VALLADOLID / Cuando una orquesta confía en su director
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 25-VI-2022. Yeol-Eum Son, piano. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Roberto González-Monjas. Obras de Ravel y Stravinsky.
Finalizó la trigésima temporada de abono de la OSCyL con la satisfacción para el abonado de que los dos principales indicadores de éxito, como son la calidad de los conciertos y la asistencia de público, demuestran que las cosas, con sus más y sus menos, llevan mucho tiempo haciéndose bien. La OSCyL es hoy uno de los principales activos culturales de la comunidad, uno de los agentes artísticos que, como las piedras del gótico o el Camino de Santiago, deberían integrarse en la educación de todos los ámbitos de la sociedad. Como esto no deja de constituir un pensamiento ideal, conformémonos con un firme compromiso de conservar y fomentar lo actual pensando en el relevo generacional del público para que nunca falte.
Muchos pensábamos que el director invitado, Roberto González-Monjas, tenía todos los papeles para ser nombrado nuevo titular de la formación y, aunque no ha sido así por el anuncio del suizo Thierry Fischer, sabemos que la vinculación del vallisoletano no puede sino establecerse en una fructífera relación para el presente y el futuro. Es innegable el hecho de que la orquesta suena como nunca cuando él está en el podio. La concentración que logra en los profesores, la motivación que logra en estos para dejarse guiar por él y la facilidad de comunicación que se hace evidente entre ambas partes suponen el extra que, en casos como este, diferencia una buena orquesta de otra excepcional.
Todo lo escrito en la partitura del Bolero de Ravel se dejó escuchar, incluidos los timbres que parecen ocultos entre la orquestación. El interés de la obra no es que fuese en aumento de manera proporcional a su crescendo, sino que se mantuvo arriba desde el comienzo gracias, además del papel de cada solista (quizá un pelín sobreactuado el requinto en su solo) y cada sección, a una gestión sabia y original de cada escalón arriba en los cambios de dinámica.
Ese Ravel que fabricaba los engranajes de la orquesta de manera precisa es el que González-Monjas trabajó para la parte orquestal del Concierto en Sol, mucho más valiosa que la parte solista de la coreana Yeol-Eum Son, gran pianista desde el punto de vista técnico, como cientos de asiáticos, pero cuya interpretación no pareció convencer de forma unánime. En el punto más expuesto, el movimiento central, optó por un Ravel antirromántico, sin grandes contrastes ni rubatos, que podría dar buen resultado, pero que, en este caso, pudo dejar frío a más de uno.
Cerrar una temporada con La consagración de la primavera que ofreció la OSCyL equivale a asegurarse los abonos de cada uno de los oyentes que asistieron a los dos turnos (unas tres mil personas). El mismo director que descubrió en Castilla y León el tesoro del Concierto para orquesta de Lutoslawski, sube ya al podio conociendo el nombre de cada uno de los profesores, es decir, con su confianza ganada. Y cuando todos se fían del director, cuando saben que va a sacar lo mejor de la orquesta, cuando obedecen como un resorte, y a la primera, a una indicación que otros directores seguramente también hacen, pero a la que no responden de la misma manera, entonces aquello es una orquesta y aquello es un director. Y ese tipo de talento tan valioso es carisma. Espectacular consagración en energía, en el discurso y en el convencimiento de los miembros del valor de cada compás de la partitura.
Enrique García Revilla