VALLADOLID / Jaime Martín, sabio y prudente con una gran OSCyL
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 5-I-2022. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. José M. Redondo, tuba. Director: Jaime Martín. Obras de Nuno Côrte-Real y Shostakovich.
Los instrumentistas de tuba deberían haber contado con el original nuevo concierto en su repertorio desde hace dos años, pero la Covid vino a retrasar el estreno de Kind of concerto op. 65 de Nuno Côrte-Real hasta ahora. La OSCyL quiso tener un detalle con José M. Redondo, uno de los miembros de mayor antigüedad de la plantilla, haciéndolo pasar, como indicaba la periodista Victoria Martín Niño, de la última grada de la orquesta a un atril de solista junto al director. No cabe duda de que estas cosas contribuyen a hacer grande un grupo humano, en especial tratándose de un solista de su altura, que demostró sobradamente que, en ocasiones, no hace falta buscar fuera la calidad que ya hay en casa.
A veces, las piezas concertísticas para instrumentos poco habituales en estas lides llegan a resultar un tanto espesas, debido a la presencia forzosa y forzada del timbre protagonista. No es el caso de Kind of concerto, obra estructurada en tres movimientos a la manera tradicional de un concierto, en la que la tuba es un personaje bien justificado en cada intervención y al que nunca se ‘echa de más’ en el discurso. Cada movimiento posee una estética diferente, lo que da como resultado una pieza ecléctica. Pudiera ser esto un punto en contra de la obra, pero eso sería juzgar según un criterio tan válido hoy día como su contrario. En el movimiento inicial, que parece querer arrancar con sutiles recuerdos de milonga, la obra de Côrte-Real da lo mejor de un diálogo equilibrado entre tan singular solista y una orquesta. El segundo movimiento, un adagio titulado Lydian fantasy, contrasta radicalmente con el primero. Ocho compases de introducción en celesta, violines primeros y arpa suponen el elemento sorpresa respecto a lo oído anteriormente, pero en ese punto el verdadero giro surge en la entrada de la madera, momento de genialidad en el cual el espectador rinde su criterio al compositor y a su obra. Finaliza este excelente adagio de manera tan inesperada y mágica que uno verdaderamente deseaba que el director forzase unos segundos de silencio para comenzar el finale en attaca. Lástima que no fuera así. Dicho finale, To Miles, constituye una fiesta jazzística de toda la orquesta en la que se constata que el jazz bien escrito no debe tener complejos frente al improvisado de toda la vida en pequeños grupos. Concierto excelente que ha de quedar en el repertorio.
El estreno, cosa inhabitual, se lleva parte del espacio que correspondía a la Sinfonía nº 11 de Shostakovich, no inhabitual y al máximo nivel de OSCyL y de Jaime Martín. Hace unos años fue Eliahu Inbal quien puso en pie a la sección de violas al finalizar su Shostakovich. Este año el reconocimiento especial ha sido para los contrabajos, no sólo siempre extraordinarios en la OSCyL, sino líderes en el avance de la acción y en la calidad de su presencia, ora discreta y firme, ora espectacular. Jaime Martín regresa a la OSCyL como un director sabio. Gustó la atención que presta no solo al manejo del crescendo, sino también a los diminuendos expresivos, tanto los que duran varios compases como los de uno solo. Hizo creer a cada sección y a cada solista en el papelón que desempeñaron en las dos obras del programa; creó contrastes de gran efecto al saltar del forte en el que se llevaba un rato establecido al fortísimo, todos bien equilibrados salvo algún instrumento de percusión concreto; y recreó con crudeza la brutalidad de esa especie de ‘Guernica sobre nieve’ del año 1905 del segundo movimiento. Por anotar un punto de mejora para nuestra OSCyL, no es la primera vez que se hace bastante evidente la variedad en cantidad e incluso ausencia de vibrato entre el primero y el último de los atriles de violines. Ocurrió en el sustrato onírico en el agudo del Lydian Fantasy de Côrte-Real. Se escucha demasiado y se ve.