VALLADOLID / Josep Pons y OSCyL, una sociedad afortunada
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 15-XII-2022. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Patricia Petibon, soprano. Director: Josep Pons. Obras de Falla y Ravel.
El sexto programa de temporada vino a confirmar, una vez más, la excelente conjunción artística que se produce cuando Josep Pons sube al podio de la sala López-Cobos. Con el Interludio y danza de La vida breve de Falla se abría el concierto y, si bien fue una lástima que no se escuchase a la cuerda en el arranque melódico tan arrebatador y característico de este fragmento al quedar totalmente tapada por la sección de viento (en un fortísimo descontrolado), felizmente quedó esto como una anécdota y el resto de la pieza se tocó con buen cálculo de ensayo, con la gracia y empaque de un director cuya presencia supone una predisposición positiva por parte de músicos y público.
Era muy esperada la presencia de Patricia Petibon, quien actuaba por vez primera con la OSCyL. Se trata de una soprano diferente, siempre original en sus propuestas tanto musical como escénica. Ya desde el comienzo, dio la impresión de que los puntos de vista de Josep Pons y de la soprano no casaban entre ellos. La cantante pretendió hacer de los tres poemas de Shéhérazade de Ravel una versión de cámara con un chorro de voz evidentemente inadecuado tanto para llenar el volumen del amplio auditorio como para equilibrarse con la exuberante orquesta del compositor. Ni los trompas ni casi nadie en la sección de viento, que tocaban al límite de sus dinámicas en piano, pudo escuchar a la soprano en la mayor parte de la obra, como tampoco en buena parte del patio de butacas. Cierto es que la partitura es difícil en cuanto a balance entre voz y orquesta, pero precisamente por eso, la soprano debe saber que, en directo y no en una grabación, debe proyectar un mayor volumen de voz, aunque sea a costa de sacrificar las sutilezas de expresión que podría ofrecer en una schubertiada. Ante esto, Pons no quiso sacrificar el espléndido acompañamiento que una OSCyL colorida y sugerente puede ofrecer a una cantante más resuelta y menos mística, ni desperdiciar el momento de conducir esta OSCyL-Lamborghini en detrimento de la opinión de la soprano.
En la segunda parte, ese Ravel preciso y de inigualable destreza orquestal, tanto en la Alborada del gracioso, como en las dos suites de Daphnis et Chloé, fue interpretado con un cuidado precioso en cada uno de los engranajes tímbricos de la OSCyL, en los fragmentos a tutti, tan rebosantes de colores, en los pasajes seccionales, expresivos y suntuosos en la cuerda (especialmente fantástica en esta ocasión), y en las intervenciones solísticas, destacables todas ellas, con mención especial a los fagotes de la OSCyL, que con discreción siempre están ahí, empastando con limpieza, pero cuyo solista, Salvador Alberola, tuvo en esta ocasión su momento para lucirse como solista de raza en una de las intervenciones más destacables de la noche. Josep Pons, que no en vano es uno de los directores invitados más frecuentes de la OSCyL, dejó un sabor de boca inigualable en el subrayado de las mejores virtudes de la orquesta, que una vez más, venida arriba, le respondió ofreciendo lo mejor de sí misma.
Enrique García Revilla