VALLADOLID / Jazz meets OSCyL

Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 17-I-2020. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Carlos Miguel Prieto. Paquito D´Rivera (clarinete y saxofón), Pepe Rivero Trío. Obras de Daniel Freiberg, Paquito D´Rivera y Aaron Copland. Aforo: 1700. Asistencia: 100%
Un artista de la cabeza a los pies este Paquito D´Rivera. Posee un sentido de la orientación rítmica y melódica portentoso, que en jazz es lo mismo que decir que nunca se queda sin ideas. Atrajo al Delibes a gentes que no habrían acudido a ver a la OSCyL si no hubiese estado él sobre el escenario con su enorme presencia, su simpatía y su saber meterse al público en el bolsillo. Ofreció un espectáculo fantástico de improvisaciones y sensaciones diferentes junto al trío de jazz de Pepe Rivero.
Gustó mucho la Suite de temas de Piazzolla del argentino Daniel Freiberg (1957), pero de manera especial sorprendió positivamente el concierto para clarinete. Bajo el título Crónicas latinoamericanas, se escuchó la obra de un compositor jazzístico de carisma, que aúna la idiosincrásica melancolía porteña con colores sudamericanos en general y una bonita orquestación. Otra cosa fue el intento de otorgar swing al movimiento lento del Concierto para clarinete de Mozart. Estoy convencido de que dicho invento funcionaría si fuese interpretado exclusivamente por un conjunto de jazz. No fue así con una orquesta sinfónica detrás, que se vio relegada a un segundo plano tras la percusión y la amplificación, en un estilo más cercano a Luis Cobos o a música de ascensor que a un jazz verdadero. Lo mismo ocurrió con la improvisación sobre un preludio de Bach, en la que afortunadamente apenas se pudo distinguir algo de Bach.
Si es preciso que la música clásica se acerque a lo que denominamos “otros públicos” y a “otros intérpretes”, la presencia de Paquito D´Rivera y el trío de Pepe Rivero, está más que justificada en un programa anual, pues innegablemente son enormes músicos y lograron unas ovaciones especialmente cariñosas y agradecidas por la frescura del programa. Visto el éxito, ni siquiera se puede lamentar uno de que una formación sinfónica de la categoría de la OSCyL quedase por momentos rebajada a una de esas orquestas de televisión a las que se ve moverse y tocar detrás de un grupo de moda y a las que apenas se escucha. Los músicos de jazz son impredecibles: en ocasiones muestran junto a un sentido musical apabullante algunos vicios del peor gusto, como es el de introducir con auténtico calzador citas a canciones o melodías que no pegan ni con cola y que quedan fuera de estilo (lo que la RAE acepta con el término “morcilla”), por el simple hecho de hacer reír al público y dar gracia al espectáculo. Y como hace gracia, todo vale. Otro vicio es el de no acertar nunca con la amplificación, que ofrece al oído la impresión desorientada de que cuando interviene la orquesta tras un solo del grupo amplificado, parece estar tocando con sordina.
El protagonismo sobre el escenario de Paquito D´Rivera fue tal durante una extensísima primera parte, que apenas me queda espacio para destacar que también se interpretó la Sinfonía 3 de Copland, nada menos. D´Rivera es un músico enorme, sin duda, pero me gustaría subrayar que no más que cualquiera de los solistas de la OSCyL, como los absolutamente siempre solventes Dianne Windsor (flauta), Sebastián Gimeno (oboe), Salvador Alberola (fagot), o del trompetista Roberto Bodí, que anteriormente “se había salido” en sus intervenciones jazzísticas. Gran trabajo el de toda la orquesta bajo la dirección de Carlos Miguel Prieto en una sinfonía en extremo dificultosa que, sin duda, se hizo muy larga a esos “otros públicos” que vienen a escuchar a una estrella de jazz y que (así lo demuestra la experiencia) no suelen volver a acercarse a los conciertos de temporada.