VALLADOLID / Josep Pons: vuelva usted cuando quiera a la OSCyL
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 1-II-2024. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Leticia Moreno, violín. Director: Josep Pons. Obras de Jesús Rueda, Lalo y Brahms.
La obra Stairscape (2019) de Jesús Rueda supuso una sorpresa agradable para quienes nos disponíamos a escucharla ex nihilo, sin conocer nada sobre ella ni haber leído aún las interesantes notas al programa de R. F. de Larrinoa. La partitura se basa en el coral del finale de la Sinfonía nº 4 de Brahms, pertinentemente programada en la segunda parte. La OSCyL subrayó las dos características brahmsianas de la obra, como son la densidad orquestal y la intensidad de expresión, en creciente continuo. Rueda escribió una obra para que una gran orquesta exhibiera un sonido rotundo en la que el sentido de follón entre el plano de la cuerda y el del viento quede siempre bajo control. Josep Pons sacó partido de ello con un efecto verdaderamente remarcable, de manera que el oyente se queda con ganas de que ese vórtice sonoro, rico y completo, cuyo final parece llegar de forma un tanto abrupta, continuase girando unos minutos más.
Leticia Moreno llegó a Castilla y León a pasear su buen gusto, su capacidad para transmitir expresividad y un virtuosismo de alto voltaje empleado no como un fin en sí, sino claramente al servicio de los elementos anteriores. Es una lástima que la Sinfonía española de Lalo no se programe con la frecuencia de los cinco grandes conciertos para violín. Ciertamente la orquestación se mueve con frecuencia en el límite del desequilibrio de volumen sonoro entre solista y tutti, como se evidenció irremediablemente en el primer movimiento. Sin embargo, una vez se hubo habituado el oído a la singularidad de la plantilla, se pudo disfrutar de una versión extremadamente personal y diferente a cualquier otra, basada en esa expresión intuitiva que hace de Leticia Moreno una violinista única. Sus portamentos son siempre oportunos y el vibrato surge de manera natural en su cantidad y calidad exactas. La Nana de Falla, de propina, acompañada por el arpa de Marianne ten Voorde como atmósfera bien aplomada, dejó en su impecable interpretación algunos destellos de fraseo violinístico centroeuropeo que sorprendieron al quedar un tanto fuera del estilo vocal que se espera de una canción.
A todo esto, Josep Pons, más joven que nunca y tan artista como siempre, regresó a la OSCyL a dirigir la Cuarta de Brahms como un heredero auténtico de la tradición germánica. Vino Pons a remangarse y trabajar cada uno de los motivos, su ataque y su resolución, en cada sección (por algún motivo se le vio tratar con predilección a las violas) dentro del entramado general. Los pizzicatos, ayer precisos, manteniendo el tempo y, por ende, la tensión, permitieron construir un andante de tal belleza que el pérfido tosedor de conciertos, presente en alguna de las tribunas, tuvo que arengar a sus huestes, sin duda a sueldo, para que tratasen de arruinarlo a base de toses despiadadas en los momentos de mayor delicadeza. La versión de Pons, analítico y riguroso, de marcada personalidad, sacó lo mejor de la orquesta en empaque, expresividad, peso de la narración, concentración y autoconciencia artística, con lo que contribuye a encarecer la cotización del podio de la OSCyL, gracias a una de las mejores Cuartas de Brahms que se hayan escuchado por aquí.
Enrique García Revilla