VALENCIA / Una cita extraordinaria en memoria de Teresa Berganza
Valencia. Teatro Principal. 23-VI-2022. Nancy Fabiola Herrera, mezzosoprano. Orquestra de València. Director: Pablo Heras Casado. Obras de Toldrà, Matilde Salvador y Chaikovski.
Teresa Berganza fue siempre afecta al Palau de la Música de Valencia, donde dejó “recuerdos imborrables”, como evoca Glòria Tello, su presidenta, en una nota incluida en el programa de mano del concierto que esta sala de conciertos dedicó el jueves a la inolvidable mezzosoprano madrileña. Berganza actuó en varios ocasiones en el Palau de la Música, donde incluso grabó, en 1992, una referencial versión de Atlàntida de Falla. Nada mejor para este homenaje que la presencia de otra ilustre mezzosoprano, Nancy Fabiola Herrera, para quien “el mejor legado de Teresa Berganza es afrontar la música con respeto”. Así lo hizo Herrera con las canciones finas y de suaves aromas mediterráneos de otra gran mujer, la castellonense Matilde Salvador (1918-2007), que se escucharon abrazadas por las no menos mediterráneas Vistas al mar de Eduard Toldrà, y sucedidas por una implacable Sexta sinfonía de Chaikovski. En el podio, ante los atriles de la Orquestra de València, Pablo Heras-Casado puso orden, concierto y bastante más en un programa que ha marcado una de las mejores fechas de la ahora concluida temporada del Palau de la Música.
El programa se extinguió con un silencio largo, muy largo. Larguísimo. Dramático y emotivo. Lacerado e intensamente expresivo. De esos silencios que suceden solo a una gran interpretación. Como cuando concluye una gran Novena de Mahler, Muerte y transfiguración de Strauss o la Sexta de Chaikovski. Como cuando Isolde se sumerge en el sueño eterno. Como cuando cae lentamente el telón en Parsifal. Mutismos eternos que son puente de retorno al día a día. Pablo Heras-Casado acababa de marcar el final en pianísimo sin fin, casi un calderón, de su personalísima versión de la última sinfonía de Chaikovski, la mal llamada “Patética”. Inapelable, contundente y espaciosa. intensa y genuina, salida más del alma que del cerebro. Extremada en todo, en la que lo mil veces escuchado se sintió con renovada novedad. Visión teñida de personales acentos e ideas. Desnuda y descarnada. Dramática y exasperada. Sin contemplaciones ni paños calientes. No exenta de deslices instrumentales y desajustes, particularmente apreciables cuando se plantea una lectura tan nítida, desnuda y sin reservas. A pecho descubierto y por derecho. Provocadora quizá para los más conservadores. En cualquier caso, cargada de argumentos, ideas y personalidad. Versión con firma y autoridad. Éxito categórico, rubricado por las reiteradas salidas a escena de Heras Casado, en correspondencia a los bravos y al aplauso vivo y unánime de todos (músicos y público). Pero más aún, por el largo, larguísimo y supremo silencio en el que se prolongó la música.
Excepcional fue también la primera parte de este programa “la mar de atractivo”, como cuenta Arturo Reverter en las notas al programa, con las canciones de Matilde Salvador entrelazadas con las preciosas pero inapreciadas Vistas al mar de Eduard Toldrà. Matilde Salvador, personalidad de armas tomar que además de avanzada feminista fue fervorosa catalanista desde su irrenunciable arraigo castellonense, se hubiera sentido feliz de escuchar hoy sus canciones tan abrazadas a la música de Toldrà y en un homenaje a esa otra mujer de armas tomar que fue Teresa. Canciones y ‘vistas’ que hablan un idioma común, tan cercano al modernismo y a esa patria sonora que, desde Fauré y acorde con sus propias naturalezas, tan deudora es del templado y cálido Mediterráneo. Un mundo coexistido por Chausson y Albéniz, por Mompou y Palau, por Montsalvatge, Toldrà y la propia Matilde Salvador. También por su marido y maestro, Vicente Asencio, que tantas veces orquestó los pentagramas de sus inspiradas y sencillas canciones.
Acentos tenues, gratos, tintados de melancolía, gracias y sugestiones populares. Brisas sonoras frescas y estimulantes, suavemente moduladas. Sencillas pero no simples. Preciosamente orquestadas y decidido lirismo. ¡Mediterráneo! Así son las canciones de Matilde Salvador, y así las entendió un Heras Casado que se remangó las mangas para ahondar, pulir y acariciar las sutilezas y bellezas que entrañan. En contadas ocasiones las canciones de Matilde han sonado tan escrupulosa y lealmente dichas.
El mestre granadino, que habla catalán sin acento andaluz, ama este repertorio (Graná también es Mediterráneo), y lo demostró en el detalle con que mimó las músicas de su ‘colega’ Toldrà (el creador de Vistas al mar fue, además y sobre todo, un activo director de orquesta) y en la devoción que mostró ante los compases resonantes de Matilde Salvador, quien buscaba y encontró “que en el contenido emocional haya una resonancia popular”. Como solista, la veterana mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera las cantó con intención y veteranía, aunque apenas se entendiera alguna que otra palabra. “València” y poco más. La palabra (y más cuando es de Lope de Vega, Espriu, Gabriela Mistral…) y sus matices y sentidos también son música. Una lástima en una cita sin subtítulos ni textos de las canciones en el programa, pero en todo caso extraordinaria. Por contenidos y por su oficiante, uno de los máximos directores españoles por el mundo. Pero también por estar dedicado “muy sentidamente” a la memoria (eterna) de Teresa Berganza. La nostalgia de su ausencia se hace más sufrible con conciertos como éste. Un beso.
Justo Romero
(Foto: Live Music Valencia)