VALLADOLID / OSCyL: Petrenko arranca ovaciones

Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 10-II-2022. Daniel Ciobanu, piano. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Vasily Petrenko. Obras de Britten, Prokofiev y Elgar.
El peterburgués Vasily Petrenko es uno de los directores favoritos del público castellano y leonés. Como tal, es habitualmente invitado y sus conciertos causan expectación desde el día mismo de presentación de la temporada. No creo que la de ayer haya sido de sus mejores actuaciones con la OSCyL, pero aun así tiene al público entregado de antemano, lo cual no deja de ser un mérito justamente ganado en sus anteriores visitas.
Partiendo de la base de una orquesta que funciona como un tiro, con unos solistas espectaculares en cada sección, su lectura de los preciosos Cuatro interludios marinos de Britten pudo resultar discutible, aunque, sin duda, obtuvo un efecto arrasador. Bonita afinación en el Amanecer; logrado empaste del timbal con la cuerda en el nocturno orquestal del Claro de luna, donde la precisión del arpa con las flautas puso un hermoso paréntesis de cuento de hadas. Hubiera deseado que Petrenko permitiera mayor presencia al arpa en sus intervenciones del cuarto movimiento, Tormenta, mucho más protagonista del papel al que se vio relegada. Su concepto de oleadas de sonido en dicho final, apoyado en los timbales como actor principal de ese mar tormentoso, quizá se llevó algo de claridad en la exposición temática. El tema recurrente del movimiento, agitado y violento, no quedó claro, hecho perfectamente acertado si era eso lo que se pretendía como efecto. Aun así, tales andanadas de percusión emborronan el discurso y es una pena desperdiciar un motivo melódico tan brutal, aunque sea a costa de lograr un verdadero efecto de tormenta.
El pianista rumano Daniel Ciobanu se enfrentó al Concierto nº 3 de Prokofiev con una visión personal, traducida en un poderío especial de la mano izquierda. No resulta especialmente elegante, pero sí portador de claridad y energía. No se puede decir que no dejase ni una nota sin dar en su sitio, cosa que dicen que es posible en este concierto, pero sí se vio una brillantez del discurso verdaderamente hermosa, ante la cual, el espectador no tiene problema en mostrarse indulgente con los pequeños deslices técnicos.
Tras el maltrato al que Prokofiev somete a los violines, en las Variaciones Enigma la OSCyL recuperó la precisión de la que pareció cojear en los momentos más delicados y expuestos del Concierto nº 3. La autoritaria mano derecha de Petrenko se encargó de despojar la interpretación de toda afectación, al tiempo que su poética mano izquierda dibujaba los matices de una partitura concebida para la exhibición de las orquestas buenas. Llegado el momento especial de Nimrod, la novena variación, sobre la que pivotan los movimientos anteriores y los que han de llegar, Petrenko optó por un tempo un tanto más ligero que el adagio indicado. Su efecto expresivo tendió a atenuarse al finalizarse la variación un poco más rápido aún del tempo inicial al que se comenzó. Con todo, la orquesta lució un trabajo de conjunto para disfrutar; Marius Díaz (chelo) y Marc Charpentier (viola) protagonizaron momentos musicales camerísticos para no olvidar; lo mismo que Enrique Pérez, clarinete, que hizo magia con el sonido y el silencio.
Si grande fue la ovación para Petrenko, mayor lo fue para Ciobanu y mejor aún para la orquesta, que se halla embalada en un ritmo frenético de actuaciones.
Enrique García Revilla
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