VALLADOLID / Perianes, artista en residencia en Castilla y León
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 11-XI-2022. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director (OSCyL). Director y piano: Javier Perianes. Obras de Martín y Soler y Mozart.
La OSCyL interpretó la obertura de Una cosa rara de Martín y Soler con el brío y la intención de los fraseos coordinados por Cibrán Sierra, concertino invitado para la ocasión y director de la obertura. Dotó de enérgica direccionalidad los procesos melódicos y los planos sonoros, pero se le quedó diluido y casi inapreciable el motor de corcheas en las cuerdas graves que conduce la acción. Quizá por ello se perdió una parte de vigor de la orquesta.
Unas notas al programa escritas por ese valor seguro de la musicografía española que es María del Ser, ofrecían una interesante y erudita introducción al origen de la composición concertística para piano en Mozart para recibir a Javier Perianes como director y solista de los conciertos nº 20 y 23. Perianes es en todo momento y en cualquier repertorio un derroche de fraseos cada cual más bonito que el anterior, que no surgen sólo de la subjetividad de su gusto personal sino de su propia sabiduría y del conocimiento del estilo y la dialéctica tímbrica. En este sentido, cada minuto de estos conciertos para piano constituye un momento memorable para quien pueda escucharlo, en especial, su forma de recoger con su instrumento el discurso de la orquesta y de devolvérselo con la intención o la atmósfera precisa. También es cierto que por allí se presentó alguno de los problemas usuales de dirigir desde el piano, como la tendencia a caer en el tempo en algún fragmento orquestal, tempo que el pianista se encargaba de recuperar en sus intervenciones. Por otro lado, condicionó la escucha el hecho de que el piano estuviera despojado de su tapa. En un auditorio tan voluminoso como la sala López-Cobos del Delibes, el sonido del piano, en vez de surgir concreto de su fuente sonora, se expande un tanto desparramado y su percepción es difusa. De este modo, lo que Mozart ofrece como cristal fino, se percibe como sonido menos directo y más borroso.
Cibrán Sierra se reveló una vez más como un concertino con personalidad y trasladó la natural comunicación que emplea en música de cámara a su sección de violines, cuestión absolutamente positiva y necesaria, pero pecando quizá de un pelín de sobreactuación, lo que pudo provocar puntuales desajustes en la cantidad de energía desplegada por cada músico individual. Con todo, el concepto mozartiano de Perianes y la OSCyL, clásico y preciso, subraya y saca la expresión de cada una de las indicaciones de la partitura, de la dirección de sus frases y crea el ambiente ideal en la relación entre solista y tutti.
El programa de mano indicaba oportunamente la comparecencia del espíritu beethoveniano en las cadencias del concierto en re menor, para sorpresa de quien no estuviera apercibido. Sin duda, la interpretación de este Beethoven enmarcado en Mozart tuvo, algo que ver con las generosas ovaciones finales.
Enrique García Revilla