VALLADOLID / Perianes y OSCyL, de escándalo
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 14-V-2021. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director y piano: Javier Perianes. Obras de Mozart y Beethoven.
De un tiempo a esta parte, desde la butaca del Auditorio Miguel Delibes da la sensación de que cada concierto de la OSCyL es mejor que el anterior, a pesar de que la satisfacción fue igualmente alta en los más recientes. Puede deberse simplemente a una apreciación subjetiva basada en las circunstancias que condicionan al oyente o puede ser, asimismo, que cada batuta invitada extrae y ofrece lo mejor de la orquesta desde puntos de vista diversos. No es igual, por tanto, la mejor OSCyL con Víctor Pablo que con Javier Perianes, pero sigue siendo la mejor OSCyL.
Con su simpatía y sus característicos andares, Perianes se sentó al piano para ser director intérprete de los conciertos 21 de Mozart y 1 de Beethoven. ¿Perianes dirige? ¡Caramba si dirige! Su parte de solista, de exuberante variedad en matices expresivos, agógicos e incluso estilísticos, simplemente perfecta, trasluce un Mozart al corriente de los tiempos que nunca pasará de moda. El piano sin tapa, dispuesto así posiblemente para favorecer el contacto visual entre pianista y profesores, hace que el sonido sea un poco menos concreto (más ‘desparramado’, si me permiten la grosería para hacerme entender), y que el oído del oyente necesite unos segundos para hacerse a ello. Superada esta dificultad, la dirección de Perianes, muy especialmente en el concierto de Mozart, convierte el Clasicismo en una cosa tan delicada y frágil que hace bueno aquello de que es la música de este compositor la más difícil de interpretar, por encima de la de los siglos XIX y XX. Fue Mozart, en mi opinión, el mejor momento de la noche, por encima de Beethoven. Exquisito, transparente, perfecto, son adjetivos perfectamente aplicables a un concierto extraordinario de una orquesta del máximo nivel.
Los pianísimos extremadamente arriesgados se solventaron con afinación exacta. Perianes dejó su marca personal en los fraseos, finales de frase y equilibrio en el sonido. Al dirigir sentado desde el piano, quizá le falló ese contacto visual con los músicos de cuerda más allá de los terceros atriles ya que estos se hallaban al mismo nivel sobre el escenario. Con la falta del gesto del director, los intérpretes, deben guiarse sólo por el oído, el movimiento de sus colegas y el del concertino invitado, Cibrán Sierra. Esto se tradujo en algún desajuste en cuanto a intensidad en ciertos ataques en la cuerda, diferentes en los primeros y últimos atriles. Ahora, los pequeños detalles no empañan un Mozart escandalosamente perfecto, brillante, emocionante, en el que el piano es, por momentos, un instrumento más de la sección de cuerda. Cuando los pizzicati de los contrabajos y la mano izquierda del pianista parecen un mismo ente, la unidad de criterio ofrece una naturalidad en el motor de avance que contribuye a esa claridad y transparencia del Clasicismo. Otro pequeño punto de mejora que se indica únicamente para ayudar a destacar en la excelencia puede consistir en la diferencia de criterio en la cantidad de vibrato que emplea cada músico. Algunos bastante, unos un poco, otros nada, de modo que, cuando se camina sobre un Mozart y un Beethoven concebidos como cristal de un milímetro, en ciertos momentos son diferencias sutiles que sí se aprecian al oído y no sólo a la vista.
Enrique García Revilla