VALLADOLID / La OSCyL recupera al mejor Gourlay
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 13-I-2022. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Katarina Karnéus, mezzosoprano. Director: Andrew Gourlay. Obras de Larcher, Wagner y R. Strauss.
Es innegable el hecho de que Andrew Gourlay es una persona estimada en la OSCyL, formación de la que fue titular entre 2015 y 2020, pero también lo es que, durante su mandato no gozó de incondicionalidad por parte de una sección del público castellano y leonés. Ayer fue recibido con cordialidad en el Delibes, pero quizá sin el calor que podía haberse esperado hacia quien fue cabeza visible de la orquesta en una época indiscutiblemente brillante.
En el estreno español de la Sinfonía nº 3 del austriaco Thomas Larcher nos reencontramos con una personalidad firme, seria y segura en el podio, con ideas claras fruto de un estudio profundo de la partitura. Se trata de una obra cincelada con oficio y arte para hacer lucirse a las orquestas buenas. El subtítulo que lleva, Una línea sobre el cielo, hace referencia a una ruta en los altos alpinos, que musicalmente se traduce (supongo que entre otros numerosos detalles) en el recurso brahmsiano a las llamadas del metal, en este caso en forma de un coral que se establece hacia el comienzo como germen del discurso del resto de la obra. A diferencia de otras obras contemporáneas, cuyo destino es ser interpretadas una sola vez y prácticamente desaparecer, esta Sinfonía nº 3 posee varias características que pueden permitir su paso a la posteridad, a su pervivencia como pieza clásica de su época. En este sentido, no renuncia al empleo de campos tonales e incluso a cierta personalidad melódica. Serísimo Gourlay, claro en sus indicaciones y evidentemente comprometido con la excelente partitura, hizo de su figura juvenil con la que estamos más familiarizados (su lenguaje corporal continúa recordando, no diré que para bien o para mal, al David de Donatello) una imagen de veterano curtido y sabio. Tal vez pudiera jugar en contra de la posibilidad de pervivencia de la partitura el detalle práctico de su elevada exigencia respecto a la numerosa plantilla, en la que el compositor no se priva de nada.
La mezzosoprano sueca Katarina Karnéus se puso al frente de los Wesendonck lieder con un instrumento hermoso y natural, pero (qué frecuente es esto) escasito en el grave. A pesar de la orquestación de Werner-Henze, de cámara, en la que las maderas sufrieron el riesgo de moverse en su mínimo de intensidad, los no pocos fragmentos que se aproximaban a la clave de do quedaron prácticamente inapreciables. Siempre es un regalo escuchar esta pieza, por lo que es una pena que las condiciones no sean óptimas.
La suite de El caballero de la rosa nos devolvió al Gourlay que mejor sabe sacar cada sección, equilibrar los planos sonoros, encontrar fraseos delicados y respiraciones llenas de intención, y evitar que en su orquesta queden notas sin escuchar. Sección de cuerda compacta en toda su extensión, cálido y referente (como siempre) el concertino invitado Paçalin Pavaci, maderas con su precisión característica y bien trabajada la orquesta en cuanto al control del fortísimo, la obra de Richard Strauss aparece, en semejantes condiciones, como una obra hermosísima que el público escucharía una y otra vez.
Enrique García Revilla