos Javier Ara Sauco y Enrique López Flores, miembros de RN7.