VALLADOLID / Un fenómeno en Castilla y León
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 9-II-2023. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Andrea Götsch, clarinete. Sophie Dervaux, fagot. Director: Christoph Koncz. Obras de Richard Strauss y Beethoven.
Como si hubiera pasado un cometa, inusual y brillante, así fue el paso de Christoph Koncz por el podio de la OSCyL. Este chico está llamado a convertirse, si no lo es ya, en un icono de la ciudad de Viena, aunque no naciera allí, como tampoco Bernstein nació en Manhattan. Su personalidad representa el carisma tan sui generis de la Filarmónica de Viena, con su respeto a la tradición, su pureza y sus particularidades históricas.
Partiendo de las enseñanzas de su propia Filarmónica, en la que ganó plaza siendo un muchacho en pleno periodo de formación, dispuso a los profesores de la OSCyL sobre el escenario de una manera cuanto menos curiosa (consistente grosso modo en que casi nadie en la cuerda se encontraba en su lugar habitual), trabajó la intensidad de Muerte y transfiguración tanto del discurso como de cada sección afirmando la base en un sonido sólido de violonchelos y contrabajos. Sobre esta condición previa construyó un poema sinfónico como el compositor lo hubiera soñado, admirablemente expresivo, bien equilibrado en planos sonoros (salvo un solo momento de inevitable exceso) y, por tanto, como oro artístico, totalmente autosuficiente respecto a cualquier programa extramusical.
Con el poco frecuente Dúo-concertino para clarinete, fagot, orquesta de cuerda y arpa, del mismo Strauss, el programa aligeraba su textura hacia el formato de cámara, como intermedio de preparación para la séptima de Beethoven, que vendría en la segunda parte. Dos solistas de excepción provenientes asimismo de la Filarmónica vienesa, Sophie Dervaux y Andrea Götsch (fagot y clarinete, respectivamente) exhibieron su exactitud, sus fraseos idénticos al unísono y su compenetración sobre la cuerda, aterciopelada como en las mejores ocasiones, contando con la discreción del director, que tuvo tiempo para disfrutar de este regalo para el público.
Tras esta primera parte de derroche de arte musical, la Sinfonía en La mayor de Beethoven sirvió para confirmar que Koncz es un fenómeno único al que hay que admirar como a los más grandes. Dirigiendo de memoria y sin abusar de la ligereza de tempos, todos, absolutamente todos los matices están en su gesto, hasta el punto de que envidio a la parte del público que se encontraba detrás del escenario frente a él. Un Vivace claro y preciso, el mejor Beethoven que pueda escucharse, enganchó de forma tan natural en attacca con el Allegreto, que costará en adelante asumir un lapso entre ambos movimientos. En el Scherzo, elegante, juguetón, enérgico, todo ello a la vez, se vio a una orquesta disfrutando del mejor trabajo del mundo. Reprimí mis ganas de aplaudir. Respecto al finale, alegre con enorme brío en ningún momento desbocado, la OSCyL coronó una tarde para recordar de la mano un director con enorme carisma, de gesto práctico infalible y de una intuición artística fuera de lo común.
Enrique García Revilla
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