VALLADOLID / Cuando a Bruckner se le entiende todo
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 9-VI-2023. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Director: Thierry Fischer. Bruckner, Sinfonía nº 5.
El mismo día en que se presenta la temporada de la OSCyL para el curso que viene, con toda soltura, por la tarde, su titular se sube al podio con la Quinta sinfonía de Bruckner sobre el atril. Se escuchó en esta sinfonía tan particular un Bruckner de altura; un compositor único en su estética orquestal, que solo permite que los directores se acerquen a él desde la autoridad que otorga la sabiduría (al tiempo que espanta a los impostores). En este sentido, Fischer trató la partitura con cuidado en todo momento, con la intención de ofrecer una interpretación destacada por su claridad. Por momentos, fue un Bruckner entendido casi desde una perspectiva camerística, por lo claros que quedan los diálogos entre instrumentos que exponen melodías y motivos y los que crean sustrato o acompañamiento. A esa claridad contribuyó de forma determinante Juan A. Martín, solista de timbal muy destacado ayer, que supo matizar, crear, subrayar y resaltar, pero nunca embarullar. Apenas ofreció un fortísimo hasta el mismo final de la obra, al igual que toda la formación. Fischer puso especial cuidado en algo tan básico, aunque no por ello sencillo en música orquestal, como que cada profesor, como parte activa de la orquestación, pudiera escuchar todo cuanto allí se decía, cada intervención de cada solista o cada sección.
Ese sentido camerístico dominó también el segundo movimiento, con su bonito peso melódico en solistas de madera, además de en cada sección de cuerda. Quizá la tensión hacía acelerarse algunos de los pizzicatos de violines, cosa que paradógicamente hace rebajar dicha tensión discursiva. Pecata minuta, si hemos de sopesarlo con todos los detalles que lograron una interpretación de un Bruckner transparente en la forma e imponente en el fondo, como el sentido dramático de las pausas generales, el sustrato expresivo en timbal, unos vibratos generosos en los pasajes melódicos seccionales de la cuerda, el cuidado de violines en sus acompañamientos a la madera, los diminuendos hacia la nada y, en particular, insisto, la mesura con que el director quiso construir el discurso. En el Scherzo, quizá eché de menos un poco más de tendencia hacia los extremos dinámicos para lograr mayor variedad, pero subrayo ese “quizá” porque, sin duda, Thierry Fischer, en quien reconozco un sabio de la dirección y un artesano del sonido, ha de saber más de esto desde su podio que cualquier crítico desde su butaca. El Finale, como compendio de temas y motivos de la sinfonía, confirmó el trabajo contrapuntístico de claridad en la exposición de sujetos y motivos principales de todo ese entramado temático, con unos corales majestuosos bien entendidos como pivotes del discurso general. Bruckner es un compositor tan complejo que cuando se interpreta en condiciones óptimas consigue apabullar, impresionar y admirar. Resulta más inusual que también logre emocionar, como pudo ser el caso, en esta Quinta sinfonía de ingeniería alemana.
Enrique García Revilla
[Foto: Thierry Fischer al frente de la OSCyL]