VALLADOLID / La OSCyL de Fischer, una orquesta suntuosa
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 9-XI-2023. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Cristina Gómez Godoy, oboe; director: Thierry Fischer. Obras de Bretón, Richard Strauss y Prokofiev.
El cuarto programa de abono de la OSCyL se abrió con uno de los homenajes a Bretón, necesarios y afortunados, que se están dedicando por toda España a este importantísimo autor sinfónico. Su obertura de Tabaré, desconocida por la mayoría, refleja un colorido orquestal exuberante que el compositor emplea para recrear ambientes de exotismo y avanzar, aún con el telón abajo, algunos fragmentos que se dejarán escuchar a lo largo de este drama lírico en tres actos. Es un fragmento interesante y de evocadora belleza, si bien como preludio que es, más que obra independiente, no busca causar especial efecto en el público. No seré yo quien se atreva a afirmar que quizá se encuentre un tanto sobreorquestado; para eso estaba Thierry Fischer, que se encargó de dirigir con mucho cuidado para que esto no supusiera un problema de claridad.
Cristina Gómez Godoy se presentó por vez primera en Castilla y León con el agotador Concierto para oboe de Richard Strauss, una montaña rusa salvaje en dificultad, que ella manejó con la soltura de quien monta en los caballitos. Parece que algo hay en Andalucía que favorece el surgimiento de grandes oboístas. No habíamos visto un Strauss semejante desde Lucas Macías. Ayer admiramos y disfrutamos que Cristina Gómez Godoy es una intérprete perfecta, indiscutible en la proporción exacta de musicalidad y técnica. Otra historia es la dificultad física de los solistas para llenar espacios tan vastos como son los auditorios actuales y llegar así con nitidez a todos los oyentes. Dado que el oboe lo domina todo en este concierto, la orquesta supo mantenerse en su sitio, acompañando y con discreción, pero graciosa y llena de intención, especialmente en el tercer movimiento. El auditorio se llenó hasta la bandera gracias, en parte, muchos estudiantes que se desplazaron para escucharla y, tras una merecida ovación, Gómez Godoy regaló la delicadeza de la Danza de los espíritus bienaventurados, del Orfeo de Gluck.
Con los primeros compases de una selección de Cenicienta, de Prokofiev, el concierto se puso más que serio con una orquesta de unos 80-90 integrantes. Vientos compactos y cuerdas con cuerpo, con mención especial a los violines, a quienes Prokofiev tiene la costumbre de afilar hasta el extremo, parece que con la intención especial de asegurarse de que sólo las orquestas de primera se atrevan con su música. Esta Cenicienta con su sonido soviético, ajena a Perrault y a Disney, mostró al Fischer de los detalles cuidados en las frases solistas y seccionales; en el significado de cada uno de los movimientos; en esa mazurca en la que cada compás sorprendió por sonar mucho más sabiamente de lo que cada oyente espera en cada momento concreto; con un cuarteto de trompas que se mostró bárbaro en todo el concierto; con unos contrabajos que alzaron la voz al comienzo como líderes al servicio de la formación; violonchelos expresivos y delicados como nunca; un sonido seccional de violas de provocar hasta envidia… En algún momento, como el vals, dio la impresión de que todo sale tan bonito de forma natural, como si, con la partitura de Prokofiev delante, lo lógico es que suene todo así de bien.
Si ustedes no han visto tocar a Cristina Gómez Godoy, no han visto dirigir a Thierry Fischer, no han escuchado a la OSCyL y viven en Madrid, acérquense el sábado al Monumental a escuchar este mismo concierto porque todo ello merece la pena.
Enrique García Revilla
(fotos: Photogenic/Miguel Ángel Santos)