VALLADOLID / Aquellos iluminados austriacos
Valladolid. Auditorio Miguel Delibes. 7-X-2022. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Midori, violín. Diretor: Baldur Brönnimann. Obras de Mahler, Korngold y Zemlinsky.
La temporada 2022-2023 comenzó en Castilla y León con una breve alocución de la viceconsejera de Acción Cultural, Mar Sancho, en la que, despojada de la retórica institucional, manifestó el incondicional apoyo de la Junta regional a la OSCyL al destacarla como uno de los activos culturales que, con sus casi 3.500 abonados, mejor animan el orgullo artístico de la comunidad.
Y, metidos en harina musical, el primer programa consistió en una mirada a tres generaciones encadenadas de austríacos que ocupan cronológicamente un siglo completo. Entre el año 1860 en que nace Mahler y el 1957 en que fallece su pupilo Korngold, cabe todo aquello que sucede entre la composición de la Sinfonía nº 1 de Brahms y Atmosphères de Ligeti. En este sentido, Blumine, el movimiento bucólico que Mahler desechó en su primera sinfonía, arrancó en la trompeta de Roberto Bodí con el acentuado lirismo, un tanto repetitivo, de su célula principal en do mayor, esa que retoma el motivo del finale de la primera de Brahms. A partir de ahí, el director invitado, Baldur Brönnimann, comenzó a trabajar el equilibrio de música de cámara entre los solistas de viento y los unísonos seccionales de la cuerda creando así una atmósfera de especial belleza para el reencuentro de la orquesta con su público.
Con Mahler surgió la inspiración y con Midori la admiración debido a la conjunción entre su característica expresividad y su virtuosismo, con el apoyo esta vez en una orquesta siempre dispuesta a potenciar ambas cualidades de la solista. El concierto de Korngold posee la peculiaridad de ser una partitura concertante de enorme peso sinfónico. La violinista, dentro de su perfección, se mostró sobre el escenario un tanto distante respecto a la orquesta en cuanto a comunicación extramusical, quizá escasa en cantidad de sonido con su Guarneri, de lo que resultó una cierta descompensación de volúmenes al enfrentarse a la importante orquestación del autor e incluso algún desajuste que impedirá que su agencia suba algún día esta interpretación a dominio público. Con todo, estas pegas no impiden reconocer el placer de la audición en general, como en el mágico sustrato vaporoso del movimiento central, una de las más hermosas partituras de su siglo para violín y orquesta.
Ya con la plantilla completa, incluido sexteto de trompas dispuesto en una sola fila por Brönnimann, la OSCyL se enfrentó a la dura prueba de La sirenita de Zemlinsky, un complejísimo entramado de motivos musicales, el principal de los cuales, préstamo disfrazado de mil maneras del andante cantábile de la Sinfonía nº 5 de Chaikovski, fue presentado por el concertino invitado, Luis M. Suárez, solvente y de gran presencia en el papel destacado que defendió a lo largo de todo el concierto. La OSCyL correspondió al serio trabajo de Brönnimann ofreciendo su sonido más suntuoso en los unísonos de cuerda y en la poderosa sección de metales. El espectacular movimiento central, tan chaikovskiano por momentos, y tan cargado de trabajo de dirección y de ensayo, valió por todo un concierto y dejó claro que espera una temporada enorme para la Sinfónica de Castilla y León.
Enrique García Revilla