VALLADOLID / Jaume Santonja, Gautier Capuçon y una cucaracha
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 27-I-2023. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Violonchelo: Gautier Capuçon. Director: Jaume Santonja. Obras de Fernández-Barrero, Walton y Sibelius.
La partitura de Marcos Fernández-Barrero Nocturno sinfónico, que resultó ganadora en 2019 del IX Premio de Composición AEOS-Fundación BBVA es un admirable ejercicio de tiento de las posibilidades de cada sección tímbrica inmerso en una corriente de tensiones que van de menos a más. El público de Castilla y León lo recibió con relativa apatía, si bien el autor fue reconocido con mayor calidez al salir a saludar.
El violonchelista Gautier Capuçon, virtuoso y comunicativo, interpretó de memoria (por supuesto) el concierto de Walton, obra de complicados problemas de equilibrio en la orquestación. La partitura comienza con un hallazgo melódico genial por parte del compositor, con esa cadencia cercana al tipo Landini de la primera polifonía renacentista, a la que no sé hasta qué punto supo sacar partido Capuçon, que dejó algunas dudas en su interpretación. Allí mismo halló la complicidad, fundamental, del oboe de Sebastián Gimeno, amigo íntimo del chelista según Walton (o su enemigo, si se diere mal el día). Cierto es que, a pesar de ser un concierto muy completo en cuanto a la explotación de recursos, el interés no siempre se mantuvo en el mismo punto, posiblemente porque el acompañamiento no siempre se desarrolló al límite de su nivel inferior de intensidad con el fin de resaltar al protagonista absoluto de la obra. Jaume Santonja, director para tener en cuenta, de gesto explícito y claro que, al venir con su programa estudiado y aprendido es capaz de guiar su orquesta sin tener la cabeza metida en el atril, no quiso agobiar a la OSCyL con dinámicas extremas en el piano y quizá eso, en sala amplia, impidió la percepción de los matices de Capuçon. Destacable, en medio de la maravillosa atmósfera creada, vaporosa y etérea, en El cisne, de Saint-Saëns, interpretada como propina mano a mano con la arpista excelente de la OSCyL, Marianne ten Voorde, destacable e inolvidable, decía, como una cucaracha en un manjar, la irrupción de un odioso e ‘incallable’ teléfono móvil. Fascinante performance del siglo XXI.
Con Sibelius nos reencontramos con nuestra gran OSCyL. Un tanto embarullada comenzó la Sinfonía nº 3, en un tempo muy ligero que no favoreció la precisión en varias secciones de cuerda. Santonja incidió en su confianza en la orquesta sin querer coartar su libertad, algo que sin duda es un punto a su favor en la extracción de efectos imponentes. De este modo, los violonchelos tuvieron su momento de lucimiento, igual que los trompas, pero quizá hubiera sido más acertado conseguir que fuese la orquesta quien se fiara del criterio de su director. Es fundamental que los directores estudien su orquesta no solo desde el podio, sino también desde el patio de butacas, donde van a comprobar cómo se mezclan los sonidos de los que son responsables. En términos generales, la OSCyL creó una versión alegre y disfrutable, con aromas a pastoral y alla rustica bien logrados por Santonja, finés y brumosa en el impulso melódico del andantino y creciente en energía en el finale.
Enrique García Revilla