VALLADOLID / Castilla y León recibe a la Sinfónica de Stavanger
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 22-III-2024. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Behzod Abduraimov, piano; director: Andris Poga. Obras de Ørjan Matre, Prokofiev y Chaikovski.
La Orquesta Sinfónica de Stavanger devuelve esta semana la visita que la OSCyL realizó a la ciudad noruega durante el pasado mes de agosto con un programa atractivo y un solista espectacular al piano, como es el uzbeco Behzod Abduraimov.
El estreno en España de cuatro de las seis Piezas líricas de Ørjan Matre, “conectadas” con la obra homónima de Grieg, como bien dice el programa de mano, nos descubrió una partitura verdaderamente atractiva. Los cuatro movimientos interpretados se constituyen como una pequeña sinfonía a la que dotan de variedad en carácter y timbres. Se trata de una obra interesante y bonita que permite calibrar el estado de una orquesta. Dos detalles, no obstante, podrían hacer decaer la disposición que pudiera haber despertado en los programadores españoles para incluirla en sus temporadas de orquesta. Por un lado, el raspador que casi protagoniza el primer movimiento resulta reiterativo y prescindible cuando reaparece pesadamente, como un llamativo manchurrón, en el tercero. Por otro, el desarrollo de la obra pide un finale de mayor entidad que el breve cuarto movimiento, que desequilibra el centro de gravedad general, como un recorte pegado, en una obra que merecía afirmar su propia personalidad con un finale más convincente.
La presentación en el Delibes del pianista Abduraimov confirmó una doble conclusión en la interpretación del segundo concierto para piano de Prokofiev. En primer lugar, que el compositor se protegió del amateurismo al que despreciaba mediante una enorme dificultad técnica con la que se asegura que sólo pianistas excelentes se sienten ante su partitura. Dicho lo cual, se vio una orquesta de calidad altísima, especialmente en la cuerda. No obstante, de la suma de dos factores de gran nivel, Abduraimov y orquesta, cabía esperar mayor claridad y mejor equilibrio. Los pasajes en forte de piano más orquesta siempre se notaban emborronados, con una dificultad manifiesta para destacar los temas y motivos principales. Quizá por exceso de pedal, quizá por defecto de celo en la prueba de sonido previa in situ, una orquesta magníficamente preparada y un solista extraordinario no alcanzaron la más alta calificación, si bien nos dejaron, eso sí, una actuación muy notable.
Igualmente desconcertante resultó una Sinfonía nº 5 de Chaikovski en la que todo tuvo sentido dentro de cada sección. El Chaikovski del letón Andris Poga es el Chaikovski discutido y discutible por sus libertades en los tempos y en los rubatos que personalmente me apasiona cuando se ofrece con sabiduría, como fue la ocasión, y no por amaneramiento. A través de dichos detalles, Poga ofreció, muy maestro, vivacidad a ese sentido de avance que vertebra esta sinfonía. No obstante, a pesar del excelente trabajo seccional de la cuerda, el sonido general seguía embarullándose en los fortes. La madera a dos no podía establecer un balance con una cuerda muy poblada. Los fragmentos de cámara, tan relevantes para los solistas de viento, tendían a difuminarse y perder protagonismo. Quizá la máxima manifestación de este desequilibrio tuvo lugar tras la célebre fermata del finale, cuando apenas se pudo oír la intervención en «semifanfarria» de las trompetas, que debería sonar en primerísimo plano y quedó perdida en un vacío entre el barullo. Como digo, una lástima de interpretación. El concierto, insisto, estuvo a un nivel alto (con dos propinas bien recibidas), pero desconcertante al ver a un material de primer nivel no poder brillar al máximo de sus capacidades.
Enrique García Revilla