VALLADOLID / Martin Fröst, un clarinete de fantasía en la OSCyL
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 23-II-2024. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Martin Fröst, clarinete; director: Ryan Bancroft. Obras de Anna Clyne y Sibelius.
La llamativa fotografía que ilustra el programa de mano representa a un clarinetista que mantiene entre el humo una pose inspirada en el fauno de Nijinski. Entra por los ojos, la verdad, y su imagen le hace diferente a otros, lo cual es un punto a su favor. Ese escorzo de ballet es una postura que Martin Fröst adopta de forma natural mientras interpreta, con el fin de apoyar su expresividad. Defendió la obra Weathered de Anna Clyne, (estreno en España), no sólo con su dominio de todos los registros del instrumento, sino involucrándose en todo momento en el liderazgo de la orquesta que lo acompañaba. Weathered, una suerte de concierto para clarinete en cinco movimientos, es una obra de orquestación muy completa y variada que trata de explorar multitud de timbres desde la base de material melódico de origen popular.
Anna Clyne ha demostrado sobradamente su valía como compositora, pero, por lo que hemos escuchado hasta la fecha, con esta obra da un paso adelante para asentarse como autora perdurable, precisamente por su aportación a un repertorio solístico para intérpretes de máximo nivel, por haber creado una obra de notable entidad con su media hora de duración, y, por supuesto, por el interés musical de cada uno de sus movimientos. Los instrumentos graves condujeron la acción del primer movimiento con aplomo en una melodía de dos semifrases simétricas, para abrir así un mundo de glisandos en las cuerdas, de virtuosos brincos del clarinete, de un cuarto movimiento, denominado Wood, en el que la orquesta arropa al solista con tal densidad, que no lo hace destacar, sino casi fundirse entre toda esa ropa de cama, en un concepto diferente de actuación solística. Quizá en el último movimiento decayó ese interés que se había mantenido alto y Fröst necesitó de una propina para despertar el entusiasmo del público.
Ryan Bancroft, titular de la Orquesta de la BBC de Gales, se encontró con el altísimo listón en Sibelius que la semana pasada dejó Petrenko con la Sinfonía nº 1 y, ciertamente, lo hizo partiendo con desventaja por la partitura sobre el atril. Las Cuatro leyendas del Kalevala parecieron ayer una obra desigual en cada uno de sus movimientos. La OSCyL que queríamos escuchar no apareció hasta el movimiento final, El regreso de Lemminkäinen, un fragmento que surgió de la mano de Bancroft cargado de una tensión creciente hasta el final, con unas frases contrapuntísticas llenas de dirección y perfectamente comprensibles en la cuerda, un empuje bárbaro del metal, una picardía rítmica inteligente en la madera, unos crescendos de quitar el hipo y una coda como las de las mejores ocasiones. El problema venía de los cuarenta largos minutos anteriores, puesto que Bancroft optó por una versión en la que no quiso renunciar a un nivel general de decibelios, de lo que resultó un primer movimiento agotador en cuanto a un sustrato continuo altísimo, con minutos y minutos en fortísimo. El cisne de Tuonela supuso un alivio gracias a la aligeración de texturas, a la intervención del siempre excelente Juan M. Urbán al corno inglés, al declamado del poema, elegante y sutil, en el unísono-recitativo de las cuerdas y, ahora sí, al delicado sustrato del tutti en cada intervención solística. Había en esta obra una cantidad ingente de horas de trabajo individual de cada uno de los profesores que quizá no brilló como debiera debido a ese carácter masivo que volvió en el tercer movimiento. O Sibelius o Bancroft, uno de los dos, exige demasiado al oyente en esta obra. Los recurrentes trémolos del bombo resultaban agotadores una y otra vez; los elementos que deberían haber sonado en segundo plano, pero que lo hacían en el foco principal emborronaban el trabajo seccional; y se vio cómo los pasajes más logrados fueron los de texturas menos gruesas. A todo esto, la OSCyL respondía en todo momento a cuanto el director demandaba. Como digo, gran trabajo, pero versión agotadora.
Enrique García Revilla